Capítulo XXXV (FINAL)

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La condesa respiraba pausadamente tratando de mantener la calma. La venda en sus ojos le imposibilitada la vista y sus pies y manos se encontraban fuertemente atados. La posición comenzaba a generarle molestia; estaba de rodillas con sus glúteos reposando en sus talones y el tronco inclinado a cuarenta y cinco grados del suelo. Cada vez que se intentaba mover era golpeada con una fusta que la hacía enderezarse.

La persona que estaba haciendo eso iba a arrepentirse. Era evidente que no sabía con quién se estaba metiendo. Mordió la mordaza para contener la rabia. Tocaba esperar.

Sabía que su esposo y su hijo no se quedarían de brazos cruzados.
Alzaron su torso. La venda fue retirada de sus ojos y parpadeó varias veces para acostumbrarlos a la luz de las velas. Toda la habitación estaba llena de ellas.

Escudriñó con la mirada todo a su alrededor. Había una persona frente a ella con una máscara veneciana blanca cubriéndolo el rostro.

—¿Quién eres tú? ¿Qué quieres?.

La persona frente a ella llevaba un kimono azul oscuro, se dedicaba a mirarla sin decir nada ni moverse, llegó a pensar que era una estatua hasta que vio si pecho bajar y subir con calma.

Iba a volver a preguntar pero se detuvo cuando el sujeto alzó su mano, la posó sobre la máscara y comenzó a retirarla lentamente.

Sus ojos se abrieron desorbitados al verla, con su sonrisa fría y escalofriante surcar su rostro y su mirada de victoria.

—No creo que hagan falta presentaciones o motivos, ambas sabemos quién soy y qué hago aquí.

—Tú…sabía que no planeaban nada bueno desde el principio. Debí impedir que te casaras con mí hijo cuando tuve la oportunidad— la miró abajo hacia arriba y sonrió con desprecio—. ¿Acaso guardas algún parentesco con esa mojigata?— Úrsula empuñó sus manos—. Por supuesto que sí— se respondió a sí misma—, si eres idéntica a ella.

—Soy su hija— su sonrisa se desfiguró debido a la estupefacción—. Soy la hija de la genuina condesa de Rutland con su esposo— dio dos pasos hacia ella y se inclinó a su altura—. Lamento decirte que ni el accidente, ni el golpe letal que le diste en la cabeza a mí madre, lograron acabar con ella— sonrió con sorna—. Por eso hoy he venido a mostrarte la forma correcta de no dejar cabos sueltos.

La mujer no se inmutó, la observó con furia contenida y apretó su mandíbula sabiendo a lo que se refería.

Úrsula se enderezó y le dio la espalda. Inmediatamente una persona con un kimono color borgoña entró a la habitación con una especie de estuche rectangular angosto y fino.

°°°°°

—¿De verdad es aquí?— Patrick contempló la casa abandonada y viejos recuerdos lo embargaron.

—Justicia poética— dijo Lady Margaret mientras caminaban hacia la puerta de entrada.

Bari no comprendió hasta que su padre lo miró y le dijo:

—Compré esta casa para vivir con Lady Madeleine. Luego de su muerte no quise saber nada de este terreno, pero tampoco quise deshacerme de ella— relató mientras subían las escaleras. Le echó un vistazo a la duquesa con el ceño fruncido—.¿Cómo Úrsula—

—Ha vivido toda su vida para esto. Así que lo sabe todo— respondió sin detenerse.

Patrick bajó la mirada lamentando que todo haya terminado de aquella forma.

Bari se mantuvo callado todo el trayecto. Erick—quien había acudido por petición de su primo y su tío— se lamentó de toda aquella situación. De cierta forma, sintió algo de culpabilidad al hacerse de la vista gorda todo ese tiempo e ignorar sus instintos.

ÚRSULA (SAGA:Feme Fatale #1)Where stories live. Discover now