OS; 태국

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Ambos jóvenes, o no tan jóvenes, se encontraban tomados de sus manos, entrelazadas mientras emprendían el vuelo una vez más. Extendieron sus grandes y oscuras alas, tan negras como la noche que les envolvía, y sus labios se juntaron en un dulce beso hasta que sus pies dejaron de rozar el suelo.

Una vez alcanzada cierta altura, se alinearon con la luna, justo en el momento exacto en que la gran torre del campanario dejó resonar las doce campanadas de la medianoche. En ese instante aquellos dos vampiros se abrazaron y compartieron una mirada con el contrario. Los labios de ambos dejaron flotar en el aire con sus melodiosas voces una frase que hizo dudar del rumor de la frialdad de sus corazones sin vida.

–Feliz aniversario, cariño –susurraron a la par antes de juntar sus belfos, celebrando su milenio juntos. Recordando todos y cada uno de esos años que habían compartido, esos momentos de confusión en los avances de la sociedad, momentos de risas y diversión, momentos de tristeza y dolor.–

Esos mil años habían estado repletos de anécdotas, descubrimientos y nuevos sentimientos que hasta que el azabache no se decidió en declararse al mayor, ninguno de ellos había experimentado con anterioridad.

Momentos más tarde descendieron del cielo nocturno, aquel manto estrellado que los envolvía en la gélida brisa del invierno. Se sentaron en el pequeño montículo donde se conocieron tiempo atrás, aquella montaña que se alzaba a las afueras de su pueblo desde la que tenían hermosas vistas de la población a sus pies, cubierta del blanco característico de la nieve que caía en aquella época.

Tanto Jungkook, el azabache de mirada ambar, como Taehyung, el castaño de mirada azulada, habían decidido huir de sus hogares a temprana edad, relativamente. A sus apenas 2670 y 2672 años, habían ya explorado cada rincón del mundo, habían visto avanzar todas las razas de la faz de la tierra. Se habían despedido de sus progenitores, quienes vivían escondidos entre los bosques deborando cada ser viviente que se les cruzara por el camino, y decidieron ir a vivir juntos entre los humanos.

Eran mejores amigos desde la infancia, sus clanes tenían buena relación entre ellos, así que planearon una vida llena de juegos apenas aprendieron a volar. Al contrario que sus familiares, ellos prefirieron adaptarse a la comida humana, aunque de vez en cuando tenían sus necesidades de la rojiza sangre que mantenía sus fuerzas intactas.

Disfrutaron de unos años de convivencia, explorando cada pueblo, sin una residencia fija en la superficie terrestre, hasta que se aburrieron de la monotonía que invadía a aquellos humanos y decidieron hacerse fijos en su lugar de nacimiento, donde regresaron tras doscientos años de revoloteo en la oscuridad de la noche. Odiaban que los humanos fueran activos durante el día, cuando ellos no podían disfrutar de su compañía ni hospitalidad.

Durante todo aquel tiempo, el cual se les hacía eterno, tanto que muchas veces se quedaban sin saber qué hacer, varios pensamientos rondaron en sus cabezas. Sus corazones, los cuales sabían que eran puro vulto en su anatomía, jurarían sentirlo latir con fuerza al estar juntos. Y finalmente comprendieron que todos esos sentimientos y emociones encontrados solo se debían a una cosa, una maravillosa; estaban enamorados del contrario.

Siempre lo supieron, pero no fue expresado en voz alta hasta que el menor de los dos quiso oficializarlo formalmente. Esa misma noche estaban celebrando el año mil desde que ese acontecimiento tan significativo para ambos dio lugar, sentados el uno junto al otro en la manta extendida con anterioridad sobre el frío suelo. Siguieron con aquella pequeña comilona y brindaron con sus copas, llenadas con la reserva de esa espesura de sabor peculiar que extrajeron de sus contadas presas.

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ZORE [ταεκοοκ OS]Where stories live. Discover now