Spectrum (VI)

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Francis siempre había buscado ser positivo y flexible con los eventos imprevistos en su vida; tal como fue aquel incidente (por llamarlo de una manera menos rencorosa) la hostilidad que aconteció en su último año en preparatoria. Las palabras no le herían, al menos no cuando eran, pronunciadas por unos pocos, y en general, extraños que consideraba sin relevancia en su rutina.

El problema en ese año, es que no fueron unos pocos los que lo dijeron; y, esas palabras llegaban a uno de los chicos que sentía cierta afabilidad en sus interacciones. Las palabras, pues, sí importan. Las frases, cuando vinieron de su familia, de sus padres, entonces...entonces dolieron. Afortunadamente, su hermana menor, Antoinette estaba estudiando en Mónaco; ¿le hubiera apoyado? Era una pregunta que le daba terror siquiera considerar.

No esperaba que las personas que lo vieran crecer lo consideraran, o intentaran entenderlo; poco intentó esforzarse en explicar nada. Un incidente, cuando había entrado apenas a preparatoria, le demostró que no sacaría nada bueno de ser obstinado, aún si se trataba únicamente de expresarse, de ser él mismo.

—¡Por supuesto que sabríamos! —le había gritado su madre histérica, cuando entró a su cuarto echa una furia, y comenzó a hurgar en su ropero, sacando entre su ropa cotidiana y su uniforme prendas que destacan entre todas.

Sus ojos azules permanecieron fijos llenos de miedo en las prendas tiradas en el suelo; su mente apenas recuerda las palabras de su madre, pero estaba seguro que fueron hirientes. Sin embargo, sí existe en sus recuerdos una frase que su padre dijo con voz ronca, mientras su madre murmuraba sobre que había hecho mal, casi ignorando que estaba en la habitación frente a ella.

—Sabía que traías algo raro en estos días, quiero que pienses bien en la imagen que das —le había dicho su padre, y una empleada fue apurada a llevarse esas ropas ridículas e indecentes para un chico, para un hombre.

Francis se sentía tan avergonzado, tan solo, que pensó en llamar a Antoinette, y decirle que se quedara en Mónaco para las vacaciones, no quería que lo viera así. Sin embargo, si algo también le caracterizaba, era ser persistente: si sus padres se ahogaban en pendientes y eventos sociales, él entonces, usaría un poco de efectivo en comprar la ropa que le gustaba, en los colores que fueran, o se pintaría sus uñas tan llamativas como se le antojaba.

Era una doble vida. Por un lado, en su casa, era un chico con colores sobrios, excelentes notas, y sensatez jovial; mientras, que en la escuela, lograba ponerse lo que quería, jugar con los esquemas ridículos de género que aún se marcaban en tiempos actuales. Nadie se molestó con ello, no hasta que ocurrió lo de los rumores.

(No le molestaba, (no quitaba que le doliera), que no lo aceptaran, sino, que no lo dejaran aceptarse).

Cuando alejó a Basch, y se enteró que había incluso actuado en su defensa, percibió que en efecto, había dejado que las palabras ajenas calaran en su persona. Se arrepintió de haber apartado a una de las personas que lo aceptaban, de las primeras en hacerlo. En la universidad, aun bajo la influencia de sus padres, siguió con su faceta oculta, aunque las perspectivas y paradigmas habían cambiado en forma positiva.

Hizo amigos que poco ocupaban de mirar sus ropas, o asignarle reglas acorde al género con el que nació. Y la eventualidad volvió a poner a Basch Zwingli en su camino.

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Para Francis, Basch era la oportunidad, la puerta, a muchas cosas: al cambio, a la libertad; a la adrenalina de un encuentro placentero; a la libertad de romper cuantos esquemas quisiera siendo el mismo. Además, el galo comprendía perfectamente que eso se había convertido en un intercambio, Basch también obtenía elementos similares de su acuerdo como prefería llamarlo, pues asignarle el título de relación era demasiado.

At the heights in Overdrive [Hetalia] [SwissFra/Edelweiss]Where stories live. Discover now