Su único arrepentimiento

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Morder, desgarrar sin piedad eran los pensamientos que cruzaban por la mente de Nebraska. Vengar la muerte de su familia, y de los lobos a los que ella había querido. El odio la consumía y quemaba por cada poro de su cuerpo quitándole el aliento. No había nada más.

El lobo frente a ella se sacudía, más grande que lo que recordaba, más agresivo que en sus recuerdos pero eso no la hizo temblar. Se movió lentamente hacia él erizando el pelaje del lomo y apuntando su morro al cuello. Ella era rápida podía acabar con él.

Liam, entonces, arremetió contra ella. Nebraska esquivó su cuerpo moviéndose hacia la derecha, aun así sintiendo la fuerza contra la que golpeó la nieve. Aquello era anormal. La cara del lobo se giró otra vez en su dirección y se lanzó directo hacia una de sus patas. Nebraska saltó sobre él y se alejó a un punto específico.

La venganza era deliciosa, pero no cuando tenías otras prioridades. Se lamentó, pero tenía dos problemas. El primero, por muy capaz que fuera, estaba realmente débil y sabía que no podría detenerlo, además la fuerza de Liam se sentía extremadamente intensa. En segundo, ella tenía dos lobos esperando por ella. Cada segundo que pasara allí, era tiempo que se restaban de la vida de ambos. Así que con todo el dolor de su alma y recobrando el control sobre si misma, se dirigió al cuerpo de Rudoc y buscó en su cinturón la pequeña bolsa, donde estaba segura, se encontraba el antídoto.

La agarró entre sus dientes y tiró hasta tenerla consigo cuando un dolor abrazador se desplazó desde su lomo hasta cada parte de su cuerpo y se sintió alzada y lanzada tres metros de donde estaba. Cuando cayó la sangre salía a borbotones de su hocico y de su nariz. Manchaba el pelaje de su cuerpo y no se detenía. El dolor era abrazador y paralizante cerca de su columna.

Con el rabillo del ojo pudo ver a Liam mirándola como un depredador. La había atacado tan rápido que no se había dado cuenta. Intentó levantarse pero le apreció una tarea titánica. No sabía cómo lo había hecho pero ahora había toxinas dentro de su sistema que comenzaban a destruir su piel y músculos 

¿En qué demonios se había convertido Liam? Se estremeció ante la idea.

El lobo se acercó, cuando de repente, se detuvo y soltó un aullido que le hizo doler los oídos. Sus patas delanteras se doblaron y comenzó a temblar. Los músculos debajo de su piel se movían de forma extraña, creciendo, encogiéndose, pareciendo una imagen bizarra. Nebraska se incorporó lentamente a pesar del dolor, no podía quedarse allí.

Pensó atacarlo ahora que parecía indefenso pero la mirada de este solo la retaba a que se acercara, y  sabía que si se dejaba llevar por sus instintos terminaría debajo de aquel cuerpo que comenzaba a crecer en medidas ridículas. Así que corrió pasando por su lado, agarró también uno de los pocos huesos intactos de lo que quedaba de su hija y siguió huyendo sin mirar hacia detrás. Tenía miedo de que si lo hacía podría encontrar a Liam sobre ella.

Corrió, corrió desbocada, dejando que sus patas la llevaran lejos. Si pensaba no lo lograría, el dolor en su espalda era como si ácido quemara su cuerpo. Tras sí, un trillo de sangre la seguía. Sus pulmones se apretaban pero no se detuvo. Ellos habían comentado que estaban en los terrenos de la manada de Layan, no conocía esos terrenos pero alguien debía de estar cerca, como algún centinela. Alguien debería detectarla y así avisar de que estaba pasando.

Pero la idea se fue desvaneciendo cuando solo había nieve por todos lados y comenzaba nuevamente a caer del cielo. Su olfato se veía perjudicado y le hacía imposible intentar hallar donde podía estar alguna fuente de vida. No podía aullar, si no podía darle su ubicación a Liam y todo se iría al infierno.

Gimió frustrada, quería que la bolsa en su boca llegara rápidamente a su destino, pero como se estaban tornando las cosas parecía que la suerte no estaba de su lado. Avanzó poco más de dos kilómetros cuando a lo lejos vio una sombra y se detuvo en alerta aunque esto requirió gran parte de su energía. La figura pareció también detectarla y corrió hacia ella.

