Prologo

7 0 0
                                    


A lo largo de una vida se atraviesa por varias muertes, la muerte de muchas maneras forma parte de nuestras vidas, vamos superando etapas, a lo largo de varios ciclos que se caracterizan por tener diferentes enfoques. Lo que ayer era una verdad, hoy no es más que el recuerdo de algún loco ideal, lo que ayer era un gran amor, mañana será superado por otro aún mayor. El impulso de avanzar en el tiempo, la biología y las circunstancias que rodean a cada ser, lo harán único, irrepetible. Siendo así, la herramienta del lenguaje que hemos heredado es un arma que debemos empuñar a la hora de luchar contra el paso del tiempo, es una manera de alcanzar la inmortalidad y al mismo tiempo dejar una enseñanza para quienes puedan acceder a la base de datos de las experiencias de otros seres humanos que han pasado por el mundo.

Ahora, me propongo dejar las mías en una serie de escritos que tienen el fin de plasmar de alguna manera mi forma particular de ver la vida, los sabores y sin sabores que nos hacen quienes somos.

Nací en Buenos Aires, en el mes de noviembre del año 1975, de pequeño habitaba una gran casa al final de un largo pasillo. A los siete años, me mude con mi madre a una provincia al noroeste del país llamada Tucumán, en donde pase los años mas felices de mi primera vida. Estudie en escuelas y universidades públicas, desde temprana edad, mi madre me inculco el gusto por las letras, los libros y la música clásica, (curiosamente escogí una carrera en ciencias y matemáticas) también que participara en actividades al aire libre y cualquier deporte, cosa que durante algunos años le trajo varios dolores de cabeza. Mi primera vida termino, al regreso del servicio militar, momento en el que decidí que debía ser cuando menos, un hombre independiente y empezar a poner en practica todas las enseñanzas que en aquellos primeros dulces años recibí.

Renací en un mundo nuevo, repleto de responsabilidades y sazonado de fiestas locas, fines de semana interminables con amigos entre guitarras y parrillas, sexo salpicado de algunos amores pasajeros y otros no tanto, viajes y por que no algo de peligro.

En esta etapa, conocí la vida cara a cara, aprendí a caminar por el mundo, a veces volando libre por el cielo y otras arrastrándome por el infierno, el camino me llevó a una nueva muerte y resurrección en el año 2003.

En esta ocasión, me encontró dejando todo atrás para embarcarme en una vida nueva lejos de mi tierra, mi familia y mis amigos, para intentar insertarme en un mundo desconocido, con nuevas expectativas y muchos sueños. Catorce años de vivir y casi tres de agonizar.

La última parte de esta agonía trajo consigo muchas enseñanzas de la fuente menos esperada. Cuando ya me había rendido y sentía que el final definitivo llegaría lentamente sin más opción que solo esperar, apareció un ángel de esos que solo aparecen en los momentos cruciales para levantarte y echarte a andar, para luego desaparecer de la misma forma que llegaron. Yo la llamo la otra parte de mí, tan similares, pero tan distintos... La amé tan intensamente como fugaz fue su paso y en ese proceso me ayudo a morir una vez más.  

No me voy a detener a lo largo de estas historias en mis vidas pasadas, ya que el día del fin de año de 2019, decidí después de una larga agonía, llegar a un nuevo final...

Cada final no es mas que un nuevo comienzo.

SemanarioWhere stories live. Discover now