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Regina llevaba semanas en el palacio, un día decidió regresar a su pueblo, no quería abandonar su hogar y todo lo que había logrado allí, justo ese mismo día en el que la joven plebeya se fue, desapareció lo mas preciado del reino, un cetro en fino oro tallado, con un bonito trébol en diamante al final, esta era la suerte y el pilar que mantenía al reino a salvo, a parte tenia un gran valor en la familia de los reyes ya que había pasado por generaciones y es lo que siempre ha hecho reyes a los reyes.

Los superiores a notar que esta reliquia hacia falta culparon inmediatamente a Regina, sentenciándola a muerte, los jóvenes príncipes debían elegir entre degollarla en la guillotina, calcinarla, o ahorcarla.

En cuanto Esteban supo que su amada seria sentenciada fue directo a buscarla y le comunico lo ocurrido, ella no tenia aquella preciada reliquia, estaba siendo inculpada por un delito que no cometió, su único delito fue robar el corazón del joven príncipe.

- Esteban, yo no he robado y no me atrevería a hacerte eso a ti, le tengo respeto a tu familia y no cometería un delito en donde tu también eres de mi hogar - dijo la joven con mirada de piedad

- Lo se, no quiero que te hagan daño, lo buscaremos para limpiar tu nombre por algo que no haz hecho, te voy a pedir que no salgas de aquí, yo buscare bien por cada rincón del palacio y no permitiré que te lastimen - hablo el joven de la forma mas sincera y tratando de calmar a su amada

Y así transcurrió la semana, Esteban buscando dicho cetro, la joven Regina encerrada en su casa para evitar ser encontrada y asesinada. 

Los Príncipes No Van Con Las PlebeyasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora