Una tardía respuesta

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Varios miles de años habían pasado desde aquella primera botella arrojada al océano cósmico. De hecho, hasta había quienes creían que el disco enviado con la Voyager y su mensaje era una especie de mito que se tenía del homo sapiens a modo de suvenir de la antigua especie humana.

Por supuesto que aquel hecho era totalmente verídico, pero ni siquiera lo recordaba. Ya nadie lo hacía, hacía varios años que aquella conspiración de si el humano había efectivamente enviado un mensaje en un disco de oro al espacio exterior había perdido importancia. Los conspiradores habían ganado, aunque no les importó porque con el tiempo se aburrieron de que sus teorías no fueran escuchadas.

Lo que es cierto, es que la investigación del cosmos había ido perdiendo importancia. Los humanos, antes de dar el gran salto en la escalera evolutiva habían conseguido de la ciencia lo que a la mayoría de la gente les interesaba. A muy pocos les importó que las preguntas existenciales del ser humano todavía estaban sin responder.

La tecnología había permitido lo que en un principio nos vendieron como una utopía. Cuando surgieron los primeros implantes de chips de comunicación neurocuántica en los humanos, no fue tan evidente. El nuevo sistema era simple, pero tan revolucionario que cambió la forma de vida de toda la civilización.

Todos tenían acceso gratuito al tratamiento, quienes podían pagarlo dedicarían sus casi infinitas vidas al ocio y quienes no, podrían vivir cien años sin tener que trabajar, a cambio de dedicarse el resto de sus vidas a mantener la nueva sociedad.

Nadie hubiese accedido al tratamiento gratuito si se lo hubiesen puesto en esos términos. Pero cuando los que no tenían los recursos para adquirir la nueva tecnología vieron que solo iban a tener que esperar cien años luego de la operación para disfrutar de casi una eternidad de conexiones libres, se anotaron de inmediato.

Claro está que no supieron ver que lo que ellos conocían como trabajo estaba por desaparecer, para ser reemplazado por una nueva forma de intercambiar riqueza. Ya no tendría valor vender el tiempo de trabajo, porque a todos les sobraría. Una vez todos los seres humanos pasaron a ser capaces de sobrevivir durante varios centenares de años gracias a la nueva tecnología, no era el tiempo lo que faltaba si no quienes pongan sus cerebros a disposición de las computadoras. La nueva moneda eran las transmisiones de información, que ya no se realizaban mediante conducción si no mediante enlaces neuronales entre personas.

La computación cuántica y el electromagnetismo se habían fusionado con la computación neuronal. Con solo pensar en un objetivo, los nuevos humanos-ciborgs, eran capaces de activar un algoritmo que ejecute las acciones necesarias para materializar el pensamiento con la perfección ya conocida de la informática. No era necesario aprender cómo funcionaba el cuerpo humano para hacer todo lo necesario para mantener el organismo con vida, de eso se encargaría el programa cuando el cerebro piense en sobrevivir. Tampoco era necesario ir a lo que antes se conocía como "trabajo", unos minutos para ejecutar los planes correspondientes y las máquinas harían el resto.

Quienes habían adquirido la nueva tecnología de manera gratuita, pasarían sus largas vidas sin saber que sus cerebros eran esclavos de las computadoras, que usaban la sinapsis neuronal para enviar y recibir las encriptaciones de los algoritmos que controlaban las máquinas. Como su capacidad de procesamiento estaba destinada a ser el combustible de las nuevas comunicaciones, el uso de su inteligencia con fines racionales era casi nulo.

