Little Talks

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You're gone, gone, gone away. I watched you disappear. All that's left is a ghost of you. 
Now we're torn, torn, torn apart. There's nothing we can do. Just let me go, we'll meet again soon. 
Now wait, wait, wait for me. Please hang around. I'll see you when I fall asleep.

-Little Talks, Of Monsters and Men


En algún momento, Lan Wangji había perdido la cuenta de los latigazos que había recibido. Al inicio, realmente había pensado que contarlos lo harían aguantar hasta el final de su castigo.

Pero tan solo insinuar que había logrado pensar en algo que no fuera Wei Wuxian era ridículo. No cuando su mente llevaba días gritando como un mantra: Wei Ying, Wei Ying, Wei Ying.

Wei Ying, entonando Chenqing sin piedad.

Wei Ying, cubierto de sangre en el suelo de una cueva.

Wei Ying, gritándole que se largara.

Había herido a treinta y tres de sus mayores para merecer este castigo interminable. Todo por querer proteger a Wei Wuxian. Pero no se arrepentía. No sentía ni una pizca de remordimiento, por más decepción que fuera para su secta. Después de todo, haría todo por Wei Ying. Incluso sacarlo de la masacre en Ciudad sin Noche y refugiarlo del mundo. Sin importar que apenas pudiera mantenerse en pie por las heridas y el cansancio.

Poco a poco, su mente se había convertido en una niebla densa. En cierto punto, había dejado de sentir el dolor profundo en su espalda. Su cuerpo entero se sentía entumecido.

Sin embargo, lo que sí podía registrar, era el sonido del látigo golpeando en el aire. El sonido de la piel (su piel, se recordó) desgarrándose y la sangre salpicando con fuerza contra el pavimento. La voz de Lan Qiren era un eco a lo lejos, y creía escuchar también la voz de Lan Xichen, gritando su nombre. Otro golpe lo sacudió entero. Quería vomitar, y quizá lo único que lo evitó fue el frio piso contra el que había caído su mejilla derecha.

No sabía en qué momento sus rodillas lo habían traicionado. Era estúpido haber creído que podría aguantar el castigo con su dignidad intacta.

En un último momento de conciencia, pudo escuchar fuerte y claro a Lan Qiren, anunciando el golpe número dieciséis. ¿O era el veintiséis? Lan Wangji ya no lo sabía. Solo quería que todo terminara. Y como si algo se hubiera apiadado de él, todo se volvió negro de golpe.

***

Probablemente había despertado antes de lo previsto, porque cuando fue devuelto a la realidad, sintió que unas llamas abrasadoras lo estaban consumiendo. En su mente confundida, solo podía pensar que su espalda estaba envuelta en fuego. Entonces, oyó un grito desgarrador a lo lejos, retumbando en sus oídos.

Si pudiera, pensó, haría lo mismo. Pero su garganta quemaba también. Quizá el grito había sido suyo.

Alguien tomó su mano mientras trataba de luchar contra las lágrimas. Pero intentar resistirse era en vano. Su cuerpo no le obedecía, demasiado sumido en el dolor.

—Shh, Wangji —logró escuchar a su hermano, quien murmuraba una y otra vez con la voz quebrada—. Vas a estar bien. Vas a estar bien.

***

La siguiente vez que despertó, Lan Wangji asumió que le habían dado demasiados medicamentos para el dolor. Aun podía sentir algunas punzadas en su espalda, pero nada demasiado doloroso. Eso sí, sabía que no estaba perfectamente consciente. La habitación daba vueltas y sus pensamientos no tenían coherencia del todo. De todas formas, no se sentía capaz de retener nada importante en su mente por más de unos segundos. Era como estar en un sueño, y quizá era lo mejor para su estado actual.

Little Talks - WangxianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora