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Hace cincuenta años...




No dejes la calle. eLLos no pueden atrapar si no dejas la calle.
     El pequeño David Olson sabía que tendría problemas. En cuanto su madre volviera con papá. Su única esperanza eran las almohadas que había puesto bajo las mantas, que daban la impresión de que continuaba acostado. Lo hacían en los programas de televisión. Pero en ese momento no importaba. Había salido a hurtadillas de su habitación y se habia hecho daño en el pie al resbalar mientras bajaba por la enredadera. Pero no era tan grave. No como lo de su hermano mayor jugando al fútbol. No era tan grave.
     El pequeño David Olson cojeó por Hays Road, con el rocío en la cara y la niebla sobre la colina. Miró la luna. Estaba llena. Era la segunda noche seguida que estaba llena. Era una luna azul. Eso le había dicho su hermano mayor. Como esa canción con la que mamá y papá bailaban a veces. Antes, cuando eran felices. Antes, cuando no le tenían miedo a David.
     Blue Moon.
     I saw you standing alone.
     El pequeño David Olson oyó algo entre los arbustos. Por un instante pensó que podría ser otro de esos sueños. Pero no lo era. Sabía que no lo era. Se había obligado a mantenerse despierto. Pese a los dolores de cabeza. Tenía que ir ahí esa noche.
    La luz de los faros de un coche que pasaba iluminó la niebla. El pequeño David Olson se escondió detrás de un buzón mientras en el viejo Ford Mustang se oía un rock and roll. Luego, las risas de unos adolescentes. Estaban reclutando a muchos chicos para el ejército y conducir ebrio era cada vez más común. O al menos eso decía su padre.
    -¿David? -susurró una voz, Sissseó. Sisss.
    ¿Lo habia dicho alguien? ¿O simplemente lo había oído?
    -¿Quién anda ahí?-preguntó David.
    Silencio.
    Seguro que estaba en su cabeza. No era un problema. Al menos no se trataba de la mujer siseante. Al menos no estaba soñando.
    ¿O sí?
    David se asomó colina abajo, hacia la esquina con la enorme farola en Monterey Drive. Los adolescentes se alejaron y se llevaron con ellos todo el sonido. Fue entonces cuando vio la sombra de una persona. En medio del charco de luz que formaba la farola había una silueta. Esperando y silbando. Silbando y esperando. Una canción que sonaba un poco como
    Blue Moon.
    A David se le erizó el vello de la nuca.
    No te acerques a esa esquina.
    Alejate de esa persona.
    El pequeño David Olson tomó un atajo por los jardines.
    Se acercó de puntillas a una vieja cerca. No dejes que se acerquen. No dejes que te vean. No estás en la calle. Es peligroso. Arriba, vio a través de una ventana que una niñera se estaba besando con su novio mientras un bebé lloraba. Pero sonaba como un gato. Aún no estaba seguro de que no estuviera soñando, pero cada vez era más dificil saberlo. Se coló bajo la valla y los pantalones de su pijama se mancharon con la hierba mojada. Sabía que no podría ocultárselo a su madre. Tendría que lavarlos por su cuenta. Como si de nuevo estuviera mo- jando la cama. Cuando lavaba las sábanas por la mañana. No podía dejar que su madre lo supiera. Le haría preguntas.    Preguntas que él no podía responder.
    No en voz alta.
    Avanzó por la pequeña arboleda detrás de la casa de los Maruca, pasó junto a los columpios que el señor Maruca había montado con sus hijos. Tras un día de duro trabajo, siempre había galletas Oreo y un vaso de leche esperando. El pequeño David Olson los había ayudado un par de veces. Le encantaban las Oreo. Especialmente cuando estaban algo pasadas y se ponían blandas.
    -¿David?-
    Ahora el susurro era más alto. Miró hacia atrás. No había nadie. Echó un vistazo hacia la farola más allá de las casas. La sombra ya no estaba ahí. Aquella silueta podría estar en cualquier parte. Podría estar detrás de él. Por favor, por favor, que no sea la siseadora. Por favor, que no esté dormido.
    Crac.
    Una ramita se quebró tras él, y el pequeño David, olvidando que tenía el pie herido, empezó a correr. Atajó por el jardín de los Pruzan, directo hacia Carmell Drive, y dobló a la izquierda. Podía oír a unos perros jadeando. Acercándose. Pero no había perros. Sólo eran ruidos. Como en los sueños. Como el gatito llorando. Lo perseguían, así que corrió más, azotando el pavimento mojado con sus pequeñas botas. Zap, zap, zap, como los besos de la abuela.
