capítulo 3

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Esos sentimientos le daban valor, su único deseo era compartir el mayor tiempo posible con Noré.
Aquel Diablo la amaba y deseaba tanto que el más mínimo gesto de parte de ella era suficiente para desatar toda la pasión que había en su corazón.
Pasaron días conviviendo en aquel pueblo, se sintieron tan completos juntos que llegaron a imaginar que tal vez esa es la vida que deseaban tener.
Aquellas noches de romance desenfrenado hacían sentir a Anaciel que no dudaría en entregar sus alas con tal de estar al lado de Noré. Pero pronto descubriría que los sacrificios por amor tenían un límite.
Durante ese tiempo no habían vuelto a tener noticias de parte de ese ángel que en esa ocasión persiguió a Anaciel. ¿Será que habían desistido de la idea del castigo?, no, todo estaba a punto de volverse más difícil.
Un día llegó a manos de ella una nota en una paloma blanca, provenía del paraíso. Al leerla quedó impactada, no podía disimular su conmoción - ¿Qué ocurre Anaciel?, ¿Qué dice? - preguntó Noré que estaba junto a ella.
- Dice que los superiores han decidido perdonarme si regreso ahora, pero de no hacerlo mi familia será exiliada ya que la unión de un ángel y un demonio es un pecado de deshonor familiar...- respondió afectada
- No lo entiendo, ¿Por qué tanto interés en ti?, ¿Por qué no símplemente te dejan ir? -
- Es por que soy candidata a suceder a un arcángel... no es algo que dictamine nuestra sangre si no el azar. Hace un tiempo fui llevada a un palacio en mi mundo donde se me prepararía para mi futuro. Algunos estaban al tanto de que venía aquí por que me gustaba ver las cosas humanas y me lo permitian. Pero seguramente jamás creyeron que podría encontrar el amor en esta tierra y mucho menos que sería un Diablo - explicó ella
- Anaciel...-
- Debo admitir que era feliz con mi vida anterior, pero ahora que sé que existe no concibo otra forma de felicidad que no sea estar a tu lado Noré...- confesó mientras acariciaba el rostro de él
- Yo me siento igual...-
- No me importaría que me exiliaran, o que arrancasen una por una las plumas de mi alas hasta quitarmelas... Pero no puedo permitir que un inocente sufra por mi culpa, y mucho menos si son mis padres. Estoy segura de que no saben nada de todo esto...-
- ¿Como lo sabes? -
- Por que si están tratando de convencerme de regresar es por que quieren solucionarlo entre nosotros sin que nadie se entere, sería un escándalo -
- Creo que puedo ver cuál será tu respuesta...-
Anaciel entristeció su mirada - Perdóname Noré... Pero ese es mi límite...-
El Diablo la rodeo con sus brazos, presionandola contra su pecho - No tienes que pedirme perdón, lo único que puede hacerme daño es verte triste... sólo quiero que sepas que lo que siento por ti es para siempre -
- Igual yo... Sí tan sólo fuésemos de la misma raza las cosas no serían tan difíciles...- suspiró ella
- Tal vez... Pero tampoco nos hubiésemos amado así, nos queremos por que somos diferentes, porque encontramos en el otro cosas que no conocíamos en nuestros mundos...- terminó él.
Anaciel decidió responder aquel mensaje diciendo que regresaría esa misma noche.
Eligieron pasar sus últimas horas juntos en la intimidad de ese cuarto, amandose en esa pequeña libertad. Antes de irse Noré le pidió bailar una última vez, pero siendo ellos mismo, sin disfraces, mirándose tal cuáles eran, sólos entre esas cuatro paredes.
Finalmente el tan temido momento llegó, era la hora de despedirse. Fueron hasta el bosque en el medio de la noche como ella prometió, se entregaría por propia voluntad.
Allí la estaba esperando un ángel, un poderoso guardián, para llevarla de regreso. Iban tomados de la mano, aquella imagen impactó al guardián, comprobó que lo que le habían dicho era verdad, un ángel y un diablo juntos entre los humanos.
Una inmensa tristeza invadió el pecho de Anaciel, no quería soltar la mano de su amado, él también se resistía a la idea de que se fuese. Resignada, se colocó frente a él, aunque casi no podía ni mirarlo, y con un tímido beso le dijo adiós.
Comenzó a caminar en dirección a aquel guardián, pero a mitad de camino se detuvo, volvió corriendo sobre sus pasos y abrazó con todas sus fuerzas a Noré.
