Desde la distancia

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Es una mañana normal, como tantas otras, de esas que llegas a mi puesto de trabajo y te sientas a realizar una tarea que dentro de que podía haber ciertas diferencias, ya casi era rutinario.

Te preguntaras que a que me dedico, pues a algo que hoy en día mucha gente nos busca, soy ingeniero informático en un negocio en el centro de mi ciudad y suelo pasarme horas en una habitación con un ordenador delante de mis manos para que los revise y repare, aunque todo hay que decirlo, lo que más nos llega es para limpiarlos de virus, aunque a eso se suelen dedicar los empleados y yo en cambio, suelo dedicar mi tiempo a temas más complejos, como recuperar datos o crear programas específicos.

Yo normalmente no salgo de mi cubículo, pero desde el puedo ver lo que pasa fuera, ya que está totalmente acristalado, para así controlar la parte de fuera ya que, aunque soy socio de la empresa, mi socio es el que se dedica a llevar más la gestión de la empresa y yo a la parte técnica. Esta distribución de funciones quedo clara en cuanto decidimos montar la empresa, ya que mi socio tiene claro que mi facilidad de palabra con el mundo no es muy dado. Me cuesta comunicarme, me vuelvo un patoso de manual y prefiero quedarme tras este cristal.

Miguel, mi socio, al igual que mi familia me dicen que así no podre conocer a una mujer con la que compartir mi vida y es que después de haber pasado por una rotura dolorosa con la que fue mi novia desde la universidad y de eso ya hace unos años, no he vuelto a tener una relación seria. Vamos a ver, no soy monje, he tenido algunas aventuras de una noche, pero nunca paso de allí, no me interesa. Como me dice Miguel, a pesar de mi carácter huraño soy un tío con suerte, porque según él, no tengo que hacer nada para que las mujeres se fijen en mi e intentar conquistarme, solo sentarme en un taburete del pub o discoteca que nos toque de turno.

Vuelvo a lo mismo, no soy asocial, me gusta salir con mis amigos a cenar o tomarnos una copa, pero fuera de mi circulo, me cuesta relacionarme con el mundo.

Y aquí estoy yo, como tantas mañanas, con el ordenador delante y volviéndome loco para conseguir encajar las piezas del nuevo programa que estoy diseñando para una empresa y aunque es una en principio base de datos para realizar presupuestos, tiene algún que otro componente que nos han solicitado que hace que sea un poco más complejo.

La campanilla de la puerta suena como tantos cientos de veces, pero ni levanto la cabeza, estoy centrado en mi trabajo, hasta que un sonido hace que reaccione.

Escucho una carcajada de una voz de mujer que atrae como un imán a todas las células de mi cuerpo, parándolo durante un segundo, dejo hasta de respirar y no entiendo porque tengo esta reacción, por lo que después de tomar un respiro levanto la cabeza y si antes me había quedado parado, ahora mi cuerpo se paraliza del todo.

No puedo dejar de mirar la imagen, una mujer de mi edad aproximada que acompaña a una mujer mayor y mientras le están explicando el problema del ordenador a Noa, que es quien esta esta mañana atendiendo el mostrador, las tres se están riendo a carcajadas.

No puedo dejar de mirarla, es preciosa y no en el sentido de que sea una belleza, no quiero decir que no sea bonita, que lo es. Estatura media, pelo rojo fuego y una bonita figura sin ser una modelo, con sus redondeces. Es más bien como si una luz saliese de ella a través de sus risas y su sonrisa que lo ilumina todo y que me deja atrapado con la mirada puesta sobre ella.

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Aquí estoy, con mi madre en la tienda de informática que trabaja mi prima Noa y es que como no, por no se cuanta aba vez el ordenador de mi madre ha empezado a dar problemas, pero en esta ocasión cuando le conté por teléfono a Noa que le sucedía, nos pidió que se lo llevásemos a la empresa donde trabajaba para que lo pueda revisar su jefe. Así que aquí estamos, entregándole el maldito cacharro de los demonios a Noa a la vez que nos esta poniendo al día de los últimos acontecimientos de su vida, que no sé cómo lo hace pero si algo surrealista puede suceder, le sucede a ella, por lo que cada vez que nos cuenta una de sus aventuras no podemos parar de reírnos hasta llegar a doler el estómago y mi madre le encantan las aventuras de Noa, dice que es lo más divertido que tiene desde que se quedo viuda, así que rara es la semana que mi prima Noa no pasa por casa de mi madre con la excusa de algún problema técnico, pero la realidad es que para mi madre solo es la excusa para conocer la última aventura y para Noa la de una buena merienda de las que prepara mi madre.

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