capítulo nueve.

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Su padre, nunca lo había visto ni tampoco se había parado a imaginarlo. ¿Realmente era ese? Tenían ciertos parecidos solo que el mayor estaba más desgastado y algunas cicatrices cubrían su rostro. Se encontraba impactado, nunca pensó que su encuentro sería así, ya asumió en su momento que no tenía papá como los demás niños.

— ¿Papá. . .? — Estaba a punto de llorar, nuestro pequeño protagonista no podía ser feliz ni siquiera un simple momento en su vida ya que, ésta, se encargaba de patearlo de alguna manera u otra. La sensación de tristeza se fue rápidamente, ahora estaba enfadado así que alzó su voz. — ¿Te das cuenta con el monstruo que dejaste a tu hijo? He vivido en un constante maltrato toda mi vida y tú te fuiste a vivir la vida, me han hecho dos monstruos, os odio. ¡Os odio a todos!

Sicheng estaba fuera de sí, su progenitor le miraba con una sonrisa cínica, Yuta lloraba en silencio. Continuó gritando todos los despropósitos que se le pasaron por la cabeza, estaba harto de ser dañado, de ser la víctima en todas las situaciones; por una vez, quería ser fuerte. No pudo, no pudo vencer a los demonios que le rodeaban, su padre no tenía corazón.

— Disparadle, tu madre debería haberte abortado pero prefirió gastarse el dinero que le di en alcohol. — Gruñó el señor, todos empuñaron sus armas. Dispararon. Sicheng cerró los ojos esperando a morir pero, nada de eso pasó. Cuando sus pupilas enfocaron la imagen, encontraron a un muchacho pelirrojo en el suelo, sangrando por diversas heridas de bala. Yuta se había sacrificado por él.

— ¡No! Yuta, Yuta mírame, por favor. — Lo cogió en brazos, se manchó toda la ropa del líquido carmesí que emanaba el cuerpo del ajeno. Sus lágrimas manchaban el rostro del mayor, éste solo sonreía con tristeza, iba a dejar al amor de su vida sin protección pero, lo había salvado. — Te amo, siempre lo he hecho. No me dejes ahora, no me dejes nunca. Me lo prometiste. . ¡Yuta!

El chino estaba llorando, hundió su cabeza en el pecho del ajeno mientras con sus manos tapaba las heridas que tenía, no quería que perdiera sangre así que estaba aplicando todos los conocimientos que había adquirido en las películas para que durase más. Estaban los dos solos, todos se fueron, ninguno le importaba a nadie pero ellos se amaban con fuerza, con todo su corazón.

— Winko. . Te amo, siempre has sido mi razón de ser. — Esas palabras hicieron que nuestro pequeño protagonista llorase más fuerte. Agarró el teléfono en busca de una ambulancia, lloraba tan fuerte que no lograban entenderlo. El japonés le retiró el teléfono, se puso a acariciar su mejilla mientras observaba sus facciones. — Venga, no llores. Todo estará bien.

yuwin ; daddy issues.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora