Juntos, Por Siempre

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El frío se escabullía entre los ropajes, a pesar de estar bien abrigada, con chamarra de invierno, guantes, bufanda y una térmica debajo de todo, Levy McGarden aún sentía como el aire helado danzaba traviesamente contra su piel sonrosada. En un intento de sentir algo de calor, sopló el hueco que formaban sus manos enguantadas delante de su cara aliviándose un poco al sentir la humedad de su propio aliento. Posteriormente, frotó sus brazos, hacía demasiado frío. 

Cambió su peso de pie con ansiedad, ¿Cuánto más tardaría Gajeel en llegar? Habían cuadrado una pequeña cita antes de fin de año ya que no iban a poder compartir juntos la llegada del año nuevo como solían hacerlo, los Redfox querían hacer un viaje familiar a un lugar cálido para variar un poco y Levy no le había permitido a Gajeel no ir, pasaba demasiado tiempo a su lado y no le hacía mal estar un poco con su familia. Después de mucho refunfuñar, el pelinegro había accedido a regañadientes; consolándose con la idea de compartir una cita invernal con su novia.

Un silbido despreocupado sacó de su ensimismamiento a la peliazul, que dirigió sus ojos avellana hacía dónde provenía el sonido. Para su fortuna, se trataba de Gajeel, que la miraba con una sonrisa fácil manteniendo una postura relajada con sus manos en los bolsillos de su pantalón. Estaba guapísimo ante los ojos de la pequeña joven; vestía un abrigo negro con peluchín blanco, no llevaba bufanda, pero sí una térmica de color verde cuello tortuga, sus siempre clásicos guantes sin dedos, unos simples pantalones bombachos del mismo tono que el abrigo y unas sencillas botas marrones. Un atuendo muy casual, muy Gajeel, extremadamente guapo. 

Justo después de acabar su escrutinio, una sonrisa se instaló en los labios de Levy llegando a sus ojos, se acercó más a él y con dulzura le abrazó, este le devolvió e gesto de inmediato. Al separarse, Gajeel se inclinó un poco para darle un beso casto a su adorada novia.

—¿Esperaste mucho? —, preguntó el pelinegro con la joven aún entre sus brazos.

—No. —, negó con la cabeza.—. Es solo que hace mucho frío y se me hizo la espera muy larga. —, explicó. Gajeel asintió con entendimiento liberándola de su abrazo.

—¿Quieres ir por un café para que te calientes? —, la preocupación tiñendo su voz.

—Eso estaría bien, sí. —, asintió la pequeña mientras agarraba la mano del moreno para entrelazar sus dedos.

Una vez, ambos tuvieron en sus manos las respectivas bebidas, se decidieron a caminar en vez de sentarse en el establecimiento. Anduvieron unas cuantas cuadras envueltos en un cómodo silencio antes de que Gajeel rompiera ese ambiente:

—Lev...—, la llamó en un murmullo. La nombrada alzó la cabeza para mirarle.

—¿Sí?

Fue en ese momento cuando Gajeel detuvo su andar y le regaló toda su atención al suelo cubierto por copos de nieve, sentía como sus mejillas se iban colorando y como su corazón latía con más rapidez de lo normal. Soltó un bufido fuertemente sonoro dejando un halo de aire cálido en el ambiente que se desvaneció rápidamente, estaba tratando de calmarse y darse valor para lo que iba a decir. Tenía un poco de miedo, ¿Qué tal si le decía que no? ¿Qué tal si lo consideraba un raro y se apartaba de ella? No podría soportar que se fuera de su lado, estaba a punto de decirle que no era nada, que lo olvidara, pero sintió la delicada y pequeña mano de la mujer a su lado, en su antebrazo. Alzó los ojos para mirar a ese precioso rostro angelical, estaba sonriendo y le dijo:

—No hagas eso, no te cortes conmigo. Sabes que puedes decirme cualquier cosa que pase por tu cabeza. —, su dulce expresión lo relajó completamente y se sorprendió un poco al comprobar lo bien que ella lo conocía. Le sonrió tímidamente y aspiró aire helado armándose de valor nuevamente. Atrapó los delicados dedos de su novia entre su gran mano y la llevó a sus labios dándole un beso, vio como las mejillas de Levy tomaron un color rojo intenso que la hacía ver adorable.

—Te amo. —, habló contra su piel perdiéndose en la profunda mirada avellana de la peliazul. Ella le sonrió algo apenada.