Durante los primeros cien años casi todas las personas siguieron su vida normalmente, trabajando para poner en funcionamiento el nuevo sistema. Cuando comenzaron su período de conexiones libres, ni les molestó que nada tuvieran éstas de libres. Sus pensamientos propios eran triviales, porque ya nada los preocupaba. Sus chips se limitaban a sobrevivir y a realizar las cuentas de los que habían pagado el tratamiento, como si de calculadoras se tratase. Estos últimos tenían así capacidad de procesamiento libre, pero que malgastaban compartiendo fotos de las comidas que sus robots les preparaban. Sus cerebros si podrían haber evolucionado, pero la recompensa de dopamina por disfrutar una vida placentera era tal, que se aplacaron como músculos de ancianos.

Los algoritmos de los chips podían resolver toda clase de problemas, pero sólo si previamente ya habían sido resueltos y "enseñados" a los algoritmos. Después de todo los comandos ejecutados por los pensamientos de los ciborgs solo eran producto de una inteligencia artificial que requería aprender de la solución para luego resolver el problema. En su defecto, analizaría todos los posibles desenlaces y optaría por convertir el problema en uno que luego sepa resolver. Pero desde luego que un ciborg no podría responder algo que un homo sapiens tampoco pudiese.

Los chips de los ciborgs gratuitos estaban diseñados para que sus cerebros no puedan corromper la señal que recibían ni los comandos que ejecutaban a partir de la misma. Tampoco podrían siquiera interpretar la señal por medio de sus cerebros. Aunque no lo sabían, sus cerebros solo se limitaban a operar la inteligencia artificial que ejecutaría una solución ante cada situación que servía como disparador.

Es por este motivo que muchos otros pensamos que unirnos con la tecnología hubiese sido una utopía, de no ser por que las personas que la tenían a disposición la usaban para vivir de vacaciones y las que no, se veían en la necesidad de convertirse en esclavos cuya función no es más que la de un cable. No teníamos los medios para pagar el chip, y necesitábamos lo único que los mantenía humanos, poder pensar libremente. Sin que nuestro cerebro se encargue solamente de orquestar las máquinas, ni de subir las fotos de algún famoso a internet.

El implante del chip desde luego que no era obligatorio, porque la sociedad estaba acostumbrada a que lo que era obligatorio era malo. De esa forma no iba a parecer atractivo y nadie lo haría voluntariamente. Pasado el tiempo de implementación, los pocos que seguíamos "trabajando" nos dedicábamos a, en nuestros tiempos libres investigar aquellas preguntas que el homo sapiens no había podido responder, y que, por cómo habían transcurrido los primeros años luego de la implementación, tampoco responderían los nuevos seres homo-ciborgs. Nos mantenían con motivación preguntas como: ¿Está el ser humano solo en el universo?

La pregunta era sencilla, pero temíamos que la respuesta sea más sencilla aún; "No estamos solos en el universo, si no que no hay civilizaciones que quieran buscarnos ni ser encontradas, porque se conformaron con autoabastecerse." Lo cual para nosotros era el pensamiento que había adoptado la sociedad actual, el cual nos conduciría inevitablemente a la extinción, ya sea por agotamiento de recursos naturales o por la simple muerte de nuestra estrella.

Ni todo el tiempo del cosmos alcanzó para procesar un siguiente paso al comando que activó las máquinas del departamento de defensa mundial bajo los protocolos de defensa. Estas esperaban una orden y ningún ciborg pudo procesar una respuesta.

Si bien la señal fue intentada procesar por un ciborg gratuito, el disparador había sido generado por un alto rango del departamento de defensa mundial. Este, prácticamente no tenía conocimiento de la situación porque había dejado que el algoritmo se encargase de todo. Con solo pensar en la situación que se le había presentado y enviar la señal a un ciborg gratuito, una resolución debería de haber sido procesada por la inteligencia artificial incorporada en su chip. Había enviado la señal, mediante conexión neurocuántica. Era un mensaje cuyo significado desconocía, salvo por la canción "Here Comes The Sun" de Los Beatles que desencriptó de la señal, por lo que no le dio mucha importancia, y la compartió en sus redes sociales.

Una Tardía RespuestaWhere stories live. Discover now