Primera flor.

11.2K 730 455
                                    



Todo podía ser normal en su vida, desde su familia, sus amigos y el lugar donde ella vivía, menos ella, no era como las otras chicas, no me malentiendan. No es que fuera una belleza extraordinaria, para nada, de hecho, había señoritas mucho más bellas, más educadas y con más gracia; tampoco era un prodigio en absolutamente nada, era torpe (no de una manera que pudiera hacerle ver tierna, sino que podía hacer enojar a más de uno por sus errores), hasta rozar con lo estúpido; tampoco porque fuera conocida entre la gente del pueblo donde vivía, muy pocos habían notado su existencia.

No era como las demás porque podía sentir cosas, podía ver cosas que los demás no y eso hizo que no pudiera salir de su hogar sin compañía de su gemelo. Que estuviera confinada la mayoría del tiempo a aquella casa tradicional, ayudando a su abuela y madre a cuidar de sus hermanos menores, porque las primogénitas de aquella familia estaban condenadas a ser especiales de una manera poco agradable.

— Algún día podrás salir de aquí, y eso que te hace extraña ayudara a otros.

Eso era lo que decía su abuela, realmente la pobre chica no sabía si su abuela tendría razón o no. Aquella noche fue enviada con su gemelo por algunas telas que necesitaban para hacerles nuevos yukatas a sus hermanos menores, los pobres ya habían crecido. Pudieron ver a varias personas con extraños uniformes negros preguntar acerca de las desapariciones de personas que habían ocurrido últimamente.

— No creo que sean parte de los policías, será mejor que los evitemos - hablo su hermanito, quien usualmente hacía del papel del hijo mayor en lugar de ella.

— Huelen a demonios - susurró, eso fue suficiente para cambiar el rumbo y evitarlos. Su hermano menor no quería que su gemela se viera involucrada en nada peligroso como lo eran los demonios. Al contrario de ella, él no podía sentir nada, pero aun así, si su hermana decía que había algo extraño, no dudaría en hacer lo que ella dijera.

Al llegar con el comerciante se encontraron con un llamativo joven, uno de cabellos rubios que asemejaban una llama. Los gemelos no querían darle mucha importancia hasta que notaron el uniforme negro oculto por el haori blanco que portaba, era demasiado tarde como para retroceder e irse.

— Señor Tanaka, por favor, podría darme nueve metros de la tela de siempre, por favor, hilos y unas cuantas agujas, por favor —cortante y serio, sería la mejor manera de describir al menor de los gemelos.

— Por supuesto joven Hanahaki, - el hombre dirigió su mirada al misterioso joven - me disculpará, pero debo atender, espero que pueda encontrar a su hermana pronto.

El rubio agradeció la poca información que logro recaudar y miro a los menores como queriendo preguntarles algo, pero tan pronto su mirada chocó con la de los gemelos, decidió no hacerlo. Pues la mirada que estos portaban estaba llena de odio y fastidio, pero que tan rápido se desviaron del cazador se tornaron con una mirada más bien alegre y pura. Fue ahí cuando el rubio obtuvo a sus primeros sospechosos. Los gemelos terminaron de comprar lo que necesitaban y regresaron a su hogar, sabiendo que estaban siendo vigilados.

Al llegar a su hogar, continuaron con sus tareas habituales, el menor ayudando a su padre a realizar la cena y la mayor a tomar las medidas de sus cuatro hermanitos para poder hacer los yukatas.

— Sube tus brazos Momo, no puedo hacerte un bonito yukata si no me dejas - el niño asintió y por fin dejo tomar sus medidas.

— Veo que ya logras que tus hermanitos te hagan caso - menciono su madre. Su hija mayor asintió - Algún día serás una buena madre, ¿no creen, Momo, Kiku? - pregunto la mujer a lo que los niños asintieron frenéticamente y soltaron algunos comentarios como "Y su esposo debe ser muy fuerte" o "Sus hijos serán muy lindos como ella".

La adolescente de solo rio tímidamente y continuo con su tarea, realmente odiaba tener que contestar cualquier cosa a menos que fuera absolutamente necesario, porque tendía a no pensar las cosas y decir algo embarazoso. Al terminar comenzó a cortar la tela para, al menos, terminar un yukata ese día.

— ______ ¿Podrías ir por más flores para el altar de tu abuelo? - pronuncio su abuela, ella asintió y dejo la tela en el suelo. Asagao, su gemelo, le pidió que no tardara, puesto que no tardarían en comenzar a cenar.

Ella asintió con su cabeza y salió al pequeño invernadero que tenían para poder cortar algunas flores y colocarlas en el altar de su familia, su familia se dedicaba al negocio de las flores tal como su apellido indicaba, razón por la que la mayoría de sus hijos portaban por nombre alguna flor que se haya cultivado. ____ era la única excepción a la regla por tradición de la familia de su madre, donde el primogénito (independientemente que fuera mujer u hombre) debían portar un nombre extranjero.

Al mirar al bosque sintió que el joven de la tienda estaba ahí, ella no sabía si pedirle que saliera de su escondite o fingir que no sabía nada y seguir con su tarea como si nada, por suerte (o no) de ella el joven salió y coloco su katana en el cuello de la menor.

— Es ilegal portar armar, ya no estamos en la era Edo - fue lo primero que pronuncio la chica de misteriosa mirada. El joven sonrió con vigor.

— Entonces si eres un demonio, devora hombres.

— Tal vez para las campanas de viento de mi abuela, si lo sea, cada vez que paso junto a ellas se rompen porque termino resbalando y rompiéndolas. Devora hombres, no.

El desconocido volvió a reír, quito el arma de su cuello. Miro las glicinas que ahora traía en un pequeño florero de madera y desapareció de la vista de la joven.

----

Wow, a pasado casi 2 años desde que este autor prometió volver a publicar esto. Cada semana tratare de publicar uno o dos de los capítulos corregidos. Espero que aun recuerden este fic, la etapa adulta me consume, pero es bueno volver a leer comentarios. 

Flores en la sangre (KNY x Tu) FINALIZADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora