Capítulo 2: una amarga verdad

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Todos se curaban las heridas en la base militar. Larya tenía el cuerpo lleno de moretones; le dolía moverse, dar un solo paso. El agotamiento intensificaba aquella desagradable sensación. Pero eso no era lo peor. No. Lo peor era todos aquellos aldeanos, los pocos que quedaban vivos, siendo curados por los médicos. Y las lágrimas infinitas de los niños, por haber perdido a sus padres. Aquella mañana era una derrota. Lo que comenzó como una preciosa noche de festividades con fuegos artificiales, se convirtió en la masacre generada por el cadente más grande y poderoso del que jamás se tuvo constancia.
SOLDADO: Disculpe, Blackfire.
LARYA: Dígame. (Suspiró y se frotó las sienes).
SOLDADO: Necesitamos... más medicinas. Se están acabando en el almacén, y aún quedan varias personas por tratar.
LARYA: Está bien. Yo me encargo.
Se levantó de su asiento y se miró en un pequeño espejo. Sus ojos verdes estaban agotados. Su cabello pelirrojo, enmarañado. En su cara aún quedaban manchas de sangre, y no todas de la suya. Aún era joven, pero aquella mañana se sentía anciana. Como si le hubieran pasado cuarenta años de su vida por encima en una sola noche.

Aranea llevaba horas callada. Sentada en una silla, de la que no se movió desde que un soldado le dijo una amarga verdad: el fallecimiento de sus padres por el cadente. No exteriorizaba su dolor; seguía como en un estado de shock continuo.
SOLDADO 1: ¿Estará bien?
SOLDADO 2: Cada uno lo asume como puede. Y esta niña lo asume como mejor está pudiendo.
Varios soldados se encargaban de cuidar de los hijos cuyos padres fallecieron. Todos lloraban, berreaban, se enfadaban o lo negaban. Pero ella, Aranea Higwind, estaba completamente quieta y callada, mirando al frente con la mirada vacía.
SOLDADO 2: Deberíamos buscar un psicólogo.
SOLDADO 1: Buena idea.
SOLDADO 3: ¿Sabemos algo de las provisiones?
SOLDADO 1: Alguien fue a avisar a Blackfire. Se supone que se encargará.
SOLDADO 3: Eso espero. Porque el asunto se está alargando más de lo que creía.

Un camión militar aparcó frente a Larya. Sus compuertas se abrieron por dos soldados.
SOLDADO: Aquí traemos las provisiones.
LARYA: Excelente.
SOLDADO: Les ayudaremos en todo lo que podamos.
LARYA: Descarguen el material y llévenlo a los médicos que están dentro.
SOLDADOS: ¡SÍ, SEÑORA!
Vio cómo cogían las cajas, y luego miró al cielo.
LARYA: Hoy los Sidéreos deben estar de luto.
Se percató de que sólo quedaba una caja, y decidió llevarla ella misma. Aunque cada músculo de su cuerpo exclamó con dolor, decidió dar paso a paso hasta entrar. En el momento en el que dejó la caja, su teléfono móvil sonó.
LARYA: ¿Quién es?
¿?: ¡AGENTE BLACKFIRE!
LARYA: Dígame.
ROSIN: Soy el General Rosin. Me dirijo a su ubicación para que me informe sobre lo acontecido a lo largo de esta madrugada. Llegaré en una hora.
LARYA: De acuerdo, señor. Aquí le espero, señor. (Cortó la llamada).

Pasó una hora, y un automóvil aparcó justo a la puerta. De él salió un hombre alto, con barba y uniformado como militar.
LARYA: General Rosin.
ROSIN: Informe, por favor.
LARYA: Estas noches, durante las festividades propias de la región, apareció un grupo de cadentes. No eran demasiado peligrosos, aunque volaban. Sin embargo, no tardó en aparecer un cadente de nivel S, gigante. Intentamos derrotarlo, sin mucho éxito. De repente, varios civiles ayudaron asumiendo el rol de señuelos, por lo que pudimos derrotarlo, aun a costa de varias de sus vidas. Ahora mismo los civiles se encuentran en tratamiento médico.
ROSIN: ¿Bajas?
LARYA: Muchas, y aún no hemos acabado de contar.
ROSIN: Un cadente nivel S... ¿Cómo pudo suceder esto?
LARYA: No lo sé, señor. Yo sólo soy militar.
¿?: Quizá yo tenga una hipótesis. (Se escuchó una voz desde dentro del vehículo).
ROSIN: ¿En serio sigue ahí dentro? Salga, por favor. Agente Blackfire, le presento a Annia Nightmare, científica especializada en investigación sobre cadentes.
Una mujer de treinta y pocos años salió del vehículo. Llevaba su cabello castaño en una alta coleta, y sus ojos azules estaban tras unas redondas y finas gafas negras.
ANNIA: Un placer. ¿Cómo debo llamarla?
LARYA: Blackfire estará bien. Un placer.
ANNIA: De acuerdo. ¿Cómo apareció el cadente?
LARYA: Bajo tierra. La abrió en la plaza principal y salió del agujero. 
ANNIA: Interesante... No tenía conocimiento de que pudiera suceder algo así.
LARYA: Ni yo. Y en mi división llevamos años dedicados a la lucha contra cadentes.
ANNIA: Pero es curioso, porque anoche sucedió otro terremoto. Sólo que al otro lado del país. Y allá no sucedió nada.
LARYA: ¿Y a la misma hora?
ANNIA: Exactamente a la misma.
ROSIN: ¿Puede que nos estemos enfrentando a una nueva amenaza?
ANNIA: Es posible. O quizá sea sólo un caso aislado que se salga de las tablas. En cualquier caos, General, me gustaría quedarme aquí un tiempo para investigar el caso.
ROSIN: Faltaría más. El Ejército se encargará de otorgarle lo que considere necesario.
ANNIA: Muchas gracias.
LARYA: A ver si usted puede resolver este caso, porque estamos todos que no llegamos a entender absolutamente nada.
ANNIA: Y no durmieron bien. Es normal. Es una... tragedia.
ROSIN: Si me permiten, revisaré las instalaciones. (Se fue con paso firme).
ANNIA: ¿Y cómo están los niños?
LARYA: Mal. Muchos de ellos perdieron a sus padres hace unas pocas horas. Están asumiéndolo como pueden. Ayudarles es duro, pero no podemos hacer otra cosa. A fin de cuentas, si ganamos esta noche fue a costa de sus vidas.
ANNIA: Debo admitir que no habla como una militar.
LARYA: Soy una lancera, juré por mi vida que protegería siempre al indefenso. 
Larya observó que Annia sonrió con satisfacción.
ANNIA: Bueno, ¿me enseñaría dónde ocurrió todo?
LARYA: Faltaría más. Sígame.

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⏰ Last updated: Jan 27, 2020 ⏰

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Aranea: Una historia de 'Final Fantasy XV'Where stories live. Discover now