Capítulo 15

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Sus dedos se cuelan entre mi traje de baño y acaricia suavemente mi clítoris. Los míos se envuelven sobre su miembro, por encima de la tela de su pantalón. Estamos abrazados en el agua, contra una de las paredes de la piscina y, convenientemente, no hay nadie alrededor. Gimo suavemente en su oído como respuesta a lo que esta haciéndome sentir, y mis dientes acarician el lóbulo de su oreja. Sus labios succionan en mi cuello, y siento su respiración como una llamarada en mi piel.

-Vamos -me dice, separándose de mi sorpresivamente. Se sumerge y nada por debajo del agua hasta la otra punta. Empieza a salir por la escalinata y yo sigo estampada contra la fría pared de mosaicos, sintiendo la ausencia irreparable de su cuerpo contra el mío, de su mano haciendo maravillas debajo de mi traje de baño. Miro su espalda durante un tiempo que transcurre en cámara lenta. Está zurcada por las líneas de sus músculos, con la piel brillando bajo las gotas de agua que descienden hasta la cintura de su pantalón. Tiene un enorme e intrincado tatuaje que le cubre casi una mitad y se funde con el de su brazo izquierdo. Camina balanceando todo su cuerpo hasta una pila de batas de toalla y comienza a colocarse una de ellas.

Me sumerjo en el agua y nado hasta él. Cuando emerjo está parado en el borde, sosteniendo una bata blanca para mi. Salgo y me giro, dándole la espalda, mientras desliza una de las mangas por mi brazo. Todo mi cuerpo se estremece, y tiemblo al saberlo tan cerca detrás de mi.

-Esta vez... -me susurra en el oído- ...lo haremos diferente.

Me coloca la otra manga y me giro para mirarlo, tratando de entender lo que quiere decirme. 

-Lo haremos despacio... -continúa hablándome mientras me cierra la bata por delante- ...intenso... -comienza a anudar el cinturón- ... y a mi manera.

Termina de anudar mi bata y me toma de la mano. Caminamos hasta el ascensor y ruego porque no note que estoy temblando. Porque ciertamente lo estoy. Estoy temblando. Temblando de anticipación, de deseo, de curiosidad.

Temblando porque comienzo a entender que realmente me gusta.

Me gusta su cuerpo, su cara. Sus gestos al hablar, al moverse. Su lenguaje. Su piel. Me gustan sus actitudes. Me gusta todo y cada vez que descubro algo nuevo me gusta un poco más. ¿Si desearía que no fuese así? Si, claro. Porque darme cuenta de que realmente me gusta me hace sentir vulnerable, cosa que odio; me hace sentir fuera de mi zona de confort, cosa que me incomoda. Me hace sentir expuesta, cosa que me atemoriza.

Presiona el botón del ascensor y esperamos en silencio, sin decir una palabra. En una mano lleva su camisa y la mía. La otra aprieta la mía con suavidad y decisión. En un solo movimiento entrelaza sus dedos con los míos y suspiro como toda respuesta. El silencio es abismal, y creo que puede escuchar el latido de mi corazón. No tengo nada para decir. Me desconozco. No quiero bajar la guardia, quiero estar en control, quiero saber lo que voy a hacer y cómo, quiero saber cuándo terminará todo y de qué manera. Pero se que si sigo por este camino, eso no sucederá. Será imprevisible.

La campanilla me trae a la realidad y él suelta su mano para apoyarla en lo más bajo de mi espalda, indicándome el camino para entrar al ascensor. Me apoyo contra la pared, aferrándome al apoyamanos con todas mis fuerzas, tratando de encontrar algo que me de la firmeza para no trastabillar. Él presiona el botón de nuestro piso y se pasa una mano por el cabello húmedo, despeinándolo en todas direcciones. Me encanta verlo despeinado.

Estoy nerviosa. Y esto no me pasa ni la primera vez, y mucho menos la segunda vez que estoy con un hombre. 

Me muerdo el labio cuando se da vuelta, tratando de contener el deseo por saltarle encima y besarlo y pasar mis manos por su cabello ya de por sí revolucionado. Se para delante mío, con los brazos colgando a los costados. Me mira de arriba a abajo con marcada parsimonia mientras yo lucho por recordar cómo se respira.

-¿Qué significa "a tu manera"? -le pregunto, y sonrío.

Se inclina hacia adelante y toca la punta de mi nariz con la suya, acariciándola con un leve movimiento.

-Ya lo verás.

-¿Romántico? ¿Eres romántico? Porque si eres romántico, déjame decirte que no es lo mío...

-Cállate -me interrumpe.

-No puedes callarme.

-¿Quieres ver como sí puedo?

La campanilla del ascensor nos deja en silencio y toma mi mano con fuerza, tirando de mí para salir hacia el pasillo, hasta llegar a la puerta de su habitación.

-Vayamos a la mía... -le digo, comenzando a caminar hacia mi puerta. Tira de mi mano una vez más, impidiendo que me mueva.

-No.

-Tengo toda mi ropa ahí, y...

-Escúchame, y escúchame bien. Me gustas. Y es difícil para mí admitirlo porque eres difícil, eres terca, eres impulsiva y eres todo lo que no soy y todo lo que no necesito en este momento de mi vida. Pero si yo voy a bajar la guardia, lo harás tú también. ¿De acuerdo?

Aunque trato de no sonreír, mi boca se curva en una enorme sonrisa.

-Pero me gusta pelear contigo -le contesto.

-A mi también. Eso no cambiará.

Abre la puerta de su habitación y, sin soltar mi mano, lo sigo.

Junto a míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora