25: 친구

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Calle abajo, en solitario y en silencio, el sol cala más sobre mis hombros. Benjamin no ha dicho nada todavía y tengo el presentimiento de que está esperando a que lleguemos al muelle. Ya caminamos cerca de doscientos metros, lejos de Hazel y de las personas que se opusieron a que habláramos a solas. Las opiniones de Keyla y Sandy fueron muy certeras —y duras— respecto a mí.

—Deberíamos volver, si no piensas empezar —digo, deteniéndome.

En la acera, una pareja cruza a toda prisa y nos echa un vistazo justo cuando Ben se rasca la ceja con el dedo índice.

Ha señalado la callejuela privada por la que se accede a una parte del río al que no me acercaría de estar sola. Un suspiro cargado de poca serenidad brota desde mis labios, mientras doy pasos pesados a través del callejón, con Benjamin siguiéndome.

—Quería explicarte qué pasó entre Catherine y yo... y no pude hacerlo a tiempo... Quería... —Él cierra los ojos con fuerza, y hace un mohín.

Un poco confundida, me guardo las manos en las bolsas de mi suéter.

Pongo la mirada en la extensión del agua...

—No tienes que hacerlo.

—Quiero.

Vuelvo a soltar el aire.

—Y en realidad no hay mucho qué explicar; la gestación se produce a través del coito, en este caso. Tampoco me preocupa, sinceramente. —Arrugo las cejas tras darme cuenta de la verdad que acabo de decirle.

Sí: es verdad; no significó nada que, después de dejarme, como si nada y mientras yo estoy pasando un duelo absurdo, él hubiera compartido la cama con su novia. Suena raro; en otra realidad me habría tenido que doler esa traición, esa parte en la que sus hechos no encajan lo que dijo sentir. Y en el fondo, sé que no es porque tenga una naturaleza mala.

Sino porque es un hombre incapaz, justo como Keyla dijo.

—Vine para pedirte perdón. Solo eso, An. Y porque creo que, además de a ti, le he fallado a un montón de personas. —Tiene los ojos llenos de lágrimas—. No me gusta en lo que me convertí en estos meses.

—Bueno, mejórate. Me haría sentir bien saber que lo estás haciendo genial. Aún te deseo lo mejor.

Una sonrisa forzada se estira en sus labios.

—No sé por qué Catherine te citó allí, ni si la obligaron, pero necesito descubrirlo; tengo que encontrar al que la forzó a llevarte allí porque si no me va a consumir la culpa de saber que lo hizo por lo que le dije un día antes de la fiesta.

Ladeo el rostro sin comprender. Luce tan desesperado que incluso tratar de darle algún consuelo se siente mal. Me cruzo de brazos y cambio el peso de mi cuerpo de una pierna a la otra. Ben está mirando el río. Una ráfaga helada de viento me sacude los mechones rebeldes del pelo y, al tiempo que busco al muchacho que yo creía conocer, ese del que estuve enamorada, empiezo a contar los segundos.

—Lo que tengas que hacer —suspiro— no me involucres en ello.

Sin hacerme esperar me giro sobre los talones, segura de que la actitud de Ben podría malinterpretarse. Si le sigo la corriente más de uno creerá que estaba aguardando por la oportunidad perfecta para regresar con él... Y no es así.

No obstante, todos mis planes de dejar las cosas como están se escabullen tan rápido él me rodea la cintura, para decirme al oído—: Te quiero, y eso es lo único que me importa.

Donde habitan los demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora