Capítulo 2.

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Domingo, 12 de Noviembre.
11:00am

-¡Qué pesada, María! Dame 5 minutos más- Natalia dormía plácidamente cuando su amiga María Villar entró a su habitación, se montó a horcajadas sobre su culo (ya que ella dormía boca abajo enredada en las sábanas) y se meneaba gritando una guarra canción de trap.

-Al ataque, caballito- calbagaba imaginariamente María sonando como una cría de seis años, encima de las nalgas de su compi.

-Bajate, déjame dormir, coño, que es Domingo. No hay trabajo- suplica cansada de soportar las idas de olla que María acostumbraba a presentar.

-Morsa, que con los chicos hemos decidido ir a una excursión y me mandaron a por ti- explicaba la de cabello largo y rubio. -Hicimos esto con los palillos chinos del que le toque el más corto, pierde y tiene que venir a tu pisito y despertarte. ¿A qué no adivinas quién perdió?- María iba a ser el ademán de continuar parloteando hasta agotar la paciencia de su amargada amiga pero ella como respuesta la tiró al suelo mientras se desperezaba. Esa sonrisa sinica característica en Natalia posó en sus labios. Y María conocedora le sacó el dedo del centro mientras se levantaba sacudiendo un polvo inexistente de sus nalgas, quienes recibieron el golpe.

-Serás hija de puta. Donde me vuelvas a tirar así te vuelo la cara de un guantazo- advierte ahora la rubia sin borrar el estado serio de su rostro.

-Llorica- es todo lo que contesta Natalia, que ante su mirada impaciente, se para de un saltón y se encamina al baño para asearse.

-¿Excursión dijiste?- pregunta desde la ducha. María que se encontraba recostada del lavabo dentro del tocador vigilando que ella acelerase su ritmo parsimonio, emite un sonido afirmativo.

-No me estoy excusando, mary jane...- La rubia intuía que iba a salir cabreada, pues Natalia usaba el apodo de "Mary Jane" sólo cuando quería salirse con la suya.
-Pero... tengo una cita. Y no voy a faltar para ir a una excursión con ustedes. ¡Lo siento!- exclama para a continuación soltar un bufido que María también supo interpretar como sarcasmo.

-Cabrona, ¿y si sabías que tenías una cita y no podías faltar, por qué mierda me dejaste aquí como acompañante de duchas?- la pregunta fue retórica, ellas llevaban siendo amigas desde que a penas caminaban, eran unos bebés y desde entonces son inseparables. Sin embargo, sus aptitudes distaban de ser similares, María amaba la cerveza, salir, conocer gente nueva, hacerse notar en un lugar. Mientras que Natalia es introvertida, un poco siniestra, perfeccionista, metódica. Ni en la edad coincidían porque la rubia le sacaba 4 años más, sólo en edad, en altura era otro rollo. Y bueno, se amaban, se amaban muchísimo.

-Te quiero, darle mis saludos a los chicos- dijo finalmente Natalia, quitándose los restos del jabón de la espalda.

-Que te jodan, Lacunza- grita María desde la salida dando un puertazo estruendoso fingiendo enfado.

-Ojalá me jodan. Ojalá- susurra la morena alta, sonriendo como el mismísimo Joker.

2:50pm

Después de bañarse ese día, Natalia usa como pijama una tanga y una camisa ancha que cubre sus muslos. Desayunó yogurt con cereal de arroz y ahora entrada la tarde su estómago exige un almuerzo digno, se levanta del sofá pulcro de cuero negro para hacer unas tostadas con salmón y queso crema.

Las tardes son infinitas en su modesto piso. Contaba con dos habitaciones, un baño, una cocina pequeña y una sala-comedor, no era lujoso pero era suyo. Una de las habitaciones no se habitaba, ella guardaba allí "tesoros". Rutinariamente se asegura de esconder la llave en una alfombra debajo de su propia cama. ¡Una paranoica de alto nivel! Nadie en sano juicio se atrevería a tocar sus pertenencias sin consentimiento, ni siquiera María.

Natalia a lo largo de los años se protegió bajo una coraza, no la típica apariencia de tía dura, no. Sencillamente su aura perturbadora fluía con naturalidad, si sus amigos la invitaban a salir, ella iba. Pero gozaba muy apartada de ellos... No bailaba tampoco ni bebía alcohol, normalmente, una noche de pasada con su gente se reduce a observar, analizar, juzgar y callar. Rarita, intensa, Natalia Lacunza.

-Jolín, qué aburrida estoy. Al final debí aceptar lo de la mary- se lamenta y pone un puchero para nadie en realidad. Es evidente que la cita fue sólo una excusa para zafarse. Estaba más sola que una seta.

-A ver, Nata, vamos a inventarnos alguillo. Entre nosotras podemos hacerlo divertido- sigue fluyendo una conversación con ella y su loca cabeza.

-Persigue a un extraño, toma fotos y publicalo en las redes sociales fingiendo que tienes un enamoramiento callejero- la risita nasal que le sale es tan ridícula que tumba su cabeza en lo alto del sofá. En efecto, iba a terminar con demencia.

-Ya, a tomar por culo- dándose ánimos caminó hasta su armario, se puso un chándal negro, unas zapatillas deportivas, una sudadera (porque el frío invernal llegó a la ciudad), y salió por su portal.

Tenía coche, pero para llevar a cabo su plan de espiar desconocidos no lo necesitaba, así que utilizar la bicicleta de su anciana vecina Verónica, le pareció una opción viable.

-Es prestada, la delvoveré intacta- prometió en voz alta. Salió rodando el pedal del vehiculo en el Parking.

Unos cuántos habitantes del edificio la miraban disimuladamente, Natalia pocas veces se dejaba ver, pero era prudente salir en arranques como los de ese día, sus vecinos la tachaban de "psicótica" a pesar de que ella nunca les dio un motivo para avivar esos rumores. Puede que alguna vez se involucró en actos vandálicos como dejar que lanzarán bombas lacrimógenas dentro del edificio porque apoyaba las huelgas. Puede también que una vez haya aparecido con manchas de sangre en aquella jersey blanca (su favorita) y para concluir no negaba ni afirmaba que fue ella quién una noche en la estación del tren, el infortunado guardia de seguridad de los pisitos: la pilló dándole una golpiza a un joven pijo del que no recuerda el nombre ni porqué se le antojó molerlo a puñetazos.

-Sociopata- cuchicheó alrededor un señor alto, moreno, bien vestido, que Natalia reconoció como Gerald, el dueño del departamento número 15.

-Donde vuelva a escucharle decirme: "sociopata", le extraigo los dientes con una pinza- amenaza la morena y pedalea más rápido para huir del panorama que no pintaba maravillas.

-Me carcomen las ganas de rociarles gasolina y prender fuego- refunfuña la aludida camino al parque El Retiro.

Invisible Veneno | (Albalia)Where stories live. Discover now