Eᴘíʟᴏɢᴏ

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La joven se encontraba rodeada en la penumbra de la habitacion compartida con su amado, el cual se encontraba dormido a su lado.
Abrazaba sus piernas hecha un ovillo en la esquina de la cama, escuchando la suave respiración del pelinaranja, y los insoportables ronquidos del gato bajo la cama.

Era el tercer día después de lo ocurrido en Veizel, aun seguía sintiendo ese remordimiento en su pecho al recordar la escena con la que se encontró después de despertar.
Si tan sólo el estúpido de Meliodas hubiera seguido a pie de la letra sus indicaciones, él aún seguiría vivo.

Pero lamentablemente, no ocurrió así, y la pérdida del rubio seguía estando en una pesada tensión entre todos.
Y cómo si aquello no fuera suficiente, Merlín le dio la cereza del pastel con la abrumadora noticia de que su reino había sido derrocado por los demonios.

Aún no estaba del todo recuperada, y por órdenes de Bartra, ambos se quedarían en Liones hasta entonces. Y por el momento, se había compadecido de ellos, ofreciendo su fuerza militar.

Para ser honesta... No creía ser capaz de recuperarse de todo aquello, y no tan sólo hablaba sobre las heridas abiertas superficiales —Andromeda— Incluso sentía que había perdido esa conexión con Merlín, quien se mantenía distante con ella y Arthur, él cual permanecían aún a su lado... Y lo agradecía demasiado —Amor— Giro su cabeza y se abrazo más así misma, observando de reojo a Arthur. El cual se levantó de la cama para acercarse a ella y abrazarla desde su espalda.

No hacía falta hablar para decirse un sin fin de cosas, con la mirada ambos sabían lo que trataban de decir y sentir.
Dejó de abrazarse para que las manos de Arthur se enrollaran en su cintura, y la abrazara para que su calor corporal la invadiera.

—Yo...— La mando a callar, acariciando su abdomen con sus pulgares.

—Lo sé— Recargo su cabeza en el hombro de Arthur y la giro  para ver su mentón. Elevó su mano y acarició su mejilla, haciendo que sus ojos púrpuras bajaran para observarla. Le sonrió y abrazo más su cuerpo —Sabes, había estado contando los días— Andromeda escucho con atención, sintiendo por primera vez en esos días, una paz.

Se separó de él y se sentó en su regazo para abrazarse como coala a su cuerpo —¿Para que?— Preguntó en un hilo de voz. Las manos de Arthur recorrieron su espalda, de arriba hacia bajo, en círculos o líneas imaginarias que trazada con sus dedos.

Apoyo su cabeza encima de la de ella y suspiro, sintiendo el pecho de Andromeda comenzar a tomar calor. Estar desnudos no era algo que ambos les incomodara, en absoluto. Podría ser extraño, pero la placentera sensación de libertad hacia que valiera la pena la vergüenza que poco a poco comenzaba a desvanecerse.

Regresó a lo que anteriormente iba a decir, despojando los pensamientos impunes que comenzaban instalarse en su mente —Feliz cumpleaños— Susurro, bajando más su cabeza para susurrarlo en su oído —Puede que estos días hayan sido de mierda, pero... Jamás me olvidaría de tu cumpleaños.

Arthur sintió una humedad en su pecho, y eso lo alarmó. Alejo a su amada lentamente de su cuerpo, y suspiro con alivio sonriendo de lado, al ver como Andromeda lloraba con una pequeña sonrisa.
Tomó su mentón y la beso con delicadeza, haciendo que por un segundo ella diera un pequeño salto por la sorpresa.

Volvió a enrollar sus brazos en el cuerpo de Andromeda y la abrazo antes de dejarse caer de espaldas en la cama, para que ambos así quedarán acostados en la misma.

Y ante la atenta mirada de la luna sobre ellos, pudo ser cómplice de cómo aquellos dos jóvenes enamorados profesaban y se entregaban abiertamente su grado y enorme amor... Incluso en la peor tempestad, su amor seguía tan fuerte como siempre.

𝘍𝘰𝘳𝘵𝘢𝘭𝘦𝘻𝘢  "ᴬʳᵗʰᵘʳ ᴾᵉⁿᵈʳᵃᵍᵒⁿ" Where stories live. Discover now