𝒒𝒖𝒂𝒕𝒓𝒊è𝒎𝒆 𝒄𝒉𝒂𝒑𝒊𝒕𝒓𝒆

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Sólo hay una cosa buena en la vida,
y es el amor.》 -Guy de Maupassant

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—Si me permites... –un joven de cabellos colorados se acercó hasta las jóvenes chicas dando una reverencia.

Anna tardó en comprender a lo que se refería el chico hasta que de sus labios se escapó un "oh".
Quería bailar junto a Elsa pero aquel joven de gestos engreídos quería también bailar con su hermana.
Así que los dejó solos.

—Déjame presentarme, soy el príncipe Hans Westergaard de las Islas del Sur. A sus órdenes –dió una corta reverencia comenzando a guiar a Elsa con sus pasos de baile.

—Es un placer. Yo soy El...

—Elsa Alcott Feir-Dumont, la mayor de las herederas de Francia. –interrumpió levantando una ceja mientras atraía a Elsa más a su cuerpo.

Algo en la forma en la que la interrumpió hizo molestar a la mayor.
Hans lo supo al ver su rostro.

—Disculpe mi atrevimiento es solo que... –pensó buscando las palabras. –Francia es muy hermosa, es un gran reino, muy poderoso de seguro.

—Ajá, sí que lo es... –su semblante seguía serio. –Si me disculpas Hans... –dijo tan rápido como pudo al escuchar acabar esa pieza.

La princesa se despidió rápido y se alejo donde se encontraban los aperitivos y las bebidas. No tenía hambre pero quería estar lejos de ese príncipe engreído.

—Al parecer serás difícil, hermosura. –dijo Hans apenas después que se haya ido Elsa.

Anna se sintió algo agobiada y algo ¿molesta? al ver a su hermana bailando con alguien más así que  salió por del salón para irse al balcón que tenía como vista todo el pueblo de París.

Al llegar divisó a su hermana que se encontraba recostada sobre las barandas del balcón.
La expresión de Anna cambió por completo al verla, de una mirada cansada cambió a una juguetona e infantil.
Se acercó en silencio por detrás de su hermana para luego abrazarla por la espalda haciendo que Elsa se sobresaltase.

—Por el amor de Dios Anna... –decía con una mano sobre su pecho. –Me ha asustado, Majestad.

—Olvídate de las formalidades. –dijo al oído de Elsa, esto provocó que la princesa sintiera una descarga eléctrica y un gran calor en su abdomen.

Anna no sabía el por qué le había gustado tanto el efecto que tuvo contra su hermana pero algo estaba claro, le había gustado.

—Es bueno estar en casa... –dijo Elsa sin mirar a Anna. La reina se puso a su lado también sin mirarla.

—Estoy muy contenta de que estes aquí, Elsa. –hizo una pausa y luego se sonrojó. –Vamos a poder crear muchos recuerdos juntas.

La mayor se volteó a ver a su reina que miraba el pueblo con un brillo en sus ojos. Elsa acomodó un mechón de los cabellos de Anna y la tomó de la mejilla.

—Así es, hermanita.

Inconcientemente Elsa se estaba acercando a esos preciados labios de su hermana pero algo la detuvo.

—¡Kristoff! ¡Amor! —la reina se separó de las manos de Elsa para ir al lado de su prometido.

—Te he estado buscando. –dijo con una sonrisa y luego brindó una pequeña mirada extraña a Elsa, cual la dejó confundida. –Mis padres te están buscando también, quieren tu presencia para aclarar algunas cosas de la boda.

—Oh, sí. –estaba por irse pero se giró para darle una sonrisa a su hermana mayor. –Nos vemos hermana.

—Nos vemos. –dijo en un susurro al ver a su hermana alejarse a través de las puertas.

Frunció el ceño al notar que el duque Kristoff no se había ido.

—Escúcheme Alteza. Desde que haz llegado he notado que no te agrado.

—¿Que lo hace creer eso, duque? –respondió alzando su mentón en significado de superioridad.

—¿No te agrada que me case con tu hermana, verdad? –dió una leve sonrisa.

—Quiero lo mejor para mi hermana. Quiero que viva su vida feliz, con una persona que la ame. No te conozco Kristoff, pero si tú dices que amas a Anna, he de creerte. –dijo seria haciendo que su voz sonase fuerte y autoritaria.

Le había dolido decir esas palabras pero eran ciertas. Lo único que Elsa quería era ver feliz a su hermanita. Y si ella no iba a ser la persona que Anna amase por toda su vida al menos estaba "satisfecha" de que Kristoff lo sea. Era cierto, no le agradaba el duque pero si su hermana lo ama lo aceptaba, aunque le doliese tendría que aceptar que su hermanita no la vería de otro modo más además de lo fraternal.

El duque rió corto y secamente.

—Anna nunca sería feliz a tu lado... –gruño Kristoff.

Elsa lo miró horrorizada. ¿Kristoff sabía? Kristoff sabía. Él sabía acerca de sus sentimientos hacia su hermana. De sus incestuosos sentimientos que la atormentaban.

—Sería una abominación que Anna te eligiera. –volvió a atacar el duque.

Elsa sintió como si un puñal era clavado en su corazón.

—Ustedes tan solo son hermanas. –dijo dandose la vuelta a punto de irse. –Ten una buena velada, Alteza. –cuando dijo lo último su voz cambió, siendo totalmente cortés y gentil. Que bueno que era fingiendo Kristoff.

A Elsa le dolió sus palabras. Eran ciertas. Ellas solo serían hermanas. ¿Cierto?


La reina sonreía falsamente a sus futuros suegros. Aquellos sujetos hablaban mucho y eso atormentaba un poco a la joven reina.

Le hablaban de puros planes para la boda, el vestido, los invitados, lo feliz que estaban por la unión de dos reinos.
Pero Anna no le prestaba atención pues su mente la estaba dominando su hermana mayor Elsa.
Anna no podía negar que desde que su hermana volvió sintió una fuerte conexión con la princesa. Una conexión que no había sentido nunca en su vida, ni siquiera con Kristoff.

Esto la dejó totalmente confundida.
¿Por qué Elsa aparecía siempre en su mente?
¿Por qué se sentía extramadamente bien cuando la oía?
¿Por qué le gustó tanto el poder que ejerció sobre su hermana mayor?

Esas preguntas la atormentaron el resto de la fiesta.

Sin dudas algo en el corazón de Anna había cambiado....



El hilo rojo- Elsanna Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin