33. 🌕

19 1 2
                                    

Llegan días nuevamente, en los que mis cobijas son mis mejores amigas.
Donde estar tapada y en silencio, son el mejor refugio.
Y no hablo de un clima frío, sino de mis propios vacíos.

Y pasan los días, y menos quiero salir de casa. El patio es extenso, hay mucho verde, me subo a una silla y saco los higos maduros del árbol, para que luego mamá los haga mermelada. Creo que la niñez perdida se apodera de mí en momentos poco oportunos, cuando debería estar pensando en dónde caeré muerta, en mi futuro.

Y no extraño a nadie. Ni a mis amigos, y cuando me dicen "hola" hasta siento cansancio de responderles. Siento pereza de entablar una conversación, siento que me vuelvo una ermitaña, y pienso en si eso está bien o mal. La soledad es adictiva, y me doy cuenta que cada día me gusta más de lo normal.

No tengo ganas de salir a pasear, y si me avisan aunque sea con una semana de anticipación, la ansiedad se apodera de mi, porque no quiero abandonar este calor. La costumbre se vuelve adictiva, la comodidad se vuelve mi mejor amiga.

Siento pereza, vagancia, y siento vacío. Y siento que ya no siento nada. Pero es una contradicción, porque al menos reconozco, que parezco des -sentir.

Sé que no va a durar mucho, porque me obligo. Y me pregunto si está bien obligarme a salir sin ganas. Y sé que en el fondo sí, cuando se tratan de amigos que me hacen caer en la realidad amarga. No hablo de algo negativo, sino de su día a día, esos que ellos salen cada día a trabajarlo, y que yo aún no puedo ni siquiera mantenerlo.

Pero sé también que quiero escribir, y escribir muchas cosas de todo tipo, y quisiera poder vivir sin sentir el miedo, y pienso en la abundancia de lo que ya tengo, y en el hoy, el único presente latente.

Y no hay mañana, no sé si despertaré viva siquiera, no sé si saldrá el sol o si despertaré en medio de una guerra. Pero quiero poder decir cada día, que hice algo que amaba, y eso es escribir; aunque escribiendo muera.

Un par de lágrimas caen, pero son de desahogo, porque me doy cuenta que nada me pertenece. Ni siquiera me pertenezco a mi misma. Y tampoco quiero pertenecerle a nadie.

Es una sensación ausente, es como flotar en el aire. Porque quisiera no tener cuerpo, sino ser sólo alma y en el universo mecerme. Quisiera volver a ser un bebé, quizá algo mucho más prematuro a eso, quisiera volver a ese vientre que contiene y alimenta, quiero muchos "quisiera". Pero en eso quedan, en deseos utópicos. Porque nada vuelve atrás. Porque parte del proceso es madurar.

Pero siento que no hay más allá. Siento que quiero sólo estar más acá.
Y poder aferrarme con los pies a la tierra, y forjarme una estabilidad.

Siento o quiero sentir algo, que no sé si existe, aunque si lo creo y siento, entonces quizá exista.

Aunque el sentir por sentir nada bueno trae si no lo pongo en práctica.

Y ya no sé ni cómo practicar, porque estoy cansada, porque miro al cielo y pienso siempre en algo más allá, y olvido este presente, y ya no vivo acá.

Siento que no, no pertenezco a esta Tierra.

Tiene que ser otro lugar, algo más fluido, menos denso y más voluble, donde la gravedad no sea tan grave, donde mi cuerpo se sienta más liviano y mis desvaríos tengan respaldo.

Siento que puedo pertenecer a algo más hipnótico e intuitivo, a algo que refleja y proyecta, algo como el agua.

Tal vez soy un pedazo de la Luna, caído del cielo, funcionando como espejo, en este mundo desparejo.

Soy el espejo al que nadie se quiere ver, porque puede mostrarte cosas que no querés.

Soy el espejo que en todos rebota, y a mi también, me cuesta ver...

Que hoy soy humana, pero con el alma, por mil planetas ya pasé.

🌕👽🌕

Poesías y Poemas, de Alegrías y Tristezas 🌙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora