Desahuciada.

Capítulo 01.

Hoy el clima es agradable. El viento sopla a una velocidad tratable. Los pájaros vuelan y cantan, mientras otros se disponen a estar en el suelo buscando comida. La gente continua con los labores. Los niños juegan y ríen sin parar. Cada quien hace su rutina.

Porque vida, no lo es.

Cada quien pone sus barreras y no sale, ni entra nada ¿por qué en las películas cuando muere alguien está lloviendo? ¿Por qué todos lloran? ¿Por qué hay bastantes personas en el funeral? Hoy no está lloviendo, hoy no todos lloran, hoy no hay suficientes personas... pero en algo estamos igual.

Vestimos del mismo color.

Dicen que cuando alguien se suicida, su alma va al infierno. Yo opino que si alguien quiere suicidarse es porque el infierno es la vida que vive, y morir es su descanso.

¿Pero qué pasa cuando el suicida es alguien cercano a ti? Es alguien tan llegado a tu corazón, que lo formas parte de tus rutinas, de tus sonrisas, de tus locuras, de tus sueños, de tus lagrimas sin sentido a media noche... lo formas parte de tu vida, de tu corazón.

Un día todo es color de rosas, risas, bromas, abrazos, lágrimas de felicidad... pero el tiempo se detiene. El color de rosa ya no existe. Se vuelve en negro. Entre más uno va creciendo más va entendiendo porque tanta gente se suicida.

¿Dónde se encuentra? No sé, pero donde sea que se encuentre espero y este disfrutando lo que no disfruto aquí. Mucho menos sé si en verdad existe vida después de la muerte.

– ¿Alguien más que quiera decir unas palabras? –pregunta el sacerdote.

Las personas que están aquí no conocen a Liliana, su gemela no asistió, ni mucho menos su padre, ni su hermano, solo esta Elizabeth, su madre. De reojo veo como como Elizabeth se acerca a mí.

–¿Cariño puedes decir unas palabras por favor?

Volteo hacia mi padre el cual asiente con su cabeza y una arrugada sonrisa. Al pasar delante de mi madre me sostiene el brazo bruscamente.

–Cuidado con lo que dirás –susurra en mi oído.

Ignoro lo que ha dicho y camino hacia donde está el sacerdote y aclaro mi garganta.

–La amistad es una de las cosas más importantes de la vida, es aquello que te sostendrá siempre, pase lo que pase, aunque estés cayendo desde un precipicio, una amistad es por quien puedes apostar sin miedo, por quien harías lo que este a tu alcance sin importar si ganas o pierdes –aclaro mi garganta –Liliana para muchas personas fue sarcástica y divertida –los presentes sonríen tristemente –pero para los que estábamos detrás de su sombra –suspiro –sabíamos lo que sentía pero –limpio las lágrimas que caen por mi mejilla –termino diciendo que te quiero y que agradezco todo este amor que me has entregado siempre y no me imagino como hubiera salido adelante sin ti, eras y seguirás siendo mi familia, quizás no nos unan lazos de sangre, ni vínculos legales, pero tengo la certeza de que este amor es para siempre a pesar de todo –no puedo más y un grito desgarrador sale desde mi garganta –dijiste que ya no lo harías que esa noche sería la última vez y que las dos estaríamos juntas –caigo fuertemente al suelo haciendo que mis rodillas truenen por el impacto.

Siento como las manos de mi madre y mi padre me toman de los brazos. No escucho nada y lucho contra ellos para ir con Liliana.

Debería estar enterrándome a mí también y como si mi madre me haya escuchado mis pensamientos, me sostiene agresivamente de mis muñecas haciendo que desde mi garganta salga todo el dolor acumulado.

Caminando por el solitario estacionamiento en silencio, cansados de lo mismo, de mí. En mi campo de visión aparece Gabriel montado en su moto y por el otro lado de la calle esta Evan abriendo la puerta del copiloto donde sale Daniela.

–Iré a dar una vuelta.

Mi madre obviamente iba a decirme que no pero mi padre interrumpió y le dijo que necesitaba tiempo a solas. Me acerco con Gabriel y lo abrazo, lo abrazo como nunca lo había hecho.

–Estoy aquí Ash, estoy aquí –besa mi frente y me pasa el casco.

Siento la mirada de Evan atravesar mi espalda, decido verlo directamente a los ojos a lo cual el me responde esa mirada, dolorosamente rompo el contacto porque sé que será la última vez en verlo.