- No puedo hacerlo... No quiero dejarte...- decía ella entre sollozos
- Por favor no llores Anaciel... sabés que es lo único que puede herirme...-
- Pero... de sólo pensar que no volveré a verte siento mucho dolor...-
Ella lloraba sin consuelo, Noré se sentía culpable por aquella situación, pensaba que si no la hubiese buscado, si no la hubiese ilusonado desde un primer momento, Anaciel no tendría que pasar por todo eso. Fue entonces cuando decidió tomar una drástica decisión, había una sola cosa que podía hacer para ayudarla - Mirame Anaciel...- le dijo con una voz serena y la besó apasionadamente - Si algún día mi recuerdo regresa a tu corazón estaré aquí... esperándote - sonrió él
- A que te refiere- - intentó preguntar ella y derepente Noré besó su frente, haciendo que cayera inconciente en sus brazos.
El guardián quedó atónito ante esa acción - Pero que les has hecho?! - preguntó indignado a aquel guardián que lentamente se acercaba a él cargando a Anaciel para luego entregarsela - Ella está bien, sólo borré de su mente todos los recuerdos que tenía conmigo...- explicó
- Quieres decir que ella no recordará ni siquiera haberte conocido...? -
- Exactamente - respondió él y comenzó a alejarse.
- Te conozco, tu eres Noré, tercer príncipe del infierno -
- Así es -
- ¿Como pudiste posar tus ojos en un ángel?... Acaso te divertiste robando el corazón de un ser tan puro?...-
- ¿Dices que yo lo robé? - sonrió él - esa criatura que cargas ahí es quien se lleva en sus manos para siempre mi corazón - dijo señalandola.
El ángel quedó en silencio por un momento - Me resulta difícil de creer tu  benevolencia - dijo
- Estás en lo cierto, si por mi fuese hubiese arrasado con la mitad de ustedes sólo para que nos dejasen en paz. Pero sé que ella no quería que nadie saliese herido por nuestra causa -
- Eres muy arrogante al afirmar algo así -
- Claro que lo soy, soy un Diablo -
- ¿Por qué haces esto? -
- ... Porque la amo. Algún día cambiaré las reglas del juego y será mía para siempre, pero hasta ese entonces esto es lo mejor para ella. Todo es por su bien - dijo por último Noré y desapareció en la oscuridad.
El ángel miró a Anaciel que aún permanecía inconciente y murmuró para si - Quien diría que un ángel tan joven sería capaz de domar a una de las peores bestias del infierno...- y regresó al paraíso.
Tal como aquel Diablo prometió, Anaciel no recordaba nada de lo sucedido prácticamente hasta su llegada al palacio, ni siquiera de sus viajes al mundo humano. Sus superiores decidieron que lo mejor era no mencionar el tema y todo quedó como si nada de eso hubiese existido.
El tiempo pasó y la curiosidad de ella por la música humana despertó, haciéndola regresar a esa tierra, esta vez seguida a escondidas por un guardián. Pero al constatar que no había rastros del Diablo la dejaba ir en soledad por el bosque.
Una extraña sensación abrazaba el cuerpo de Anaciel, como si hubiese olvidado algo que era muy importante, pero por más que lo intentaba no podía recordarlo.
Al igual que antes de que todo comenzara, cuando la música del pueblo llegaba hasta donde ella estaba bailaba sola entre medio de los árboles, o quizás no tan sola, si no en compañía de un pequeño y hermoso pájaro de color violeta que siempre estaba rondandola en el lugar, llegando incluso a posarse en sus manos. Anaciel, ni siquiera aquel guardián, podían imaginar que esa ave era Noré que, cumpliendo su promesa, cada noche esperó su regreso. Pero esta vez para amarla desde la distancia, en silencio.
Verla sonreír era suficiente para él, por ahora. Porque la amaba tal cual era, con sus hermosas alas, no quería que las perdiese por estar a su lado, no necesitaba que ella hiciese un sacrificio por amor, pensaba que no era justo que sufriese de esa forma.
El Diablo era un Diablo pero cuando amaba lo hacía de verdad, sin egoísmo. Aquel ángel se había llevado su corazón, estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por su bien, y en ese momento sintió que aquello era lo mejor, hasta que llegase el día en pudiesen estar juntos.
A veces amar de verdad significaa dejar en libertad, y la libertad en algunas ocasiones implica tener que olvidar.




Fin

EL ÁNGEL QUE BAILABA CON EL DIABLOWhere stories live. Discover now