Capítulo 6

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Capítulo 6

Christopher:

Casi nadie sabía que reservaba un pequeño hueco en mi agenda para disfrutar de un momento de soledad en un pequeño claro que había en el bosque de Los Vanir. Allí, lejos de la civilización, me gustaba pasar el rato, leyendo un libro con tranquilidad o estudiando, disfrutando de la armonía del piar de los pájaros. Me daba tanta paz que al volver, me sentía diferente.

Aquel domingo por la tarde, tras hacer de príncipe perfecto, me dirigí hacia aquel remanso de paz. Llevaba a las espaldas una mochila con lo indispensable: un par de bocadillos por si me entraba el hambre, mis apuntes y ese libro que tanto me estaba gustando.

Se encontraba bastante apartado de aquella laguna a la que todos acudían para zambullirse entre sus aguas y se respiraba tanta libertad que a pesar del frío, me acomodé junto a un tronco. Había sido precavido y había metido un par de mantas también. Me gustaba aquel lugar, era tan tranquilo; nada de revuelos y de doncellas yendo y viniendo o de mayordomos apresurados. No había tanto jaleo y nadie ponía nervioso a nadie, así como tampoco había deberes reales ni contratos que leer ni visitas que atender.  No tenía que ser Don perfecto; solo era Christopher, el hombre que estaba detrás de la corona, aquel al que nadie parecía ver.

Era claramente consciente de que las mujeres solo querían estar conmigo por lo que conllevaría casarse con un príncipe: todas las riquezas y lujos a los que tendrían acceso. Lo que todas desconocían era la gran responsabilidad que requería, todos los deberes a los que un simple matrimonio ataba de por vida. Porque, claro, en nuestra familia no había opción al divorcio, así que debería dar con la indicada a la primera de cambio. Era tan injusto y había tanta presión bajo mis hombros. Se esperaba tanto de mí.

Por una sola vez me gustaría ser solo un chico normal y corriente.

Pero esto era la vida real. Jamás sería normal a los ojos de mi pueblo y todas las mujeres solo veían la corona y no al verdadero Christopher; no se interesaban por mis gustos, solo fingían estar interesadas.

Estudié y adelanté la materia, leí varios capítulos y para cuando quise darme cuenta, ya estaba empezando a anochecer. Muy a mi pesar, debía volver a las tristes paredes de palacio, a esa maldita jaula solitaria. Antes de adentrarme en los jardines, me giré y deseé por una sola vez no ser el heredero a la corona.

.   .   .

De vuelta a la normalidad, el lunes tuve que faltar a una de mis clases ya que debía dar un discurso de apertura en un acto benéfico. Toda la familia estuvo al completo. Mamá estaba sentada junto a papá en las dos tribunas que habían colocado a la izquierda y mi hermana Star estaba en una de las dos que habían colocado a la derecha. El otro asiento lo ocuparía yo tras el discurso.

Había fotógrafos desperdigados por toda la sala y por el rabillo del ojo pude ver a la familia Tyson: a Gideon, a Grace, su mujer, y a Amanda. Ocupaban los asientos de la primera fila y en el instante en el que me tocó hablar, aplaudieron con moderación.

Solté aquel discurso que me había preparado con anterioridad sin apenas esfuerzo. Todos me escuchaban atentos, como si lo que tuviera que decir fuera de gran importancia cuando todos sabíamos que solo era un pequeño trámite. Hablé con un tono moderado, serio y formal. Me aseguré de darle la emoción necesaria a cada palabra que salía de mis labios, tal y como se me había enseñado desde que era pequeño.

Aquel paripé desembocó en una comida con todos los socios y en la que me situaron al lado de Amanda. Si bien por dentro me estaba muriendo de aburrimiento por la chapa sobre zapatos y prendas que me estaba soltando (me contaba cosas que ya sabía), como si aquello fuera lo que se esperaba de ella, por fuera fingía estar muy interesado en sus palabras.

No es un cuento de hadas (Bilogía Alas I)Where stories live. Discover now