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April

Era obvio que perdimos nuestra única oportunidad de salir desprevenidamente se luego de haber perforado el cráneo a Marron Whintinfield.

¡Bang!

¡Por fin esa perra estaba muerta!

—¡Rayos! —al costo de crear una alerta.

Los pasillos se oscurecieron y fueron iluminados por luces rojas que eran encendidas y apagadas cada cinco segundos acompañados por una estridente alarma.

—¡April! —y Rick estaba preocupado— ¿Qué hacemos?

Teníamos poco tiempo...

—¡Oh no! —y muy mala suerte.

—¡Ahí estan! —Guardias, de cualquier genero, comenzaron a aparecer.

Todos apuntándonos con armas que solo creí ver en vídeo juegos. Sin duda la mejor forma de decir que ya no era necesario seguir con esta mierda de Sexo Perfecto e Imperfecto.

Afortunadamente nosotros estábamos preparados.

—¡Ahora! —como en la Sr y Sra Smith.

Rick y yo le disparamos a quince guardias, apuntando al único punto que les daba muerte definitiva.

El caneo.

—¿Qué de...? —Selwin, en cambio, parecía sorprendido, como sí no pudiera creerlo.

—¿Qué? —Y esa era mi parte favorita de este trabajo—¿Creíste que nos enviarían aquí sin entrenamiento?

—Eso pensé —Los guardias quedaron derribados, como un montón de cadáveres esperando ser descompuestos.

—¡Rayos! —pero había más.

Y no teníamos muchas balas.

Solo nos quedaba una opción.

—¡Corran! —la buena noticia era que estábamos en el piso del gran salón.

Rick y yo teníamos las armas Selwin, en cambio, contaba con un par de manos que nos fueron útiles al llevar a Allison en medio de estos pasillos vigilados por los guardias que usaban el verdadero uniforme de La Zona.

—¡¿A dónde tenemos que ir?! —Selwin no estaba informado de todo.

—Al gran comedor —gritó Rick—, donde se celebra el Torneo de la Vida.

—¿Acaso estan locos?

—No —dije—. Es la única salida que tenemos.

—¿En el comedor?

—Un ducto especial que esta en el congelador, para ser más específicos.

—¿El congelador? —solo que para él todo esto era nuevo— ¿Cómo en el León, La Bruja y el Ropero?

—Tal vez. De esa forma podríamos salir de este maldito infierno.

Solo podíamos correr y disparar a los guardias que en un momento fueron humanos.

Disparábamos al ritmo que perdíamos las municiones, mientras que ellos nos dirigían el brillo de sus apuntadores, en vez de la palabra.

—¡Rayos! —ya no teníamos más balas.

—Haste a un lado —Pero Rick no se estaba preparado.

—¿Qué vas a hacer?

—Lo que me dijiste que hiciera en caso de una emergencia.

EXPERIMENTOS LOS ORÍGENES, DOMINADOS, Libro 2Where stories live. Discover now