·El Meserito y el Doc·

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Abrió despacito la puerta de la habitación de Camila y se apoyó en el marco de la puerta viéndola dormir en su pequeña camita con sábanas de monitos. ¿Cuándo había crecido tanto? Parecía ayer cuando Ángela apareció en la entrada de su casa con una beba en brazos y su nena ya andaba, ya dormía en su propia camita y, por supuesto, ya había aprendido a decirle torpemente "Lo hago yo sola, papi". 

Renato entró en la habitación y apagó la pequeña luz de noche que había junto a la cama y sin la que Camila no podía dormir. Respiraba bajito mientras se abrazaba a su peluche favorito, un monito con bata de médico que le había regalado Gabriel cuando cumplió tres años. El Doc nunca lo admitiría pero era su nena consentida, le regalaba todo lo que podía y más.

Se agachó para darle un beso en la mejilla y suspiró con nostalgia.

-No crezcas tan rápido, monito...

Cerró la puerta de la habitación despacio y fue hasta su cama, se descalzó, se quitó la remera, los pantalones, y se acomodó en su lado de la cama mientras colocaba el portátil en medio frente a él. Abrió una de las aplicaciones que había en el escritorio y buscó rápido con los dedos el único nombre al que en ese momento le interesaba llamar.

Y le dio al botoncito verde.

Tres tonos de llamada después los ojos verdes de Gabriel aparecían en pantalla frente a él, con ojeras y una sonrisa cansada.

-Hola, amor.- Lo saludó apoyándose en uno de los cojines de la cama.- ¿Cómo fue el día?

-Estoy muerto.- Contestó Gabriel al otro lado de la imagen antes de bostezar grande.- No sabés lo que es aquello... Todo el mundo anda como loco.

-Me lo imagino.- Asintió Renato.- ¿Vos estás bien?

Gabriel se encogió de hombros. Por suerte él era pediatra y los casos de niños infectados por Covid-19 eran casi nulos. Algo bueno tenía que tener esa pandemia de mierda... Pero todos los médicos estaban dando el doscientos por cien de sus energías por que todo aquello no fuera a más, por llevarlo lo mejor posible, por curar a un mundo que a veces no se daba cuenta de la gravedad de su enfermedad.

-Cansado.- Contestó bajito con los ojos medio cerrados.

Otro bostezo. Odiaba verlo así. A su Doc. Gabriel siempre había tenidomás energía que andie y siempre había tenido esa sonrisa burlona en la cara, pero ahora era sólo una sombra cansada y exhausta de él mismo.

-En el noticiero dijeron que seguramente alarguen la cuarentena más días.

-Lo sé.- Gabriel suspiró y lo miró triste a través de la pantalla.- Te extraño.

Renato terminó de tumbarse en la cama y acercó el portátil más a él, para al menos sentir que lo tenía más cerca.

-Y yo a vos, Doc.- Sonrió para intentar animarlo.- Los dos te extrañamos mucho.

Pudo notar cómo a Gabriel se le iluminaban los ojitos con la simple referencia a Camila. Desde que comenzaron a emerger los casos de coronavirus en todo el mundo y se decretara la cuarentena en todo el país, Gabriel había decidido volver a su antiguo apartamento a pasar allí todos esos días. Trabajaba en el hospital y no quería correr el riesgo de poder contagiarse y poder pasarle el virus a Renato, y mucho menos a Camila.

Y aunque era la decisión más lógica y prudente, los días pasaban y la distancia cada vez era más dura. Mucho más dura cada día en el que no se veían y cada día en el que Gabriel tenía que volver a una casa vacía.

-¿Cómo está Cami?

-Duerme, pero te extraña. No termina de entender por qué papi Ga no viene a casa.

-Decile que la amo.

-Decíselo vos mañana, extraña hablar con vos.

-Lo sé, lo sé... estos turnos me están dejando matado.- Se quejo con otro bostezo.

-¿Querés cortar e irte a dormir?

-No.- Dijo Gabriel con un quejido rápido.- Esto es mi mejor momento del día.

Renato sonrió complacido y lo miró con ojitos enamorados. Él al menos tenía a Camilia y pasaba el día con ella pero su novio estaba solo, casado y deprimido.

-Esta cama es demasiado grande para mí sólo, no me gusta dormir sin vos.

-Sos un caradura.- Rio Gabriel.- Cuando dormimos juntos sólo me dejás una esquinita de la cama, el resto es toda para vos.

-Bueno, sí.- Aceptó Renato.- Pero me gusta ir a esa esquinita para abrazarte.

-Y  restregarte contra mí.- Le recordó Gabriel con una sonrisa traviesa que insinuaba todo.

-Callate...- Renato se pasó las manos por la cara.- ¿Sabés hace cuanto que no la pongo?

Escuchó la risa grande de Gabriel al otro lado de la pantalla y apartó las manos para mirarlo. Amaba verlo así, riendo, feliz, con sus ojitos chispeantes.

-Espero que el mismo tiempo que yo o me voy a tener que preocupar.

-Sos un tonto...

-Un tonto que tiene unas ganas locas de verte.

-¿Sólo de verme?- Preguntó con las cejas alzadas y su carita más seductora.

-De verte, de acariciarte, de besarte, de morderte...- Comenzó a enumerar despacio.

-Doc, Doc, pará.- Renato saltó de la cama, cerró con pestillo la puerta de la habitación y volvió corriendo de un salto a la misma posición en la que estaba sobre la cama.- Seguí.

-¿Cerraste la puerta?

-Soy todo tuyo.- Sonrió con picardía mientras bajaba su mano visiblemente por pecho y la introducía dentro de su boxer.- ¿Qué decías que tenías ganas de hacerme?

-Meserito de mierda... cómo te extraño.

...

Aclaración: Empecé a escribir Café a las 10 en marzo de 2019 aunque estaba ambientado unos meses atrás porque coincidía con cosas que pasaban en Volver a Jugar, por eso en esta pequeña escena Camila ha crecido y el Meserito y el Doc están juntos aunque en la distancia pasando la cuarentena.

Amor en cuarentenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora