Sacrificio.

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La creación humana comenzó con los dioses de la dualidad, Ometecuhtli y Omecíhuatl, señor y señora de todo, Su unión en un solo ser dio origen a los primeros grandes dioses, cuya naturaleza fue definida por el pigmento que recorría sus venas.

Un hermoso y basto océano recorría las venas del gran Huitzilopochtli. Anegado de la luz más pura; el virtuoso Quetzalcóatl. El negro abismo alimentaba los músculos y órganos del bestial Tezcatlipoca. Con lava carmesí bombeando su corazón; Xipe Tótec el justo. Con el tiempo llegaría el momento en que serían conocidos como los cuatro Grandes Tezcatlipocas. 

Los pequeños eran alimentados con la leche materna de la gran señora, añadido a eso su madre les otorgaba cada ciclo lunar un pequeño costal lleno de estrellas para el antojo de sus pequeños, que peleaban acalorada e infantilmente por ellas. Con tan solo cinco meses de vida, los dioses habían alcanzado un cuerpo maduro y fuerte.

 Eran jóvenes y de mentalidad inexperta pero su madre sabía que era el momento perfecto para demostrar cuánto habían crecido, a pesar de que no tenían recuerdos sobre su vida anterior y sus hazañas en el cuarto sol, su cuerpo instintivo recordaba a la perfección. No eran los mismos dioses que fallecieron, ellos cayeron ante su destino, pero en cada resurrección, lo hacen con más fuerza y esta vez su destino estaba por descubrirse. 

Fue así que, guiados por el consejo de su madre, comenzaron los preparativos para elevar al cielo el quinto sol. 

Por el mundo aun rondaba el gran monstruo Tlaltecuhtli, devastador de mundos y destructor del cuarto sol, su deseo de carne fresca era tan grande que además de sus grandes fauces con inmensos y filosos dientes también desarrolló grandes dentaduras en sus hombros y rodillas, los dioses coincidieron en que la creación no podía ser completada con esta bestia al acecho. 

Los jóvenes dioses comenzaron analizando su comportamiento, se dieron cuenta que la bestia no dormía ni abandonaba su estado de vigilia, sorprenderla sería una tarea difícil. Quetzalcóatl siendo el más inteligente de sus hermanos ideó un plan para sorprender y terminar con Tlaltecuhtli. 

Tezcatlipoca que en su forma bestial era mucho más veloz que su hermano, llamaría la atención del monstruo, por otro lado, Quetzalcóatl transformado en serpiente lo tomo por sorpresa enrollándose en sus cuatro patas para hacerlo perder el equilibrio. 

Las mandíbulas en las rodillas de Tlaltecuhtli comenzaron a ejercer presión en el alargado y musculoso cuerpo de Quetzalcóatl. Una, dos, tres y a ellas le siguieron más escamas gigantes que comenzaron a quebrarse en los dientes de la bestia. La serpiente rugió guturalmente y clavo sus colmillos en el pecho de la bestia, en una demostración de fuerza brutal las piernas de Tlaltecuhtli fueron quebradas por la presión que ejercía la gran serpiente, coordinado perfectamente con la caída del monstruo, Tezcatlipoca se lanzó al cuello de la bestia, sus fuertes mandíbulas desgarraron el músculo, trozaron ligamentos y rompieron articulaciones, destrozando así completamente el cuello de Tlaltecuhtli, el sonido de su cabeza al caer contra el suelo fue la campanada que llamo a los demás dioses a presentarse. Se acercaron y observaron con desprecio aquella bestia bañada en su propia sangre; inerte y deformada. 

Los cuatro Tezcatlipocas se pusieron a trabajar; con el desmembramiento de la bestia comenzaría la creación del mundo. 

De las plantas de sus patas se formó la corteza terrestre y de la tapa de sus sesos se creó el inmenso cielo. De su pelo se crearon árboles, pastizales y flores; sus ojos fueron el origen de ríos, lagunas, y pequeñas cuevas con riachuelos; de su boca brotaron los mares y lagos que se extienden por todo el mundo; de sus rodillas, codos y nariz se elevaron grandes montañas y colinas. El vientre terrestre estaba listo para recibir vida. 

SUPERIORES.Where stories live. Discover now