    Cuando por fin llegó a la esquina de Monterey Drive, giró a la de- recha. Corrió por en medio de la calle, como una balsa sobre el río. No dejes la calle. Ellos no pueden atrapar si no dejas la calle. Podía oír los sonidos a cada lado. Pequeños siseos. Y perros jadeando. Y lamiendo. Y gatitos. Y esos susurros.
    -¿David? Sal de la calle. Te van a hacer daño. Ven al jardín, aquí estarás seguro.
    Era la voz de la mujer siseante. Lo sabía. Su voz siempre era bonita al principio. Como la de una maestra sustituta queriendo caer bien. Pero en cuanto la veías, dejaba de ser bonita. Se volvía toda dientes y boca siseante. Peor que la bruja mala. Peor que cualquier otra cosa. Con cuatro piernas como un perro o un largo cuello de jirafa. Sssss.
     -¿David? Mamá se ha hecho daño en los pies. Están llenos de cortes. Ven a ayudarme.
    Ahora la mujer siseante estaba usando la voz de su madre. No era justo. Pero eso hacía. Incluso podía parecerse a ella. La primera vez funcionó. Fue hacia donde ella estaba en el jardín y allí lo atrapó, Después de eso, no durmió en dos días. Cuando se lo llevó a la casa que tenía ese sótano.
    -Ayuda a tu madre, pedazo de mierda.
    Esta vez era la voz de su abuela. Pero no era su abuela. David podia sentir los dientes blancos de la mujer siseante. No los mires. Mantén lo vista al frente. Sigue corriendo. Llega al callejón. Puedes hacerla desaparecer para siempre. Llega hasta la última farola. -Ssssss.
    David Olson miró hacia la última farola del callejón. Y luego se detuvo.
    La sombra había vuelto.
    La silueta estaba en medio del haz de luz. Esperando y silbando. Silbando y esperando. Sueño o no, esto era malo. Pero David ya no podía detenerse. De él dependía todo. Si quería llegar al punto de reunión, tendría que pasar junto a la persona de la farola.
    -Sssssssss.
    La mujer siseante estaba aún más cerca. Detrás de él. De pronto, David Olson tuvo frío y sintió su pijama húmedo, pese al abrigo. Lo único que podía hacer era seguir caminando. Ser valiente como su hermano mayor. Ser valiente como los chicos que estaban reclutando. Ser valiente y seguir caminando. Un pasito. Dos pasitos.
    -¿Hola? -dijo el pequeño David Olson.
    La silueta no dijo nada. La silueta no se movió. Sólo inhaló y exha- ló, y su respiración iba formando
    Nubes.
    -Hola? ¿Quién eres? -preguntó David.
    Silencio. El mundo contuvo la respiración. El pequeño David Olson metió el dedo gordo del pie en el charco de luz. La silueta se movió.
    -Lo siento, pero necesito pasar. ¿Puedo?
    De nuevo silencio. David metió el pie un poco más en la luz. La silueta comenzó a darse la vuelta. David pensó por un momento en volver a casa, pero tenía que terminar. Era la única forma de detenerla. Metió el pie entero en la luz. La silueta se movió de nuevo, como una estatua despertando. Entonces metió toda la pierna. Otro movimiento. Finalmente, David no pudo más y entró en la luz. La figura corrió hacia él. Gimiendo y con los brazos estirados. David cruzó el círculo. La figura estaba tras él. Lamiendo. Gritando. David sintió cómo sus largas uñas lo alcanzaban, y justo cuando iba a cogerlo del pelo, él se deslizó por el pavimento como en el béisbol. Se raspó la rodilla, pero no importaba. Estaba fuera de la luz. La silueta dejó de moverse. David estaba al otro lado de la calle. La calle sin salida con la cabaña de madera y la pareja de recién casados.
    El pequeño David Olson desvió la vista del camino. Era una noche silenciosa. Apenas se oían algunos grillos. Un poco de niebla iluminaba el camino hacia los árboles. Estaba aterrorizado, pero no podía detenerse. Todo estaba en sus manos. Tenía que terminarlo o la mujer siseante saldría y su hermano mayor sería el primero en morir.
    El pequeño David Olson abandonó la calle y avanzó.
    Cruzó la valla.
    Hacia el campo.
    Hasta adentrarse en el bosque de Mission Street.

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⏰ Last updated: Mar 21, 2020 ⏰

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