Prólogo

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Un par de "héroes" corrían por sus vidas, una tormenta se había desatado por todo Karmaland. 

A decir verdad ellos no solo lo hacían por la tormenta, el verdadero suceso era que habían hecho enojar a los Dioses y los rayos que trataban de caer en ellos, era prueba evidente de que los dioses los haría pagar por sus crímenes. 

Pues momentos atrás habían hecho explotar el banco, destruyendo totalmente el lugar, causando la muerte de algunos trabajadores y algun aldeano que se encontraba cerca de ahí.  No quedaba absolutamente nada de aquella construcción.

La explosión fue un deleite para el dúo, una misión por parte de la hermandad. Se sentían orgullosos por lo que lograron hacer y aunque no era la primera vez que destruían algún lugar o casa, la adrenalina en sus venas no pasaba desperdiciada.

Mientras el caos reinara por obra de ellos, no les interesaba lo demás.  

Ambos bajo aquéllas máscaras tenían una sonrisa de oreja a oreja, sin importar que no se vieran a los rostros sabían que esto lo estaban disfrutando como nunca. Llevan sus trajes especiales para ocultar su verdadera identidad. No querían correr el riesgo de que algún compañero o un habitante de ahí supiera sus identidades. 

Los dioses sabían que era lo que ocurría en cada rincón de Karmaland, por ende, sabían que aquel dúo juntó con el cura del pueblo pertenecían a el grupo que siempre desataba el mal en el pueblo. Se hacían llamar "La hermandad oscura". En diversas ocasiones les daban un buen escarmiento a los tres, se encontraran juntos ó no, como sucedía en este preciso momento.

Mientras corrían para salvarse del castigo, a lo lejos pudieron visualizar una casa en forma de árbol, sabían que era de aquel albino que corría para no morir. Se alegraron de llegar a un lugar bastante seguro. 

Los dioses al ver lo que ocurría, comenzaron un bombardeó de rayos para evitar su llegada. Pero al ser bastante ágiles por el entrenamiento que llevaban, no era algo tan difícil.

Cuando estaban por llegar, las torretas del dueño se hicieron presentes comenzando atacar al de mascara de payaso, considerándolo un desconocido.

En un breve momento de pánico el albino le gritó que corriera más rápido para llegar a la puerta, su acompañante no lo pensó dos veces, corriendo lo mas rápido que sus piernas le permitían. Y cuando pensó que no lo lograría llegar, dio un gran salto, llegando a la puerta seguido del albino dueño de aquel hogar.

El dueño coloco la contraseña dejándolos pasar sintiendo un aura de paz al tan solo entrar, dieron un largo suspiro por no morir en el procesó de llegada, por fin sé encontraban a salvó podían respirar con tranquilidad.

Es una locura ¿verdad? (Willgan)Where stories live. Discover now