Las palabras pequeñas

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A veces me pongo un poco triste pensando en lo poco que te conozco aunque te sientes todos los días tras mi espalda, bolsas bajo los ojos y cara a la pizarra. Tienes una sonrisa bonita, la nariz respingona y un montón de cosas que decir, aunque siempre guardes silencio. Lo sé por cómo miras hacia arriba cuando alguien dice algo estúpido. Realmente es lo más inteligente que puedes hacer, pero yo siempre he sido más impulsivo que otra cosa, así que hablo, y me gano visitas al despacho del director.

El director es un señor aburrido, con bigote recto y cejas finas. Un señor cualquiera. Me habla en tono monótono sobre el orden y la ley, el respeto y la tolerancia y un montón de palabras grandes a las que su voz gris les quita color y significado. No creo que realmente las entienda. Yo me aburro, y pienso que preferiría mil veces estar contigo en clase, observando por el rabillo del ojo como frunces el ceño y tuerces la boca cuando alguien suelta una bobada. Pero tú callas, y yo no puedo contenerme, así que hablo. Y vuelta a empezar.

Sinceramente, no sé cómo lo haces. Lo de no hablar, digo. Creo que es porque entiendes mejor que nadie el valor de las palabras. Supongo que eso es porque no tienes facilidad para usarlas. Te cuesta expresarte, lo sé por cómo tiemblas cuando toca hablar en público.

A mi siempre se me han dado bien. Las palabras, digo. Igual por eso hablo demasiado. Tal vez a mi tambien se me ha olvidado lo que valen. Puede que, como el director, no sepa muy bien lo que digo. Igual acabaré utilizando palabras grandes sin entender exactamente lo que pretendo expresar con ellas. Espero que eso no pase, me da un poco de miedo.

Bueno, lo importante es que tú no hablas mucho, pero tienes las ideas claras. Una vez me sonreíste cuando le respondí algo a alguien que decía algún sinsentido. Noté que las tripas se me revolvían y tuve miedo de vomitar el desayuno. Por tu sonrisa, digo. Por suerte, me enviaron a ver al director y vomité en sus zapatillas de charol. Fuí expulsado una semana por potar a lo punki en contra de la autoridad y rebelión en la granja . Realmente fue por tu sonrisa, pero al parecer estar enamorado rompe con el status quo. A mi lo que me rompió el corazón fue no verte durante una semana.

De todas maneras, allí estabas cuando volví, con tu naricita respingona y una sonrisa capaz de domar dragones. Cuando entré en clase todos levantaron la mirada, y el profesor larguirucho con nariz de esfinge se burló de mi pequeña revolución no programada. Me dolió un poco bastante, y por primera vez en mi vida no supe qué responder.

Así que respondiste tú, con voz de amazona y mirada feroz. El profesor te miró con ojos de "et tu, Brute?" y yo sonreí degustando la victoria. Já. El no te conocía como te conozco yo. Nunca les prestó atención a tu ceño fruncido y boca torcida, tan solo se fijaba en tu silencio y los dieces que sacabas en biología. Ni siquiera Shakespeare habría podido escribir la traición que se llevó a cabo aquel día.

Te mandaron al despacho del director, pero antes de marcharte me guiñaste un ojo y, aprovechaste el murmullo de la clase para pasarme un papelito. "Esperame fuera".

¿Ves? Tú conoces muy bien la importancia de las palabras pequeñitas en los momentos exactos.

VERBA VOLANT - SCRIPTA MANENTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora