🌹 01 🌹

633 49 0
                                    

×∆ ռɛtaʟɨa ∆×

Bien podría ser un pueblecillo pequeño, con pocos recursos y poca gente. Más era suficiente para abundar la paz en cada pueblerino.

Aunque no eliminaba los chismes veloces.

Carl Aesop siempre prefirió evitar aquello, manteniéndose al margen en su pequeño taller a las orillas fuera de aquel pequeño pueblo, ocupándose de sus obras y siendo constantemente visitado por su amigo el leñador. Buscando este que crease alguna artesanía carpintera.

No sería el único que buscaba por allí de sus servicios, ya que siendo el título muy pesado y egocéntrico, era definitivamente el mejor en lo que hacía. Al menos en aquella zona olvidada por el mismísimo dios.

Mientras se tratase de materiales moldeables y dóciles,podía crear cualquier pieza, desde una simple silla hasta el más elegante de los candelabros.

Desde el más tierno instrumento musical,hasta la prótesis más movible.

La creación de partes humanas se había vendido más con los días, siendo que los descuidados pueblerinos se hallaban perdiendo un brazo o pierna cada vez que trataban de escapar de aquel lugar hacia la aventura que podría ser el mundo.

Aesop también se ocultaba de aquello.

De la aborrecible imperfección del pueblo.

No había nada ni nadie allí que llenará sus expectativas.

Bien esperaba él, el poder conocer al amor de su vida. Más no le era posible con tanta hipocresía de cada doncella.

¿le buscaban por sus manos o por su estabilidad?,no sabría determinar si seria por una de las dos opciones o simplemente ambas.

Deslizo sus manos por sus cabellos,llevándolos hacia atrás.

Se había ido a navegar en su mente mientras trazaba su próxima obra en un simple papel.

Si el ser perfecto no existía...¿porque no crearlo el mismo?

Una locura tan quisquillosa como el hecho de brindarle vida.

Llevaba meses pensando lo mismo,en crear tal pieza de obra de arte que pareciese,no de él, si no de los mismos dioses revelados ante sus ideales.

Por supuesto tuvo sus fallos y frustraciones,y dejo por secundario algunos pedidos hasta de sus más fieles clientes.

No quería detenerse por nadie.

Tenía casi cada pieza para aquel cuerpo perfecto lista. Sólo le faltaba empezar a armarlo.

— ¡Aesop! — dio un respingo sobre su asiento, al escuchar tal grito y el azote feroz de la puerta de su taller siendo golpeada contra la pared.

Gruño,sintiendo la rabia subir a sus cienes cual río cauteloso desbordando con furia.

Algunas de sus piezas habían caído al suelo,y la parte mas complicada de aquella obra que llevaba a cabo había caído al suelo partiéndose en cientos de pedazos que no podría volver a ensamblar.

Magnífico.

Miro por el rabillo del ojo a quien le había causado tal disgusto,encontrándose con nadie más que Naib, el leñador.

Este parecía arisco, y con un semblante palideciente tras haber arruinado algo lejos de su entendimiento.

— espero que traigas alguna buena noticia para mi,que pague esto, Subedar — pronunció,con cada palabra más afilada que la otra, mientras el susodicho reía con nerviosismo.

— seguro que lo compensa... — hurgo en el fondo de los bolsillos de sus pantalones de mezquino, sacando con sus dedos rasgosos lo que parecía un pedazo de papel — encontré a la persona que querías visitar, de buena fuente, esta es su dirección — suspiro, sobando el puente de su nariz con el índice y el pulgar, procurando alivianar su enojo.

Ya más calmado, se dedico a tomar aquella dirección inscrita en papel para observar.

Esperaba que no fuera falsa, ya que cobraría el doble al leñador por los daños causados tras su atroz entrada.

— Espero que sea real lo que me dices, Naib — cuestionó al que cortaba maderos,mientras este se rascaba la nuca con evidente nerviosismo.

— ¡Creeme!, fui de visita antes de traértelo...es un lugar extraño,¡justo como describías al propietario!, esta allí — confirmo, salvándose de un posible e irremediable pago.

Decidió creer, el leñador como buen amigo no tendría el porque mentirle.

U eso esperaba, porque si no...

Tras un pequeño intercambio de palabras, y un par de acuerdos entre los dos, su querido amigo se marchó, más cuidadoso de como cuando había llegado.

Miro la dirección del papel en su mano, y luego hacia su mesa llena de planos y herramientas, denotandose un diseño de aquel ser perfecto que no dudaba en lograr hacer.

Firme, con la frente en alto y muy decidido, iría al amanecer a aquella localización oculta en el bosque para encontrar lo que seria más necesario para su amada obra.

Un alma.

քօʀċɛʟaɨռ °•ıԀєňţıţʏ ν•°Where stories live. Discover now