One-shot: Amor de guerra

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La guerra había matado el amor; el amor los mataba en guerra.

Lo rodeaban el rojo del fuego y el gris de la pólvora y la muerte

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Lo rodeaban el rojo del fuego y el gris de la pólvora y la muerte. No importaba cuánto corriera, el ruido era ensordecedor. Había perdido la noción del tiempo, seguía avanzando por simple inercia. No se atrevía a mirar donde ponía los pies; allí abajo sólo había compañeros caídos, sangre, muerte, balas, polvo.

Los disparos sonaban muy cerca de su oído. Él mismo disparaba, casi sin distinguir entre enemigos y aliados. La ropa militar negra del ejército tenía que servir para reconocerse entre soldados de un mismo bando, pero en el furor de la batalla el verde de los republicanos se había oscurecido y era gris como todo el resto. Todos eran soldados, borrados bandos e ideologías. Todos habían apuntado contra alguien.

Corría sin ver nada, entre el caos, disparando a quien tuviera delante. El mundo entero era un enemigo. ¿Cuándo moriría? No dejaba de preguntárselo. Le dolían los brazos de cargar el fusil y tenía la mente nublada, pero seguía corriendo y golpeando, saltando entre gritos de batalla, con el cuerpo quemando por la adrenalina.

Había matado a más de cinco personas, más de diez. No estaba seguro. Se detuvo un momento a respirar y se le llenó la nariz de pólvora amarga que le hizo toser. Su cuerpo pedía descanso, tenía la frente perlada de sudor y el corazón acelerado. En aquella guerra no había gloria.

Jean se unió al ejército cuando comenzaron a salir panfletos reclamando soldados jóvenes y fuertes dispuestos a luchar por su país, aunque el propio país fuese su enemigo. Esa guerra civil llevaba previéndose desde hacía años; algunas clases sociales desfavorecidas reclamaban que se quitara al rey y su tierra se convirtiera en república. Primero habían hecho manifestaciones, que todo el mundo ignoró. Después pararon fábricas y carreteras, colapsando la economía. El último ataque supuso la guerra.

Los soldados republicanos iban de verde. Kirschtein vestía el negro; luchaba para el partido en el poder. Ni siquiera estaba seguro del motivo, pero el rey tenía todas las de ganar y a él no le apetecía luchar por una causa perdida. Se había alistado por el honor de ser galardonado cuando eso acabara. Si llegaba a ser alguien en el ejército podría perder contacto con los de su casa de una vez por todas, cobrar un buen sueldo y buscarse esposa, quizás irse a vivir a la capital. Había imaginado un futuro dorado después de la guerra.

Pero ya no creía en eso. No estaba seguro de poder creer en nada, nunca más, tras oír los gritos desesperados de chicos acabados de amputar, los sollozos sin esperanza de quienes se desangraban sobre el suelo arrasado de cenizas. No dejaba de pensar en si los muertos tendrían familias que lloraran por ellos. ¿Lo haría, la suya? Había sido un imbécil con su madre todo aquel tiempo, y ni siquiera ahora lograba sentirse mal por ello.

Un nuevo grito de ataque llegó desde el lado derecho del campo y un rugido colectivo le hizo saber que aún había soldados vivos en su bando. Por lo menos pensaba que era su bando; no había forma de comprobarlo. Él también gritó y se lanzó adelante de nuevo, diciéndose que cuanto antes desaparecieran los enemigos, antes podría quitarse el incómodo casco que el sudor le pegaba a la cabeza.

Pequeño saltamontes [SnK: Jean × Marco]Where stories live. Discover now