El inicio de una nueva vida

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Alguien llamó a la puerta, así que aquel ruiseñor se levantó desganado de la mesa donde estaba sentado y se dirigió a la puerta, lanzó un bostezo y se decidió a abrir. Asomó la cabeza al ver que no había nadie y miró a ambos lados, estaba desierto:

­—¿Qué pasa? ¿Qué clase de broma de tan mal gusto es esta? No tengo tiempo par — y entonces se detuvo en seco cuando vio una caja pequeña encima de la alfombra de la entrada, la tomó entre sus alas y la metió a su casa cerrando suavemente la puerta.

Curioso por naturaleza, examinó cada parte de la caja, tenía sellos de la centra de correo, pero ninguna etiqueta que dijera el destinatario o de siquiera de dónde provenía aquel misterioso paquete. Extrañado abrió con cuidado la caja y dentro encontró hojas de té verde, algunas almendras y semillas diversas. "¡Qué bien, mis favoritas!" exclamó el ave al ver el hermoso regalo dentro de la caja, pero también pensó que tal vez se habrían equivocado a la hora de entregar ese paquete, o si pudiera tratarse de alguna trampa.

—Será mejor comprobarlo...

Buscó entre las etiquetas alguna que dijera su nombre como el destinatario, sólo encontró una con su dirección.

—Vaya, entonces creo que esto podría indicar que sí es para mí—titubeó el ruiseñor.

Al continuar inspeccionando lo que contenía el paquete, descubrió una nota que decía:


"Nada dura para siempre. Confía"

—¡Tonterías! La última vez que hice eso...—no acabó la frase y miró su pecho con algo de amargura en sus ojos.

En el pecho del ruiseñor había una cicatriz algo tenue pero que cruzaba de manera diagonal toda la zona, esa marca tenía una trágica historia que contar, pero que casi nunca mencionaba. Después de beber té que había hecho con las hojas y comerse unas cuantas almendras y semillas se fue a recolectar más para la temporada que se acercaba, después de todo ya casi era invierno.

Una vez llegando el frío y la nieve, el ruiseñor no tenía nada de qué preocuparse, pues había hecho un buen acopio de comida para sobrevivir a la época. En una noche mientras se resguardaba en su casa miró por la ventana, como de costumbre; una capa blanca y espesa cubría lo que era un bosque hasta hace unos meses, ahora era un terreno difícil de andar y para colmo había una tormenta nevada, donde el viento se llevaba las pocas hojas y ramas que quedaban.

—Cuánta nieve, a este paso todo terminará enterrado— Exclamó empañando el cristal con su respiración, y entonces, como si hubiera sido una alucinación, miró una sombra caminar por la nieve, la cual tambaleándose pasó a una distancia considerable de la casa del ruiseñor, cuando entonces se desplomó en la nieve.

—¿P-pero qué fue eso? Se ve como si fuera otro animal pequeño...afuera hace mucho frío. Espera... ¿si es peligroso? ¿y si quedo atrapada en la nieve? ¡No puedo arriesgarme! Aunque...si no hago nada...

Mirando otra vez por la ventana y viendo que la nieve empezaba a cubrir el cuerpo de aquella sombra salió armada de valor y luchando contra la tempestad fue por aquel animal, resguardándolo en su casa; se trataba de un pequeño gorrión el cual apenas y tenía energía para poder respirar aún. El ruiseñor lo cubrió con una manta y preparó té esperando a que despertara. Cuando lo hizo le ofreció antes que nada el brebaje y entonces alivió la pesadez del rescatado gorrión.

—Siento las molestias y te estaré eternamente agradecida por haberme rescatado—el gorrión hizo una reverencia.

—No deberías moverte mucho, estás cansada.

—¿Eh? ¿Cómo sabes que soy hembra?

—Tu plumaje me lo indica, por cierto... ¿qué hacías allá afuera? Es peligroso.

—Iba a esperar a que pasara la tormenta para regresar a casa, pero me desesperé y acabé cometiendo una imprudencia.

—Bueno, pues por al menos esta temporada habrá muchas nevadas y te será difícil regresar.

—Pero no quiero causar más problemas, apenas amanezca me ir—el ruiseñor interrumpió golpeando ligeramente la cabeza del gorrión con su ala.

—No seas más imprudente, no tengo problema con que te quedes hasta el final del invierno, así que...está bien.

—¿De verdad? Gracias al cielo que me encontré a alguien como tú.

Así fue como en aquella casa convivieron el ruiseñor y el gorrión durante la época más fría del año. Conforme pasaba el tiempo su relación se hizo más estrecha, llegando a convertirse en grandes amigas. La felicidad de la grata compañía del ruiseñor se había hecho presente después de tanto tiempo y la casa se iluminaba a pesar del cielo nublado, por fin tenía una amiga con la cual hablar y compartir muchas cosas. Un día el gorrión notó la cicatriz de su compañera y con algo de miedo preguntó acerca de ella, el ruiseñor dudando de si hablar o no, al final decidió confiar en su ahora amiga:

—Hace años cuando volaba cerca de un pueblo en la ventana de una casa escuché un canto decaído, era una calandria que estaba enjaulada. Cuando pregunté el motivo de su tristeza me dijo que quería volar libremente y al compadecerme de ella hice de todo por romper la jaula...de alguna manera lo logré y a la hora de romper el último barrote me herí el pecho, pero había logrado mi cometido. Una vez afuera, la calandria lo que hizo fue irse por su cuenta volando lejos, y ahí quedé malherida por capricho de una malagradecida calandria, casi muero por eso...

Al escuchar esto, el gorrión al notar la amargura en la cara del ruiseñor se acomodó en su pecho acurrucándose justo en la herida. El ruiseñor no hizo nada más que ruborizarse y quedarse quieto.

—También fui herida en una de mis alas por ayudar a alguien que no supo agradecerlo, qué coincidencia, ¿no?

—Y-ya veo...

El ruiseñor estaba más que feliz de que alguien reconociera su valor y comprendiera aquel tormento que pasó. Fue cuando recordó la nota de la caja, y sonrió de manera honesta.

—... ¿Te importaría si nos quedamos así un poco más de tiempo?

Desde ese entonces, todas las estaciones de todos los años de su vida, el gorrión se quedó a lado del ruiseñor.

El ruiseñor y el gorriónWhere stories live. Discover now