Parte 1

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El viento marítimo azotaba fuertemente las velas del Copa Blanca, estaba situada en la proa del buque observando el horizonte, la tripulación festejaba el último saqueo con entusiasmo; el barullo de los hombres, al chocar sus jarras con bebida se esparcía por toda la cubierta creando un ambiente alegre y victorioso. Los barriles de ron eran los últimos que quedaban en la bodega; ya llegaríamos al próximo puerto en menos de una semana y con nuevas monedas para comprar más. Mis pensamientos administrativos fueron apagados con los pasos del maestre Billy, un ex esclavo que salvé 4 años atrás en dominicana, al que ahora tengo como mi mano derecha. 

Giré el cuerpo quedando frente a su figura enorme, traía consigo dos vasos de aguardiente, uno de ellos para mí, acepté gustosa y complacida

 - La tripulación está contenta- informó, situándose a mi lado

 - Treinta días en altamar sin ver un barco o buque mercante, apuesto a que sí.- respondí sabiendo que habían sido días duros a base de agua putrefacta y carnes malolientes.

 - No te veo muy relajada- - No se puede bajar la guardia, y menos cuando todo sale bien. Llegaremos a puerto español pronto.

 - ¿Crees que los ingleses ya sepan que tenemos el mapa?- pregunta Billy.

 Le dedique una mirada insegura, mi preocupación interna radicaba precisamente en eso.

 Cinco meses atrás atacamos un barco de la realeza con el objetivo de robar el último mapa existente que revela el camino hasta uno de los tesoros más valiosos, que los mitos y leyendas, contadas por los marineros y antaños piratas confirmaban. 

Mi desconfianza para con el exitoso desarrollo de las travesías pasadas en este plazo de tiempo, fue respondida en el momento que el vigía pelirrojo gritó a todo pulmón.

 - ¡Barco a la vista!, ¡barco a la vista!- Billy y yo nos observamos en intervalos de segundos. 

Inmediatamente todos arrojaron sus bebidas al suelo de la cubierta, con la intención de preparase para un ataque

. Subí por el mástil ágilmente hasta quedar dentro de la cofa, le arrebate el catalejo a Andrés para mirar por mí misma, la bandera inglesa ondeaba al compás del viento, pero no fue eso lo que me dejó confusa, sino más bien lo que representaba para mi aquella sirena en la proa del buque. 

Sentí mis ojos achicarse y mi corazón encogerse, rencores pasados afloraron rápidamente de mi interior. 

- ¡Atraquen la nave!, ¡pelearemos, prepárense!- grité a la tripulación. 

Me lancé al suelo agarrada a una cuerda, corrí en medio de los hombres dándole órdenes precisas de atacar, uno a uno sacaban sus arcabuces y preparaban la pólvora de los cañones, el buque enemigo se acercaba velozmente. El primer cañonazo lo recibimos nosotros por haber estado en clara desventaja, odiaba los ataques sorpresa.

 El costado del Copa Blanca voló en pedazos, derribando a la mitad de los piratas al piso por la fuerza del impacto. Una idea cruzó mi mente alumbrando el problema que se nos venía encima.

 Billy encendía la mecha de los cañones junto a cuatro de mis hombres, los demás que se recuperaban de la explosión bajaban las velas. A los restantes los había enviado a esconderse en los recovecos de la bodega.

 Diez minutos de fuego fueron suficientes para que el barco contrario nos abordara; de su cubierta salían corsarios con espadas y otros con armas de fuego, se introducían en nuestro buque mediante la danza de la pelea.

 Deseché mi pistola y empuñe mi espada contra los pechos fornidos de los adversarios, mis hombres peleaban salvajemente con sus rostros y ropas desgarradas en sangre, más, sabia que sus cuerpos no estaban al tope de su energía debido al consumo de alcohol, fatal desventaja que nos llevó a un acorralamiento de los pocos que quedábamos, a mi lado Billy y Andrés jadeaban sudorosos y apresados, los corsarios ingleses apuntaban nuestras cabezas. 

En medio del silencio y la derrota; de su barco salió el capitán. Mis ojos al verlo contemplaron los suyos, azules como el mismo mar, sus pupilas barrieron un recorrido por las caras de todos los apresados, cuando llegaron a mí, sus labios se ensancharon en una perversa sonrisa.

 - Capitana Mary, cuanto tiempo.- habló finalmente Edward Smith, más conocido como el Corsario rojo, su voz era como la recordaba, rasposa y grave.

 - Smith.- pronuncié con odio. 

- ¡Bajen los prisioneros a la bodega y átenlos!- ordenó a sus hombres. Los cuales se dispusieron a cumplir, empujándonos hacia adentro. 

- A ella no. Es la Capitana y tiene algo que me pertenece- nuestras miradas chocaban hasta que quedamos solos.

 - No recuerdo haberte robado nada.- objeté, rió por lo bajo apenas perceptible

 - Le robaste a la reina, es lo mismo.

 - ¡Ya!, ¿y quien va a quitármelo, tú?- avancé unos pasos hasta quedar cerca de él, probándole que ningún hombre podría doblegarme alguna vez.

 Con un ágil movimiento acorraló mi cuerpo contra la puerta de las escalerillas, la hoja de su espada rosaba mi cuello amenazadoramente, con su mano izquierda lanzó mi tricornio al suelo desparramando mi largo cabello, el cual observaba sin disimulo alguno. Aprovechando el desvió de atención moví mi mano hacia atrás buscando el puñal escondido en mi cintura, justo cuando proseguía a enterrarlo en su abdomen un estruendo se escucha al fondo.

 Me mira furiosamente, sabe que ha sido engañado, no lo pienso dos veces y de una patada empujo su cuerpo tirándolo, su espada cae lejos y apunto su corazón firmemente. 

De la bodega se escuchan disparos y ajetreo. Billy sale de pronto y entre los dos capturamos al capitán atándolo al mástil. 

Horas más tardes, después de haber contado los daños y apoderarnos de las pertenecías del enemigo; cada cual descansa en su sitio. 

La noche se acerca y el corsario Smith se mantiene fuerte aún estando apresado, lo observo de frente con mi mejor sonrisa siniestra, mientras izo la bandera pirata en sus narices.

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⏰ Last updated: Jan 27, 2020 ⏰

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