Nebraska retrocedió algunos pasos para que el olor de aquel lobo llegara a su nariz y pudo relajarse. No era un enemigo, solo era el beta de Layan. Con dificultad se sentó y esperó. Se tambaleaba un poco inestable, ahora que el alivio se hacía presente.

Kei se detuvo y movió ligeramente la cola. Nebraska quiso sonreír pero le pareció imposible, las toxinas en su cuerpo estaban calando muy adentro y dentro de poco estarían en órganos importantes, le parecía casi chistoso que ella estuviera envenenada cuando estaba salvando a otros también de envenenamiento, aunque en su caso era diferente. Las toxinas de Liam se debían al cambio que estaba dando su cuerpo. No tenía idea de qué demonios le estaba pasando pero lo que si tenía claro era que aquello, dentro de ella no tenían cura.

Para detener su avance solo hizo lo que era más recomendable, comenzó a transformarse, de aquella forma perderían al menos un porcentaje alto de efectividad. La trasformación fue todo un infierno y le hizo perder toda la fuerza que le quedaba.

-Llévale esto a Siran- jadeó alzando la bolsa en su pequeña mano temblante frente al morro del beta –Él sabrá qué hacer con esto, dile, además, que el responsable de todo es Liam-

El lobo  vaciló y también se transformó agarrándola de los hombros antes que ella colapsara.

-No puedo dejarte aquí-

Nebraska no podía decir el verdadero estado de Hades pues esto se suponía que era secreto en la manada pero no le quedaba más remedio si quería ponerlo en alerta. No tenía más opción que creer en él.

-La vida de mi alfa y mi hijo está en peligro- levantó la cabeza mirándolo hacia los ojos- De esto depende que sigan viviendo, no podemos perder el tiempo. Por favor llévaselos rápido-

Kei vaciló ante sus palabras.

-Morirás si te dejo- fruncía el ceño al ver su estado, sobre todo aquella herida inmensa en su espalda que amenazaba con ser peor.

Nebraska sonrió levemente.

-La vida del mi alfa es más importante, de él dependen muchos lobos- se tambaleó hacia adelante, todo a su alrededor da vueltas – Sé que me odiará por hacer esto, mis hijos ya están molestos, pero al menos estarán seguros, y eso es lo que me importa. Por favor, llévaselo- empujó otra vez la bolsa contra el pecho del lobo.

Este tragó y asintió renuente con la cabeza. 

Sabía que Layan lo mataría por esto. La residencia de Layan quedaba un poco lejos, los demás centinelas están dispersos y si la situación era tan grave demoraría mucho tiempo en llevarla y después ir hacia la manada de Hades. Si, Layan lo mataría por esto de seguro, pero al ver la determinación en los ojos de la loba no pudo negarse.

-Espera aquí, vendrán rápido a buscarte-

Se transformó en lobo y soltó un aullido sonoro que resonó entre los árboles. Nebraska temió que Liam también lo oyera pero ya no le importó. Unos segundos después se encontró nuevamente sola, desnuda y pedida en la nieve. Bajó la cabeza y miró el hueso de su hija y una lágrima cayó por su mejilla. Se sintió tan impotente. Odió su naturaleza omega, normalmente la hacía más débil físicamente y eso la marcaba.

Flexionó un poco su espalda y tuvo que cerrar sus ojos. La piel tiraba dolorosamente. Con las manos tiritantes abrió un hueco en el suelo. Al menos debía enterrar aquel resto de su hija. Al haber traicionado a la manada, por ley, no podría perecer en los terrenos de la misma y tampoco quería forzar a Hades a ir en contra de todos por una petición egoísta. No pudo evitar un sollozo cuando comenzó a cubrirlo nuevamente con la nieve. Sentía como si un pedazo de ella se quedaba allí enterrado.

Nunca se había llevado con Catalina, pero seguía siendo su hija, la que había llevado varios meses en su estómago. Palpó la nieve al terminar de cerrar la tumba improvisada, las lágrimas estaban congeladas en sus mejillas.

-Descansa tranquila ahora- le dijo y poco después cayó sobre la nieve agotada.

Sus ojos se fueron cerrando.

De cierta forma sintió alivio, No había podido cumplir su venganza, pero al menos Rudoc estaba muerto, su hija tenía su descanso y la medicina para salvar a su esposo e hijo estaba en camino. No siempre se podía obtener todo en la vida, pero al menos estaba conforme.

Solo lamentaba no poder ver una vez más el rostro de su esposo.

Cautiva del Alfa #1. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora