V. Reinas de la pista

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Retumbaban las paredes del ajetreo que estaban montando los vecinos.

- Joder con todos los tipos de vecinos que hay, nos tienen que tocar los que escuchan Camela.- Lloriqueaba Natalia en su habitación mientras cerraba la ventana, a pesar de que hacía un día estupendo para asomarse a mirar un ratito el ambiente.

Un par de paredes más allá, una estampa totalmente distinta ante la misma situación.

- Eh, eh, eh, eh. - Brincaba Alba a todo lo que le daban sus piernecillas, temblando los vecinos del segundo por si el balcón se les podía venir encima, y contentos los del cuarto porque tenían a un piojo rubio más cerca que nunca.

Natalia no entendía cómo seguía escuchando la música tan fuerte si ella misma se había encargado de cerrar todas las ventanas y de poner una camiseta vieja en la rendija que quedaba debajo de la puerta de su habitación al cerrarla a modo de insonorización cutrísima de aliexpress.

- Cuando zarpaaa el amoooor, navegaaa a cieeegas es quien lleva el timón.- Seguía en su rave peculiar Alba, que inventaba pasos de sevillanas y berreaba la letra como si llevase más de un roncola en el cuerpo, aunque eran las siete de la tarde. Cantaba señalando en ocasiones a una señora del edificio de enfrente, que mientras su marido intentaba leer el periódico en su pequeña terraza, ella presumía de los pasos aprendidos en sus clases de zumba.

La morena abrió su ventana y se asomó para buscar el origen de semejante escándalo, y allí se encontró el percal. En cuanto se pausó la fiesta por un anuncio de spotify de esos que te dicen que sigas disfrutando de la música con premium y mientras los vecinos anunciaban que iban a poner un poco de música más actual, Natalia aprovechó para ir a ver a la chica que supuestamente estaba estudiando fundamentos del dibujo técnico en su habitación, tranquilita y centrada en aprovechar el tiempo esta cuarentena, como le había asegurado mientras comían, pues parecía estar un poco agobiada por todas las entregas que tenía que hacer en el campus virtual en plazos cortos.

Abrió la puerta que daba a su ya famoso balconcito con cuidado, aprovechando que la música se estaba abriendo paso de nuevo entre el silencio y las respiraciones agitadas de los que aprovecharon el parón para descansar y beber un poquito de agua.

- Ella está casi, casi soltera... - Estalló entre todos los edificios provocando los vitoreos y silbidos de muchos de los vecinos, en especial de los más jóvenes.

La morena casi se cae de espaldas cuando la rubia pegó tremendo brinco y se agarró a los barrotes del balcón con sus dos manitas, poniendo el culo a su entera disposición aún sin saberlo.

Para no asustarla ni parecer una tremenda acosadora si esperaba a que se terminara la canción para asaltarla, cerró la puerta con algo más de fuerza de lo habitual para que el ruido se encargarse de alarmar a la más bajita y no tener que pasar ella por ese mal trago.

En esta que se gira la rubia, mira a Natalia y le sonríe, y sigue bailando a lo suyo.

No sé si conoceréis a alguien así, pero hay personas que con el reggaeton y la música de traqueteo se transportan a un bucle como al que te lleva el alcohol, aunque no hayas probado ni una gota. Como la sensación al bajarte de una montaña rusa, o el no parar de hablar cuando sales de un examen. Las curiosidades de las hormonas.

La morena, falta de atención, decide acercarse poquito a poco para pegarse a la espalda de Alba y ponerle, suavemente, las manos a cada lado de las caderas, intentando controlar lo incontrolable.

- ¿Tú no estabas estudiando? - Le pregunta en un susurro a voces Natalia, después de acercarse a su oído derecho con cuidado de no recibir ningún cabezazo.

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