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Miriam se estaba replanteando empezar a dar los abrazos con menos intensidad. No por ella, si no por sus amigos, que se habían acostumbrado a esa intensidad y ahora eran ellos los que cuando la abrazaban, parecía que le iban a dislocar algún hombro.

Cuando era solamente una sola persona, no pasaba nada, ella podía aguantarlo. Pero en ese momento, que se juntaron dos o tres de golpe, en manada, llegó a pensar que podía salir mal parada de ahí. 

Y es que, después del encontronazo con Mimi y Nerea, las tres chicas llegaron a la sala de presentaciones, donde se celebraban todos los actos del Internado, acompañadas de sus dos nuevas vecinas.

Al llegar, había mucha gente por todas partes. Gente hablando, chillando, riendo, sentados en las sillas o formando corros de pie, contándose todas las batallitas de verano. En fin, que un gran alboroto reinaba en esa sala y, por eso, Miriam no lo vio venir.

Más bien no los vió venir, porque de repente se encontró envuelta en cuatro pares de brazos: los de Agoney, Raoul, Miki y Roi.

Sus cuatros amigos se abrazaron con ganas a las chicas después de pasarse tres meses sin verse, y entre risas y besos, los chicos no tardaron en recordarles ese tiempo de ausencia.

-¿No teníais ganas de vernos, o qué?. -refunfuñó Raoul.

-¿Pero qué dices, señora? -le contestó Miriam divertida. Y es que más equivocado no podría estar su amigo. Les había echado de menos a todos ellos. 

-Se pasaron todo el verano sin dar señales de vida. -se sumó Agoney

-Ésta porque estaba en Estados Unidos- señaló Miki a Julia- pero vosotras dos, ¿qué excusa nos vais a dar para explicarnos el por qué de esta desaparición?

Las tres se quedaron calladas. Miriam y Mireya por motivos obvios, pero Julia se hacía la misma pregunta. ¿Qué había pasado ese verano con sus dos amigas?

Por lo que había sucedido en la habitación sabía que no era moco de pavo y estaba algo ansiosa por volver a su cuarto y que la gallega le contase que había pasado. Pero hasta entonces tendría que esperarse a estar solas. Así que, para salvar a sus amigas, decidió desviar la atención.

-Pero ¿por qué les preguntáis a estas dos que han hecho, si se han pasao' todo el verano en el chalet de Mireya? Preguntadme a mí, coño, que he estao' en tierras yankies y tengo cosas más interesantes pa' contar.

Y sin dar opción a que nadie dijese nada más, cogió a Agoney y a Raoul del brazo y se dirigió hacia unas sillas libres para coger sitio.

La chicas suspiraron aliviadas por la rápida intervención de su amiga. Gracias a ella, el silencio no había durado más de dos segundos y, encima, la interrupción de Aitana sirvió para despistar del todo a los otros dos chicos que aún estaban esperando respuesta.

-Oye chicas, ¿y ahora qué hay que hacer?

Las dos chicas nuevas se habían mantenido al margen mirando con interés todo lo que les rodeaba, y se sentían desubicadas al no saber que tenían que hacer en aquella sala.

-¡Anda! ¿Y ellas de dónde salen? -preguntó Roi, intrigado.

-Son nuestras nuevas vecinas. -Miriam estaba realmente aliviada cada vez que pensaba que ese año tendría un curso tranquilo.

Y como un nuevo juguete, tanto Roi como Miki se centraron en ellas, haciéndoles mil preguntas que a Miriam les dio pereza escuchar.

A los pocos minutos, todos estaban sentados y hablando de alguna banalidad tonta de la cual la gallega no estaba pendiente. Ella estaba a su mundo, mirando a los demás interactuar. Como ella misma diría, se estaba yendo a Albacete.

Te quiero lejos, pero...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora