Mi nombre es Tae Min

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—¿Por qué no tiene marcado el ascensor el piso 13? —preguntó al mirar la escala de números; del 12 pasaba al 14 salteándose el número de la mala suerte. 

—Supersticiones vanas —rechistó—. Hasta aquí lo acompaño —dijo cuando las puertas se abrieron en el piso decimocuarto. 

—Gracias —saludó el escritor antes de abandonar el cubículo de metal. El lugar tenía una decoración barata y sencilla; el color rojo mandaba a la hora de elegir cortinado y objetos decorativos. Se escuchaban ruidos provenientes de otras habitaciones, ruidos de sexo y ésto incomodó un poco a Min Ho. Caminó buscando el número 1408, no tenía muchas expectativas a decir verdad, su personalidad ya era así. Al llegar tocó la puerta, como advirtiendo que iba a entrar pero no obtuvo ninguna respuesta; ni un misero ruido. Metió la llave en la cerradura y notó una anomalía en la inclinación de la puerta; estaba ladeada hacia la derecha. Torcida. Sin darle tantas vueltas giró el picaporte y entró. 

—¿Hola? —dijo para hacer notar su presencia en aquella habitación pero nadie parecía estar dentro de ella. Min Ho estiró sus labios en forma de puchero y recorrió el campo. La ambientación no era muy moderna, pero estaba bien cuidada. Contaba con un baño, un cuarto donde estaba la cama y otro cuarto que hacía de recepción. Caminó por uno y por el otro pero no había rastro de nada ni nadie. Suspiró cansado y dejó su bolso sobre la cama, se quitó su campera  y contempló una pintura de un barco sobre un mar turbulento que yacía en la pared arriba de la cama. Tocó por encima de su pantalón la parte de su miembro viril, por alguna extraña razón sentía calor. 

—¿Quieres que empecemos ya?—. Alguien dijo detrás suyo, una voz que no era la del gerente Kim o la de la recepcionista que lo recibió al principio. Se dio vuelta despacio dudando un poco en lo que iba a hacer pero a esas alturas daba igual si tenía que pensar mucho. 

—¿Tú quien eres?  —dijo Min Ho si mucho tacto, lo que tenía frente a sus ojos era quizás lo más bello que en su vida habría podido ver. Un joven rubio, con ojos verdes, labios carnosos más que los suyos, tez pálida y un espíritu juvenil de aproximadamente 20 años se le presentó de la nada. Apoyado sobre el umbral que separaba la parte de la cama con la recepción. Éste llevaba puesto unas botas negras, un pantalón de cuero del mismo color y una remera de red dejando expuesto su vientre, pecho y cuello. Todo mantenía su color pálido y Min Ho juró que aquello que tenía frente suyo iba a disfrutarlo.

—Mi nombre es Tae Min y seré lo que quieras esta noche.

—¿Tae Min? lindo nombre. Yo soy Min Ho es un placer —dijo seductor, se inclinó un poco haciendo una reverencia por educación. El otro se acercó y estando muy cerca del huésped le sonrió.

—Eres guapo —alagó el de cabellos rubios. 

—No más que tú Tae... 

—Min —interrumpió— ¿a qué jugamos primero?

El chico se sentó en la cama, estirando su cuerpo hacia atrás apoyó los brazos para no caerse. Pegó una mirada pícara hacia su cliente, si así podía denominarse, y esperó que el otro le respondiera rápido porque anhelaba hacer muchas cosas con él esa noche. 

—Soy un poco novato en ésto —indicó el escritor.

—¿Eres virgen? 

—No, claro que no. Sólo que experimenté siempre lo tradicional...

—Oh, vamos amor no te pongas tímido justo ahora—. Tae Min había dado el primer paso, se inclinó hacia delante agarrando con sus manos la cadera de Min Ho para acercarla un poco más a él, aunque tampoco había tanta distancia, y con delicadeza bajó la cremallera del pantalón. Dedicó una fugaz mirada hacia el rostro del otro y notó un poco de nerviosismo, pero también excitación y adrenalina. El rubio se mordió el labio inferior y de un tirón bajó ambas prendas que se deslizaron por las piernas del escritor hasta llegar al suelo. Las manos de aquel misterioso hombre se desplazaron hacia arriba buscando tocar la parte de su abdomen pero también con la intención de quitar aquella estorbosa camisa. Sin antes realizar ésto utilizó su lengua para recorrer el falo de Min Ho; un solo toque bastó para poner al pelinegro con los pelos de punta. No supo si fue el húmedo miembro de Tae Min tocando la punta de su miembro lo que lo hizo estremecer o el calor del momento y del lugar que lo tenía aturdido. 

Min Ho decidió actuar, sostuvo con sus manos los cabellos del otro quien además de dedicarse a sacar su camisa tocaba su piel con esos labios carnosos, el escritor no veía la hora de probarlos y sacarse la duda si serían tan exquisitos como él pensaba. Como se esperaba después de un rato entreteniéndose con el pecho del otro, sus rostros quedaron a escasos centímetros de distancia; los ojos de Tae Min no decían mucho; pero Min Ho podía jurar que algo ocultaba. Tocó la piel del rubio y la sintió fría, él estaba que ardía del calor. Pero sin prestarle tanta atención a este detalle tomó su mentón y lo besó. Fue un beso dulce a lo que estaba acostumbrado dar según el escritor. ¿Quién había sido su último amorío? recordó por unos instantes y sacó rápidamente a aquella mujer de su cabeza, porque sí, a él le iban las mujeres y los hombres también. 

El rubio mordió su labio inferior y ésto provocó que se separaran, no lo hizo con intención de lastimar; más bien quería que el otro entre en su juego de seducción. 

—Tómalo —indicó— con tu boca precioso

Min Ho anhelaba sentirlo de esa manera; tomó con su mano derecha su hombría y la movió un poco. Tenía una longitud media, pero era gruesa y parecía tener un buen sabor, el escritor era muy meticuloso con la higiene; Tae Min sonrió ante el pedido y aún sentado en la cama aprovechó su posición para tomar el falo entre sus labios. Lo introdujo de una; sin esperar demasiado, el rubio tuvo que abrir bien su boca para que entrara y toda esa extremidad pueda ser alcanzada por su cavidad bucal. El escritor lo disfrutaba; el vaivén de la cabeza de Tae Min provocó un ritmo que lo hacía delirar. ¿Así se sentía estar con el prostituto de la 1408? se preguntó. Pero no creyó, pues nunca creía en las idioteces que la gente podía inventar con tal de conseguir algo a cambio, en su mayoría dinero, como los dueños del Hotel Cheeks en LA, habían redactado su historia de terror, incluyendo fantasmas, gente muerta para atraer turistas y así prosperar con su negocio. En fin; Choi sabía que los humanos eran la clase más ignominiosa de este plano y de todos los existentes. 

—¿Por qué dicen que no duran más de una hora contigo Tae Min? —preguntó entre gemidos; el sudor corría por su frente; su polla estaba dura y se sentía tan bien aquella felación. Min Ho no obtuvo respuesta pareciera como que el rubio le importaba más cumplir su tarea allí abajo antes que contestar sus palabras. Una brisa helada pegó en su espalda, miró de reojo y notó la ventana abierta. Cuando había entrado a la habitación todo estaba cerrado; o eso pensaba. Para sentirse más seguro recorrió con la mirada el resto de la habitación; en la pequeña mesa que yacía al lado de la cama había una radio y de color rojo eran los números que indicaban algo extraño: aquellos números marcaban 59:45 y era una cuenta contrarreloj. Min Ho parpadeó y aquella cifra cambió a 59:44. La hora tenía sesenta minutos y pareciera ser que había empezado a correr desde ese momento. 

Habitación 1408 - 2MinWhere stories live. Discover now