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Cada día me enteraba de algo nueva sobre el planeta, sobre la partida, sobre el viaje. La información iba llegando despacio, al azar de las reflexiones. Fue así como, el tercer día, conosi el drama de los baobabs. Esta vez fue nuevamente gracias al cordero, porque al principito me interrogo bruscamente, como quien tiene una duda grave:

-¿Es verdad que los corderos comen arbustos?

-Si. Es verdad.

-¡Ah! Estoy contento.

Yo no entendí porque era tan importante que los corderos comiesen arbustos. Pero el principito agrego:

-¿Quieres decir que se comen también a los baobabs?

Le hice notar al principito que los baobabs no son arbustos, sino arboles grandes como iglesias y que, si llevara con el toda una manada de elefante, esa manada no alcanzaría a terminar con un solo baobab.

La idea de una manada de elefantes hizo reír al principito.

-Habría que ponerlos uno arriba de otro...

Pero comento con sabiduría:

-Los baobabs, antes de crecer, empiezan por ser chiquitos.

-¡Exacto! ¿Pero por que quieres que tus corderos se coman a los baobabs chiquitos?

Me contesto <<¡Bueno, vamos!>>, como si tratara de algo evidente. Y tuve que hacer un gran esfuerzo de inteligencia para comprender el problema por mi mismo.

En efecto, en el planeta del principito había, como en todos los planetas, hierbas buenas y hierbas malas

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En efecto, en el planeta del principito había, como en todos los planetas, hierbas buenas y hierbas malas. En consecuencia, había buenas semillas de buenas hierbas y malas semillas de malas hierbas. Pero las semillas son invisibles. Duermen en el secreto de la tierra hasta que a una de ellas le llega la fantasía de despertarse. Entonces se estira y hace brotar hacia el sol, tímidamente al principio, un encantador tallito inofensivo. Si se trata de un tallito de rábano o de rosal, se lo puede dejar crecer a su antojo. Pero si se trata de una mala planta, hay que arrancarla enseguida, en cuanto se la reconoce. En el planeta del principito había semilla terribles.... eran las semillas de baobabs. Infestaban el suelo del planeta. Ademas, si uno ataca al baobab demasiado tarde ya nunca puede liberarse de el. Ocupa todo el planeta. Lo perfora con sus raíces. Y si el planeta es demasiado pequeño, y si los baobabs son demasiados, lo hacen estallar:

 Y si el planeta es demasiado pequeño, y si los baobabs son demasiados, lo hacen estallar:

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<<Es una cuestión de disciplina>>, me decía mas tarde el principito. <<Cuando uno termina de lavarse y arreglarse a la mañana, hay que ocuparse de arreglar y limpiar cuidadosamente todo el planeta. Hay que obligarse a arrancar regularmente los baobabs en cuanto se los distingue de los rosales, a los que se parecen mucho cuando son muy jóvenes. Es un trabajo muy aburrido, pero muy fácil>>.

Y un día me aconsejo que me esforzara por conseguir un buen dibujo, para hacer entrar el problema en la cabeza de los niños de mi mundo. <<Si viajaba algún día, me decía, les podrá servir. A veces no hay problema en dejar un trabajo para mas tarde. Pero, si se trata de baobabs, es siempre una catástrofe. Yo conosi un planeta habitado por una persona perezosa. Descuido tres arbustos....>>.

Y, bajo las indicaciones del principito, dibuje este planeta que ven aquí

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Y, bajo las indicaciones del principito, dibuje este planeta que ven aquí. No quisiera por nada adoptar un tono moralista. Pero el peligro de los baobabs es tan poco conocido, y los riesgos que corre alguien que se extravié en un asteroide son tan considerables , que, por una vez, hice una excepción a mi reserva. Digo: <<¡Niños! ¡Cuidado con los baobabs!>>. Si trabaje tanto en este dibujo, es para advertir a mis amigos de un peligro al que han estado expuestos desde hace mucho tiempo, como yo mismo, sin conocerlo. La lección que estoy dando vale la pena. Ustedes se preguntaran quizás: ¿por que no hay en este libro otros dibujos tan grandiosos como el dibujo de los baobabs? La respuesta es muy simple: lo intente pero nunca lo conseguí. Cuando dibuje los baobabs me sentía impulsado por una sensación de urgencia.

 Cuando dibuje los baobabs me sentía impulsado por una sensación de urgencia

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el principito de antoine de saint, exuperyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora