10. El único de los Bathory

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Francesca

Me estiro en la cama, llenándome una paz inexplicable, sonriendo gustosa por el frescor de las sábanas que rozan mi piel desnuda. Cayendo en cuenta de dónde estoy, abro los ojos de par en par, enfocando el blanco techo. Varias imágenes se pasan por mi mente; ojos mieles, besos tersos, caricias frías y húmedas, un hombre que se me confesó sus sentimientos.

Me incorporo apoyándome en mis codos, mirando la habitación alrededor. Me hallo sola en el cuarto, Víctor no duerme a mi lado. Algo en mi pecho se comprime; otra vez lo hizo, otra vez se fue antes de que despertara. Me convenzo de que está en la cocina preparando el desayuno como en otras ocasiones, para llevármelo a la cama. Invocando a la calma, me levanto, me la pongo ropa y salgo de la habitación.

Con la ansiedad a raya, descalza, voy directo a la cocina y al cruzar el umbral, nada. Mi corazón se remueve, ese malestar de que se, fue dejándome sola en este enorme apartamento. No debería molestarme pero lo hago; ¿cómo puede hacerme esto después de esta noche tan especial? Sin embargo él me lo advirtió, sería la última noche, solo que no quiero que acabe así.

Voy directo a la sala; Pancer está esperándome afuera en la terraza, sentado frente a una de las mesas de desayuno ubicadas allí. Me niego a esto, a que me trate como cualquier cosa que se usa y luego se despacha. Disgustada, voy al cuarto en busca de mi bolso para llamarlo, el cual encuentro en esa mesa al costado de la cama donde siempre depositaba la bandeja con el desayuno. Lo cojo, percatándome de un papel se pega bajo éste; es una carta.

Enseguida la desdoblo, reconociendo la letra de Víctor. Sin demora la leo; mi corazón se quiebra ante cada palabra, ante cada renglón, quedando reducido, exprimiendo una lágrima que surca mi mejilla pues sé lo que significa; una despedida donde me arrepiento al no decirle anoche lo que tal vez lo hubiese hecho cambiar de parecer.

«Sé que nunca me verá como yo a usted, bohemia inalcanzable que desde que llegó a mi vida deseé más que nunca, de quien me enamoré perdidamente.

Sé que lo que siento nunca será correspondido y por eso pido perdone a este idiota que se fijó en una mujer que merece alguien mejor.

Le deseo la mejor de las suertes, que sea feliz porque se lo merece, pues mujeres como usted hay pocas, de esas que con una sonrisa pueden cambiar a un hombre.

Gracias por escucharme cuando nadie más lo hizo, gracias por verme como una persona y no como un monstruo. Gracias por regalarme esta última noche.

Atte. Víctor.»

Cierro los ojos intentando serenarme, no caer en desespero. No es tarde para buscarlo, no es tarde para remediar lo que cree que no siento porque, ¡Dios!, esto que me comprime el alma no es otra cosa sino amor, ese que él se ha ganado, al que me he negado pero que ahora deseo más que nunca.

Rápido me doy una ducha, arreglándome a duras penas para despejarme y actuar con cabeza fría. Al terminar me dirijo con Pancer; sé que si lo llamo desde mi celular no va a contestar, así que resuelvo acudir a su chofer.

—Pancer —lo llamo cuando me asomo a la terraza. El aludido en un santiamén se levanta de su asiento, recibiéndome con una media sonrisa.

—Buenos días, señora Carmin, estoy aquí para llevarla a su casa —informa, siendo cordial. De inmediato niego con la cabeza, desconcertándolo.

—Por favor, pásame el celular, necesito llamar a Víctor —indico, extendiendo mi mano para que lo ceda, seria, hasta afanada porque me lo dé cuanto antes.

Su expresión ahora es otra; pliega los labios en una fina, en un gesto de saber algo que yo no.

—Dámelo, por favor —solicito, algo insistente pero en respuesta niega con la cabeza.

Cuestión de amor © [Cuestiones III]Место, где живут истории. Откройте их для себя