Que el compararnos con otros, no sea solo una excusa para seguir haciendo lo mismo. Cuantas veces nos miramos y señalamos al otro, para sintonizar que siempre hay alguien peor en la lona.
Adorne esa oscuridad, como si fuese el más bello jardín, aunque si te acercabas podías sentir sus espinas y un aroma a duelo. Un lugar en donde todo era una guerra entre sí por la supervivencia, era autodestrucción, falta de amor por el otro y por sobre todo, propio.
Si seguimos por el contexto metafórico, podría decir que los fertilizantes, de aquel jardín, solían ser: soledad, drogas, alcohol, noche. Y que cada aspecto de aquel ecosistema, corrió riesgo de ser exterminado, de perder su vida, su brillo y su libertad. ¿Hasta qué punto, se puede desvalorizar un bello jardín, que tiene diversos paisajes coexistiendo para su perfecto funcionamiento? O en otro contexto, un cuerpo, con sus múltiples células, órganos, tejidos... como mejor les guste llamarlo.
Saliendo de la metáfora pincelada, y hasta a veces con tinte de entendimiento evasivo, les puedo asegurar que lo que menos sentía era orgullo de mi misma, aunque quizá en el momento no lo reconociera. Hoy les puedo decir, que al revivir ese momento, veo dolor, mi energía se vuelve pesada, de angustia, rechazo, tristeza y hasta desagrado.
En éste breve recorrido hacia el pasado, vuelvo a recordar que todos venimos caminando heridos, que todos llevamos cosas que nos disgustan y nos duelen. Que muchas veces nos recordamos y castigamos, por que podríamos haberlo hecho mejor. Sin embargo, vuelvo a afianzar la idea, de tener el coraje necesario, para preguntarme las veces que haga falta, si no estoy viendo la situación a través de una herida. Para sanar, para crecer e iluminar cada vez más ese jardín, esa oscuridad.
*Bienvenido al bendito caos emocional, que me hace ponerme al servicio de lo que siento. Nunca hubo orden sin haber primero un divino desorden*
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