Steinhart 288

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Tras su enésima vuelta en la cama, Mabel manoteó el celular y miró la hora: 3:14 AM.                          No había podido pegar un ojo en toda la noche.Ella, que amaba dormir, veía como el tiempo se iba escurriendo irremediablemente sin poder convertirlo en horas de sueño. 

Ese día entraría una hora y media mas tarde al colegio, ya que una profesora estaba de licencia. Cuando aparentemente había logrado quedarse dormida, su padre la despertó sacudiéndola del hombro, casi asustándola.- ¿Hoy entrabas mas tarde?                                                                                Le respondió afirmativamente, moviendo la cabeza. A continuación oyó los habituales sonidos de su casa a esa hora: sus padres hablando, el canal de noticias a todo volumen, su hermano a los gritos -compitiendo contra la televisión- y etc., lo mismo de cada día.                                                  Hasta que de repente, el silencio. Agarró su celular, eran las 7:25, para apagar la alarma.Sintió un leve letargo, pero el perro del vecino ladrando la hizo suspirar. Ya era tarde para intentar dormir siquiera un rato.Se levantó, fue al baño y luego bajó a la cocina, para ver si había quedado café hecho. Tuvo suerte y volvió con una taza llena a su pieza.                                                                          Café en mano, fue con cierta prisa a la cama a sentarse y acomodar su notebook. Le levantó la tapa y posó el cursor en aquella ventana minimizada del explorador. Al abrirse, asomaron varias pestañas. Habían varios videos de spanking, algunos vistos y otros aun por ver. Y también algún que otro relato de Wattpad sobre el mismo tema.                                                                                          Pero el común denominador era que todo aquel material giraba en torno al self-spanking. Regresaron las mariposas revoloteando a su vientre, igual que anoche. De hecho, llevaba dos días sintiéndolas. Justamente desde que les avisaron que hoy no tendrían clases en el primer módulo. Por lo tanto, desde ese instante supo que había llegado la ocasión que tanto esperaba: poder estar sola un rato. Aunque en realidad aquello se trataba del medio... el fin era poder hacer ruidos sin nadie en la casa.                                                                                                                          Volvió a repetir uno de los videos ya vistos, luego siguió con los que estaban pendientes. Recién tras varios minutos se acordó del café y también de que era invierno, pues ya estaba frío.Pero no precisaba de la infusión para calentar su cuerpo. Su piel, su cuerpo, toda ella estaba hirviendo.Meses atrás, navegando por internet, se topó con el tema de las nalgadas y castigos. Y por algún motivo le gustó ver y leer sobre eso. 

Le faltaba solo experimentarlo. Tenía la fantasía de ser castigada como en antaño, pero no se animaba a conocer a alguien para darle unas nalgadas reales, así que sus pensamientos apuntaban a una momentánea solución: dárselas ella misma.                                                                    Sus aproximaciones apenas habían sido un par de cachetazos que se dió a si misma mientras se duchaba. Esas sensaciones en sus nalgas le generaban mucha excitación. Por eso quería probar algo un poco mas duro. Y su cepillo de madera, uno que vió en una farmacia y le pidió a su madre que se lo comprara, iba a cumplir ese rol. Estaba aun sin uso, su cabello seguía siendo peinado por el mismo cepillo plástico que tenía de hace varios años.La elección de aquel instrumento fue tras varias horas de videos y lecturas. Quería algo rígido y práctico. Y principalmente doloroso.                                                                                                                                              Tanta búsqueda la había vuelto casi una erudita en materia de implementos para castigos.            Por eso el elegido fue un clásico cepillo para la espalda. Pero al no encontrar en su barrio, se decantó por uno para el pelo. Fue a buscarlo a un cajón de su placard y volvió rápido a la cama sin despegar los ojos del video que se reproducía. Todavía tenia el plástico del packaging y su respectiva etiqueta. Mientras iba abriéndolo el sonido del envoltorio se mezclaba con el ruido del agua y los alaridos de una chica inglesa, producto de los tres minutos que llevaba estrellándose un cepillo para la espalda contra su trasero bajo la ducha. Para esa altura, mientras miraba el cepillo, se sentía bastante húmeda. Bajó la tapa de su notebook y se colocó en el borde de su cama, rodillas al piso e inclinada sobre el colchón.                                                                  

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⏰ Last updated: Jan 21, 2020 ⏰

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Cuentos breves  de spankingWhere stories live. Discover now