Capítulo 4: Dímelo

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Llegó la semana del viaje y cogimos el autobús para poder llegar al parque de atracciones. Además de ser lunes, el madrugón para coger el autobús hizo que la mayoría estuviésemos adormilados a esas horas de la mañana. Subimos y verificamos que no faltaba nadie y emprendimos el viaje de cuatro horas hacia el parque de atracciones.

En realidad, me vino bien para poder echarme una siesta en el hombro de Pablo. Pobre chico, lo que tenía que aguantar conmigo; pero él nunca se quejaba.

Llegamos a nuestro destino y repartimos las habitaciones del hotel entre los jóvenes. Nosotros dormiríamos en la misma habitación, ya que eso era lo que estaba predefinido por el instituto. No me pareció del todo correcto por parte del instituto aquello, pero bueno, era lo que había.

Pasamos el día en el parque y la verdad es que estuvo genial. Cenamos todos juntos en el bufet que correspondía a nuestro hotel y hacia las diez de la noche nos dirigimos a nuestras habitaciones. Cuando llegué a la habitación llamé a Nat ya que les había dicho que las llamaría todas las noches. Sonó un tono, dos...

Me cogió Nat y me puso en altavoz para que hablásemos las tres juntas. Escuché el relato del día de Clara que había estado haciendo un mural con pintura y también que en música estaban aprendiendo a cantar una canción muy bonita.

Después de darle las buenas noches y que Nat la acostase me volvió a llamar para estar las dos a solas. Me salí al balcón para no molestar a Pablo y le cogí la llamada – Cariño, ¿cómo ha ido todo hoy? – me respondió tranquila, como si hubiese controlado la situación a la perfección – Muy bien, la verdad, me he sorprendido hasta yo; he tenido que limpiar la camiseta de la rubia como tres veces para quitar la pintura, pero por lo demás todo bien – me reí por aquello.

Continuamos hablando y le comenté que nos habían puesto en una habitación a Pablo y a mí y ella me respondió un poco seca a eso – Alba, eso no es muy correcto la verdad, deberían haberos dado una habitación a cada uno – le dije que no pasaba nada, que también creía lo mismo que ella, pero que sólo eran cuatro días. Me despedí de ella y colgué entrando a la habitación de vuelta.

Allí estaba Pablo que me preguntó – ¿Cómo va todo en casa? – sonreí y le conté lo que me dijeron. Se rio con el comentario que le hice de que Nat tuvo que lavar la camiseta varias veces, diciendo que él con su hija también suele tener que hacerlo. La hija de Pablo tiene un año más que Clara y es un pequeño angelito. No la he visto mucho, pero algunas veces la suele traer al instituto cuando no puede dejarla con sus padres.

Pablo es viudo, su mujer tuvo un accidente varios meses después de dar a luz a Martina. Él tiene treinta y cuatro años y se encarga de Martina de todas las maneras posibles.

Le pregunté por ella y me dijo que la había dejado con sus padres, pero que cuando volviese se cogería los días correspondientes que nos daban por el viaje para estar más tiempo con ella. Pensé que era una idea estupenda y creí que yo podía hacer lo mismo. Seguimos hablando durante un rato más hasta que decidimos irnos a dormir para continuar el próximo día sin cansancio.

Llegó la última noche y llamé a Natalia como el resto de días. Pablo estaba en la ducha por lo que me quedé sentada en mi cama mientras la llamaba. Cogió el teléfono, pero esta vez no puso el altavoz. Me pareció algo raro –Nat, ¿hoy no pones el altavoz para que hable con vosotras? – ella respondió que Clara ya se había dormido y me lo creí hasta que escuché una voz de fondo que decía – Mami, me duele mucho –.

Sólo me repetía aquellas palabras de nuestra hija en la cabeza y le pregunté asustada – Nat, ¿qué ha pasado? –ella me dijo que no había sido nada, que cuando volviese me lo contaría. Yo continué – No, dímelo; necesito saber lo que ha pasado, lo necesito, por favor Natalia –me respondió con un punto de miedo por mi actitud – Tranquila, mañana hablamos de todo, te lo prometo, pero hasta entonces yo me ocupo de todo, no te preocupes, cariño –.

Seguía sin decirme nada y yo ya estaba a punto de explotar – Natalia que me digas qué coño ha pasado, ¡que me lo digas ya!; no me hace ninguna gracia que me estés escondiendo algo cuando he oído a Clara decir que le duele mucho – hubo un silencio hasta que me dijo – Cálmate, ¿vale?; no quiero decírtelo ahora porque estás lejos, cuando vuelvas te prometo que lo hablamos todo el tiempo que sea necesario – y definitivamente exploté y le grité –¿No me piensas contar nada?, ¿estás segura de que quieres hacerme eso? –ella me volvió a repetir que hablaríamos cuando llegase y finalicé la conversación diciendo con voz elevada –¡Natalia, como le haya pasado algo a Clara y no me lo digas, te juro que vamos a tener un grave problema! ¡Te lo juro! –.

Y colgué.

Me senté en la cama con la espalda apoyada en la pared y empecé a llorar. De repente noté un peso a mi lado en la cama y que alguien me acariciaba la espalda. Pablo se había asustado con los gritos y había salido corriendo del baño.

Me apoyé sobre su hombro y él me rodeo con su brazo mientras decía – Alba, tranquila, ¿qué ha pasado? –estuve llorando un rato más hasta que me calmé un poco y pude hablar – Pasa que Natalia no me quiere decir lo que ha pasado y he escuchado a Clara de fondo decir que le dolía mucho; no sé ni qué es lo que le dolía, ni por qué motivo no me quiere contar lo que ha ocurrido – Pablo me sostuvo más fuerte mientras decía – Ey, respira, cálmate, seguro que no te lo quiere decir para no preocuparte –.

Entonces levanté la cabeza para mirarle a los ojos y le dije – Si fuese tú hija a la que le doliese mucho, ¿quisieras que te lo contase? – él bajo la cabeza y no me respondió. Volví a decirle que me respondiese y entonces dijo – Sí, me gustaría que me lo dijese, aunque no estuviese con ella; y sí, también estaría afectado, pero seguro que hay alguna razón para no decírtelo –para terminar con aquella conversación dije – Ya le he dicho, que como le haya pasado algo a Clara y no me lo haya dicho vamos a tener un grave problema, ella no puede decidir por mí, ¡es mi hija! –.

Me metí en la cama y me puse a llorar de nuevo; porque realmente pensé que por aquello íbamos a tener una gran discusión, porque iba a afectar en nuestra relación y porque me daba igual lo que ella creyese que era mejor para mí. Lloré hasta que no pude más y caí rendida.

Al díasiguiente me levanté con mal cuerpo de tanto llorar, recogí todo y salí haciadonde habíamos quedado todos para coger el autobús. Subimos al autobús y paséla lista para verificar que no faltaba nadie. Entonces el autobús se puso enmarcha y volví a caer rendida sobre el hombro de Pablo.

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Lo siento por la tardanza! 🙈 He estado muy liada estas semanas y he tardado un poquito en subiros un capítulo...

Aún así, espero que lo disfrutéis o que por lo menos os entretengáis! Gracias por leer, y nos vemos!

Más allá - ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora