Parte Única

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Un ruido sordo se escuchó por todo el gimnasio. Bam. Era el sonido del duro balón de voleibol golpear con fuerza contra el suelo, seguido por el golpeteo firme de un par de pies descendiendo del aire.

Koutarou sonrió triunfante.

Había anotado el mejor y último punto de aquel partido amistoso que estaba realizando su equipo contra alguna escuela cercana, y no podía estar más que orgulloso.

No hizo falta tiempo para que su característico "¡Hey hey hey! " empiece a resonar por todo el gimnasio, haciendo sentir frustrados a sus contrincantes, quienes solo atinaron a soltar un largo suspiro de resignación en busca de algún tipo de consuelo que los calme. Los miembros de Furokadani sonrieron ante la queja contraria, ellos realmente amaban ganar, y aunque muchas veces no quisieran aceptarlo, también sentían una gran admiración por su alocado búho-capitán, quien en medio de su pequeña celebración había empezado a buscar fervientemente la mirada de cierto pelinegro, en espera de alguna muestra de aprobación de su parte.

Akaashi sintió una penetrante mirada en su espalda, y con curiosidad volteó en busca del dueño de esta, encontrándose así con los dorados ojos de Bokuto que lo miraban en expectativa de algo. Quedando rápidamente maravillado ante la belleza que contemplaba, admiró los hermosos ojos  que brillaban cual estrellas en el firmamento, que llenos de una emoción pura, siempre hacían quedar hipnotizados a cualquiera que los mirase, especialmente a él, aunque no lo admitiera nunca. Y ni hablar de la bella sonrisa que mantenía Koutarou, con ella podía iluminar galaxias enteras si quisiera, pero esto es algo que nunca se lo diría en voz alta a menos que sea estrictamente necesario, sino lo más probable sería que tendría a un búho llorando de felicidad todo el día y no quería pasar por ello.

Le tomó casi un minuto salir de ese hechizo causado por solo mirar el bello rostro de su novio y darse cuenta de que este había empezado a mover su cabeza de un lado a otro, a un ritmo constante. Él sabía perfectamente que aquello solo podía significar una cosa, y se preparó mentalmente para que los próximos gritos de Bokuto vengan a él en busca de halagos.

—¿Me viste, Akaashi? ¿Viste ese último punto, Akaashi? ¿Qué tal te pareció? ¡Akaashi!

El nombrado se rió mentalmente por el hecho de haber acertado en su interpretación de los demandantes movimientos del peligris vetado de rayas negras, y decidió responderle, pero sin querer su  voz sonó monótona, como solía sonar la mayoría del tiempo.

—Lo hice. Estuvo asombroso.

Algo asustado de que Bokuto no se diera cuenta de lo verdaderamente orgulloso que se sentía por su inexpresivo tono, decidió también brindarle una muy tenue sonrisa, cargada de todo sus sentimientos hacia la estrella.

Siendo sinceros, sus palabras habían sonado muy secas, y la sonrisa era tan tenue que fácilmente podría pasar desapercibida para cualquier persona, pero no para Bokuto. 

Para Bokuto, cualquier palabra de aliento que soltara el menor, aunque sea en un tono frío, sería las más reconfortante que podría oír de alguien, y ni hablar de la sutil sonrisa que se escapaba por los finos labios de Akaashi; ¡tan linda y brillante! ¡No tenía comparación alguna! Aquel gesto era considerado por Koutarou una obra de arte exquisita, difícil de presenciar,  y  justamente cada vez que podía contemplarla, la alocada idea de besar esos rojizos labios hasta el cansancio surgía en su mente a una velocidad increíble. 

Sin pensarlo mucho, empezó a dirigir sus pasos rápidamente hacia el causante de sus repentinos deseos.

¡Akaashi! ¡Akaashi!—, gritaba alargando las palabras con un tono especial, mientras corría como niño pequeño en dirección del nombrado.

¡Akaashi, dame un besito!  [Bokuaka]Where stories live. Discover now