Prólogo

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Se desconoce el sitio de algún país perdido en alguno de todos esos que integran el mundo donde hay una ciudad ruinosa. Más que un posible desastre natural, se ve derruida como resultado de una guerra, de bombardeos aéreos que han destruido edificios completos, devastado la vegetación y dejando las calles en un desierto. Ni un alma puede verse en la ciudad, con la excepción de un roedor que corre cerca de una vieja alcantarilla.

Dentro de una de las pocas edificaciones que quedan de pie, donde el abandono insume los pasillos y habitaciones en la oscuridad, hay una luz que sale desde una pantalla. Televisando una entrega de premios o similar, se puede ver a cuatro jóvenes y un hombre que aparenta ser mayor que ellos. En una descripción fugaz, uno de los chicos es el más alto de todos, de cabello rubio y ojos verdes con unos auriculares rojos puestos, otro de cabello lila que lo sigue en altura y viste con un sobretodo hasta sus tobillos, luego un joven de pelo negro que en su cintura lleva una espada, una chica petisa de cabello marrón y ojos celestes, y, por último, el hombre de rastas bordó con unos lentes oscuros sobre sus ojos. Contra un atril está un hombre vestido con un traje blanco con una línea negra sobre el cierre del centro y otra más del lado del corazón, peinado castaño oscuro y anteojos rectangulares, está a punto de dar un discurso para las cámaras.

En un sillón avejentado está sentada una muchacha, de cabello negro con un corte por arriba de los hombros, ojos verdes y unas marcas triangulares en sus cachetes. Su vestimenta es apenas una blusa blanca. La chica está comiendo una crujiente manzana, la cual deja escapar jugo con sus mordidas.

—Señor—Voltea la chica viendo hacia atrás.—¿No vendrá a ver la presentación de los nuevos guardianes? Esta vez pasaron cinco personas.

Entre las sombras se muestra un hombre que apenas se vislumbra por culpa del ambiente lúgubre. Sin embargo, sí que sus ojos resaltan como toda una luz, pues brillan con unos irises en dos aureolas, una violeta y una amarilla que rodean a la pupila negra que desprende tres marcas.

—Estoy atento, Aimy—contesta el hombre. Tal cual lo dice, él está pendiente de la presentación de la tele, porque tiene foco en aquel chico de pelo negro, ya que carga con una espada que le es algo curiosa. Esta curiosidad se ve satisfecha cuando gracias a un zoom de la cámara logra ver una marca de un rombo con un ojo al centro.—Son los mejores guardianes graduados que estamos viendo. Parece que tenemos un nuevo usuario de la Sombra de los Dioses.

—¿Sombra de los Dioses?

—Es una poderosa espada que había sido guardada por Seiryu. Su existencia se desconoció desde la Catástrofe del '97.

—¿Está diciendo que esa es la espada que puede manipular a los titanes elementales?—contesta la chica, algo asombrada por las palabras de quien considera superior, girando ahora su la parte superior de su cuerpo.—Pero ya hemos absorbido todo el poder de esos monstruos, ¿no es así? No tendremos por qué preocuparnos.

—Si bien hemos absorbido gran parte del poder de los titanes, es imposible que se lo robemos por completo. No tendremos problema si la espada vuelve a recuperar al control de ellos. De todas formas, nunca puedo comprender qué es lo que tiene pensado Seiryu. ¿Qué espera al haberle entregado la espada a un novato?

—Si a usted no le preocupa, señor, nosotros tampoco tenemos de qué.

El hombre del atril presenta a los nuevos graduados como guardianes, diciendo que los cuatro muchachos son la segunda tanda de jóvenes menores de veinte años que llega en un tramo de tres años. Presenta el nombre de los cuatro, el adulto llamado Ludwig Batgchut, el rubio Mokuro Mutsudaria, el muchacho de cabello lila llamado Law Akagami, la chica Akina Nakamura y, por último, el chico de la espada, Kurosawa Kei.

—Entonces... Seiryu tomó esta decisión como remordimiento. ¿Qué harías si te dijera que tú conoces a ese chico más de lo que te imaginas, Aimy?

—¿Yo? Es la primera vez que siquiera escucho ese nombre...

—Ese es un chico huérfano, otra víctima de la Catástrofe del '97 y las malas decisiones de la Sociedad de los Guardianes. Conozco a ese muchacho, un chico que no debe saber nada de su trágico pasado. ¿Quién sabe? Tal vez ahora como Guardián trate de averiguarlo—comenta al aire y sin que Aimy pudiese entender del todo lo que dice. Siendo su líder, ella no se atreve a replicar mucho lo que él expresa, porque se limita a acatar sus órdenes.

La chica mira hacia la pantalla, fijando sus ojos en ese chaval que menciona su jefe, uno que tiene una sonrisa de alegría que conquista toda su cara. Se lo nota enervado y, tal vez, puede empezar a producir algún extraño sentimiento de calidez en ella.

—Seiryu quiere someter el poder de la Sombra de los Dioses ante el corazón bondadoso de un joven. Uno que no tiene tanto pecado. Ahora mi pregunta, ¿cuánto tiempo tardará la espada en corromperlo? —dice el hombre, sacando algunas conjeturas de esas dudas que se arman en su cabeza.

Cuando él se separa de la pared, la chica también se yergue. No despega sus ojos del chico de la TV, hasta que decide apretar el botón de apagado. El líder se larga de allí y ella comienza a perseguirlo.

—Hora de irnos, Aimy—dice él mientras salen de la casa. Hay postes de luz que llevan los cables de corriente que se ven aún funcionan.

Ambos encaminan por la calle de la ciudad, dirigiéndose hacia cinco personas que están esperándolos de pie a un centenar de metros.

Con el sol a la espalda y las sombras cubriéndolos, tal vez se pueda notar los rasgos más destacables, como lo son un hombre inmenso de muchos músculos y cabello muy largo; otro parece vestir como alguna especie de arlequín o mimo, por sus colores monocromos; una muchacha ordinaria de cabello corto y anteojos; y otro joven también muy normal, aunque con un pelo algo alborotado.

—Después de todo, los Desertores no compartimos nada con la Sociedad de los Guardianes. Ni sus ideales, ni objetivos, ni su forma de vida...

Llegados donde están los demás, ellos siguen juntos hacia el horizonte donde huye el anaranjado sol.  

Keimamura XDonde viven las historias. Descúbrelo ahora