Mercedes

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Mercedes era una de esas ancianas jóvenes de treinta y tantos que no le caía bien a nadie. Tenía en la cara un gesto de dureza como si estuviera siempre enojada, una mueca casi sarcástica, un tono de voz frio y un silencio de tumba. Nunca –NUNCA- hablaba con nadie más de lo necesario, y si lo hacia evitaba mirarte a los ojos, te esquivaba la mirada y se ponía incomoda, o miraba lejos.

En los descansos de la oficina se sentaba sola, agarraba con fuerza su taza de café y la tomaba con una parsimonia meticulosamente estudiada.

-"Ay, ella, tan especial";"Es D-E-S-A-G-R-A-D-A-B-L-E"; "No me la banco"; "Si fuera linda por lo menos, además mira la ropa que usa parece indigente, todo descolorido y grande..."- eran los comentarios que se decían de ella.

Un día, antes de un feriado largo, Mercedes se levanto varias veces, estaba muy incómoda, no se la veía ansiosa por el tan esperado descanso, estaba nerviosa, más de lo que nunca lo había notado. Nuestro encargado le pregunto si se sentía bien, ella se excuso diciendo que eran los dolores menstruales, ante aquella respuesta la mirada de todas fue de asco.

Pero a los quince minutos Mercedes se levanto de nuevo, temblaba. Me levante y la seguí. Lo que me encontré en el baño, no fue una persona, era lo que quedaba de ella, Mercedes se desasía en lágrimas, en un estertor silencioso y temblaba, me miro note la humillación en su rostro.

-"Estoy podrida"-me dijo a media voz –"toda, estoy podrida, huelo feo...me duele"- y se miraba las manos, que temblaban exageradamente. La abrace, mientras lloraba en silencio, la abrace sin preguntarle nada, la abrace sin preguntarle absolutamente nada, fue lo único que atine a hacer casi intuitivamente.

Fue un momento que pudo ser un minuto o cinco, uno de esos momentos donde el tiempo no importa.

"No quiero volver, no puedo volver a casa, no quiero...le pego...ahora le pega a mi hija...a mi nena...no quiero que termine como yo. Ya lo denuncie, pero mi vieja me hizo retirar la denuncia porque le daba vergüenza que el resto de la familia lo sepa, no sé qué más hacer. Por lo único que vivo es por mis chicos"; dejo de llorar, se lavo la cara, se miro al espejo y una vez más volvía a tener aquella mascara tosca. Por primera vez notaba la humanidad en aquella mujer, y me di cuenta que el dolor, la desilusión, la humillación y la desidia eran capaces de vencer a un ser humano y dejarle cicatrices que vemos día a día pero no reconocemos. Pero no hice nada, ni siquiera la aconseje, me quede muda.

Estaba indefensa, pero nunca pidió ayuda, por dolor, por vergüenza, por miedo.

Después del fin de largo, Mercedes no volvió, por los pasillos se decía que supuestamente envió un telegrama de renuncia. Yo que no me había animado a preguntar mas nada me quede con angustia, ¿por qué no le dije nada?

Un día tome coraje y la llame al único teléfono que me dieron en la oficina, el fijo de su casa. No me atendió nadie.

Nunca más supimos de ella, nunca más la pude contactar, tampoco fue posible cruzármela por la calle. En la oficina nadie hablaba de ella, todos la olvidaron rápido, era como si hubiese muerto, para mí se convirtió en un fantasma.

Todos los días cuando salgo a la calle, la veo, en todas esas miradas esquivas y silenciosas ¿Cuánta gente está muriendo indefensa enfrente de nuestras narices?

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⏰ Last updated: Jan 13, 2020 ⏰

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