—Yo también te amo. —, después de escuchar esas llenadoras palabras, Gajeel alejó la mano de Levy de sus labios y agarró la otra con su otra mano.

—cásate conmigo. —, su voz sonó segura. Levy abrió la boca en un gesto de sorpresa, pero él no la dejó contestar y continuó: —. No hablo de ahora. Ahora no, tenemos muchas cosas que hacer antes de eso; graduarnos, compartir un departamento, compartir una casa, viajar juntos...pero, cuando hagamos todo eso, cásate conmigo. —, se detuvo un momento bajando la mirada a sus manos entrelazadas, agarró ambas con una mano mientras buscaba algo en el bolsillo de su abrigo con la otra. De allí, sacó una cajita de terciopelo negro y la dejó en las manos de la contraria. —Te amo con locura, Levy. Conocerte ha cambiado mi vida y quiero estar contigo por el resto de ella, así que, más que pedirte matrimonio, te estoy pidiendo que camines a mi lado por el resto de nuestras vidas. —, finalizó mirando su rostro, que ya no le miraba.

Levy se quedó mirando fijamente la cajita de terciopelo que descansaba en sus manos, estaba en shock, no se esperaba que Gajeel le pidiera esto, al menos no tan pronto; y no es como que no quisiera compartir su vida con él, solo que la había tomado desprevenida. Pasó un segundo más observando el objeto, hasta que sintió como sus mejillas se humedecían, estaba llorando. Soltó un gemidito estrangulado y abrió la cajita con las manos temblorosas. Su mirada se iluminó cuando pudo ver dos dijes exactamente iguales con una forma curiosa, eran preciosos. En ese momento alzó los ojos y vio como Gajeel la miraba con preocupación, le sonrió entre lágrimas mientras sorbía por la nariz para relajarlo.

—¿Los has hecho tú? —, su voz sonó extraña. El pelinegro se acercó más a ella y ahuecó su rostro asintiendo. La peliazul cerró los ojos y otro quejido brotó de sus labios. Al abrir los ojos respiró profundamente y continuó: —Sí quiero, sí quiero, sí quiero, sí quiero, Gajeel, claro que quiero. Solo contigo quiero.

El pelinegro sonrió radiantemente y puso su otra mano en el rostro de la contraria para atrapar sus labios en un beso dulce y lento. Levy se puso de puntitas para acercar más su rostro al del moreno. Cuando sus lenguas se encontraron un gruñido brotó de la garganta del chico y, reuniendo toda su voluntad, se apartó lentamente de la contraria finalizando el beso con una ligera caricia en la comisura de los labios de la joven, ella suspiró y bajó sus talones. Luego volvió a mirar la cajita en sus manos y le dirigió una miradita al Gajeel.

—¿Me ayudas a ponérmelo? —, el chico asintió y cogió uno de los colgantes para rodear a su novia y apartar el cabello azulado y alborotado de su nuca. Deslizó el objeto por delante y cerró el broche. Levy sonrió y cogió el otro para hacer lo propio con el pelinegro, guardando la caja en su chamarra, - claramente Gajeel tuvo que flexionar un poco las rodillas y Levy tuvo que pararse en las puntas de los pies-. Una vez, ambos tuvieron puestos los objetos, Levy miró el dije con emoción y se limpió las mejillas con la manga del abrigo y el dorso de la mano. —Gracias. —, murmuró embelesada.

—Gracias a ti, amor, por llegar a mi vida. Geehee. —, Gajeel le abrazó por los hombros y la empujó ligeramente para que siguieran caminando. Levy rio y recostó su cabeza en el cuerpo de su novio, pasando su brazo por su espalda para devolverle el gesto. Tenía una enorme sonrisa igual que él.

Gajeel estaba saltando por dentro de alegría, no podía creer aún que alguien como Levy sintiera lo mismo que él. La amaba tanto y tan profundamente. Ella era su luz y estaba muy agradecido con la vida por ponerla en su camino, jamás la dejaría ir. Levy, por su parte, se sentía plena a su lado, él le brindaba mucha calidez con su dulzura, lo amaba con todo su ser y quería estar así para siempre, a su lado. Ahora estaba segura de que su relación duraría mucho tiempo, eso simbolizaban los collares que colgaban de sus cuellos. De ahora en adelante, caminarían juntos, por siempre. 

Caminaremos juntos, siempreWhere stories live. Discover now