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Heartbeats > José Gonzáles
Green > Adam barnes
Style > Taylor Swift

A la mañana siguiente repetí mi rutina pero desayuné en casa, una receta que había visto en la televisión y decidí intentar. Examiné mi armario y escogí un overol de short de jean con un crop top gráfico debajo, una de las tiras desabrochada y mis Converse negras de bota. Las temperaturas parecían subir cada día más y realmente deseé darme un baño en un frío lago o en el mar. Monté mi bici para recorrer el mismo camino y me detuve primero en el restaurante para saludar a mis abuelos.

Pero mi estómago dio un pequeño salto y no fue por el delicioso olor a comida, sino por la presencia de aquél hombre de rizos de ayer, que juré que no iba a volver a ver. Estaba sentado en la misma mesa tomando café y ojeando unos planos. Hoy llevaba unas bermudas azul claro más arriba de su rodilladas dejando a la vista sus fuertes muslos, una camisa veraniega con dibujos y los tres primeros botones desabrochados junto con unos zapatos deportivos Gucci.

Fingí no haberlo visto, con el pulso aumentando en todo mi cuerpo por la sorpresa de encontrarlo de nuevo ahí, pero me di cuenta por el rabillo del ojo que posó su mirada en mi y me siguió observando cuando saludé a mi nonna. Ella me tendió una taza de latte vainilla y me la tomé escuchando como me contaba unas cosas, pero realmente me encontraba distraída sabiendo que el hombre británico que había dibujando ayer estaba a unos pasos de mi desayunando nuevamente en el restaurante de mis abuelos.

Había regresado.

Me excusé con mi abuela y caminé a la salida, consiente de que tenía que pasar por su lado. Fui a buscar mi bolso y mis lienzos, pero antes de cruzar la calle escuché al oji verde saludarme, tomándome nuevamente por sorpresa.

—Buenos días —saludó con cortesía, su acento y voz grave derramando miel y sensualidad de su lengua. Su mano llenas de extravagantes anillos envuelta en la taza de cerámica y me llamó realmente la atención sus uñas pintadas de un amarrillo claro.

Nunca pensé que unas manos podrían encantarme tanto.

—Hola, buen día —le sonreí levemente, sintiéndome como una jodida adolescente que está hablando con su crush por primera vez. Él observó curiosamente mis lienzos en blanco y yo miré su desayuno por la mitad— buen apetito.

—Muchas gracias.

Y eso fue todo. Caminé hasta la fuente saludando algunos dueños de los puestos y me senté soltando un suspiro, una sonrisita se formó en mis labios por la pequeña interacción con el chico de ojos verdes. De alguna manera aquello hizo que sintiera la mañana mucho más alegre, volver a verlo y que aquél hermoso hombre me saludara elevó mis ánimos.

Escaneé la plaza jugueteando con mi pincel, observando que podría dibujar hoy. No pasó mucho tiempo cuando una mujer con una niña de unos 7 años se acercaron hacia mi.

—Hola, cielo. Disculpa la molestia. Me han dicho por aquí que dibujas precioso, ¿podrías pintar a mi hija? Es para nuestra sala —la mujer de cabello rubio teñido y de ojos casi negros me sonrió tomando de la mano a su pequeña, la cual en cambio tenía unos lindos ojos azules. Ella me miraba a mi y a mis pinturas, curiosa y un poco tímida.

—¡Claro! Sería un honor. Ven, siéntate —le dije a la niña y ella se sentó en un banquito que había colocado frente al liezo—, ¿Cómo te llamas?

—Fiorella —dijo mostrando sus dientes en confianza, dejando a un lado su semblante tímido— pero me dicen Fio.

—Hola, Fio, yo soy Gianna. Para poder dibujarte te vas a quedar quieta pero relajada, ¿Está bien? Tienes unos ojos hermosos, ¿me los regalas? —la pequeña Fiorella abrió sus ojos negando con la cabeza, riendo tiernamente.

sparks fly [h.s]Where stories live. Discover now