capítulo 1

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El traqueteo de las ruedas del tren mecía suavemente el vagón mientras mis ojos divagaban entre mantenerse abiertos o sucumbir al sueño, pues el largo viaje me había agotado y el simple hecho de que había dormido más bien poco, a causa de la emoción de empezar las vacaciones de una vez por todas. Este año, el curso escolar ha sido agotador, han habido muchos exámenes y los profesores no habían sido amables en cuanto a poner deberes de verano, aunque gracias a mi hermano mayor, Andrés, que en el breve tiempo que vino a casa después de hacer el servicio militar y antes de que lo enviasen al límite fronterizo a luchar por su país sacó tiempo para echarme una mano.
El tren hizo una brusca parada y mi padre nos avisó a mí y a mi hermana de que habíamos llegado. Agarramos las maletas que nos pertenecían y al bajar del tren, una cara de pesadumbre inundó mi cara. Mis padres nos habían prometido ir a un pueblo maravilloso, lleno de vida, tanto animal, como vegetal y humana, pero aquello se parecía más a un pueblo fantasma que a un lugar idílico, el hecho de que fuéramos la única familia en bajar en aquella parada, no ayudaba a la situación. En la estación, había un gran cartel en el cuál se podía leer: "bienvenidos a Ashland". No entendí el porqué de ese nombre tan inglés en un pueblecito en mitad de España, pero lo que si sabía es que estaba reventado y quería hechar la siesta.

Me desperté temprano, mi hermana seguía dormida en su saco de dormir, pues las camas de la casa en la cual nos alojábamos no habían sido utilizadas en años, y estaban plagadas de chinches. Llegué tan cansado del viaje que dormí un día del tirón. Recuerdo la caminata hasta la casona, que estaba en una colina algo apartada del pueblo, y el haberme despertado para cenar, pero era un recuerdo borroso. Salí de la habitación, adormilado y me dispuse a bajar las escaleras que me llevaban a la cocina para desayunar. Cuando estuve abajo, escuché un crujido en el piso de arriba, y después, unas pisadas cortas y rápidas salieron disparadas por el pasillo superior. Esbocé una sonrisa, pues pensé que era mi hermana Clara, que se había despertado a causa de que descorrí las cortinas de nuestra habitación.

No habia mucho en los cajones que llevarse a la boca, así que decidí cojer la bici e ir al pueblo a comprar churros y chocolate para desayunar.

Salí al porche y agarré una bicicleta herrumbrosa que había en el cobertizo anexo a la casa. Debía tener unos cincuenta o sesenta años, pero por lo general, era estable. Bajé a toda prisa por la ladera de la colina, temiendo momento si y momento también, el que se saliese alguna pieza y cayese de bruces contra el suelo, pero, por suerte, no fue así. Llegué a la panaderia del pueblo, la cual llevaba por nombre "panaderia La Miguiña". Empujé la puerta y un repiqueteo acelerado de dedos me dio la bienvenida. El panadero, un hombre grande y bajito, de dimensiones y edad considerables, me preguntó:- Mozo, que desea?- a lo que yo respondí: -quiero 500g de churros y un bote de chocolate caliente, por favor-. El hombre asintió con la cabeza y al instante desapareció entre las cortinas de trastienda. Mientras preparaba mi pedido, pude observar el obsoleto local en el cual se asentaba el pequeño comercio: las paredes, con claros signos de humedad y moho, estaban pimtadas de un color amarillo pastel apagado, casi gris, adornadas con un par de estanterias maltrechas con alguna barra de pan y algun bollo reseco. No me cuenta de que el panadero había salido con mi pedido hacía unos minutos, y me miraba con cara de resignación. -Debido a la estabilidad económica general del pueblo, al poco turismo que hay en la zona y al constante aviso de bombardeo enemigo, todo el poblado se ha ido deteriorando, quedando como uno de los pueblos fantasma del país-.Me soltó. Le di las gracias, y, después de pagar, salí de la tienda, cojí la bici y empecé la caminata hasta casa. llegué exausto, secándome el sudor de la frente con la camiseta, pues llevar una bicicleta roñosa cuesta arriba con las manos ocupadas no es tarea fácil.

dejé la bicicleta en el lateral de la casa y entré con el desayuno aún caliente en la bolsa, lo puse sobre la mesa y fui a despertar a mi familia.

-Padre, madre, hora de levantarse!-

-Qué quieres a estas horas?-

- Que horas ni que pimientos, a despertarse!-

Salí  a la búsqueda de mi hermana escaleras arriba, esperando que ya estuviese preparada para empezar nuestro primer día de vacaciones, pero me la encontré embutida en su saco de dormir, durmiendo a pierna suelta.  Lo primero que se me ocurrió fue hacerle mi ataque estrella:                -"Ataque de cosquillas!"-  Grité, mientras me abalanzaba sobre ella para hacerla reaccionar.

Intentó escapar una vez que ya la tenía atrapada pero sus intentos fueron fútiles, no pudo resistir mi ataque de cosquillas.

Salí de la habitación para que pudiese vestirse, cuando algo al fondo del  pasillo: 

una silueta oscura me observaba en  el fondo del largo corredor. Quise llegar al pomo de la puerta de mi habitación pero me resbalé y caí al suelo atónito, no podía dejar de mirar a los ojos a esa cosa. De repente dió un giro y se metió en la habitación más cercana a su posición. Me quedé allí paralizado durante unos cinco o diez minutos, hasta que la voz de mi hermana me sacó del trance: - Que haces ahí tirado? venga, que se enfría el desayuno!- me dijo, mientras me daba una patadita en el costado del abdomen.

Una vez todos sentados en la mesa, después de dar las gracias a Dios por los alimentos, nos pusimos a desayunar. Me preguntaron que si había conocido a alguien en el pueblo ya, cosa que  negué, porqué , a parte del panadero, no había visto ni un alma en todo el lugar.

Quise comentarles lo que había visto hacía un momento,  pero algo dentro de mí me dijo que debería guardarlo en secreto...

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⏰ Last updated: Jan 21, 2022 ⏰

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Sin título (provisional)Where stories live. Discover now