20.

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La semana siguiente transcurrió en una mancha de ansiedad desgarradora, pánico y miedo indefenso. Taeyong sintió como si lo hubieran apaleado, le dolía la cabeza y le dolían los ojos por la falta de sueño. Comió algo cuando Winifred casi lo obligó e intentó ignorar las miradas compasivas del personal. Trató de sonreír cuando estaba con Hiro, pero el chico todavía parecía sentir de alguna manera que algo andaba mal y alternaba entre estar demasiado callado y hacer berrinches.

—¡Quiero a Papá! —Gritó en algún momento, sus ojos azules fulminaron a Taeyong.

Más tarde, Taeyong se avergonzaría de sí mismo por haberse derrumbado frente a un niño pequeño, pero eso fue exactamente lo que sucedió. Se echó a llorar, y no del tipo amable, sus rodillas se derrumbaron mientras se acurrucaba en una bola apretada y lloraba.

Quería que Yuta volviera. Quería verlo, quería sentir sus brazos alrededor de él, quería decirle cuánto lo amaba, decirle cada pensamiento ñoño que había tenido.

Pero con cada día que pasaba, la esperanza se hacía cada vez más pequeña. Lo que el asistente personal de Yuta les había dicho no parecía prometedor. Yuta había sido operado tres veces hasta ahora, y aunque los médicos habían logrado detener la hemorragia interna y reparar los huesos rotos, la cirugía cerebral no había dado los resultados que todos esperaban. Aparentemente, Yuta ni siquiera podía respirar adecuadamente sin ayuda. Si bien no tenía muerte cerebral, todavía estaba en coma, y las probabilidades de que despertara empeoraron con cada día que pasaba.

Una pequeña mano tocó el brazo de Taeyong.

—¿Tae? —Dijo Hiro en voz baja. Sonaba confundido. Asustado.

Taeyong se secó la cara con las manos y levantó la cabeza para mirar al niño. Dios, mirar a Hiro dolía. Se parecía mucho a su padre. Taeyong podía ver a Yuta en todas sus características.

—Lo siento, amor —gruñó Taeyong, tratando de sonreír por el bien del niño.

Antes de que pudiera decir algo más, la puerta se abrió.

Taeyong se encontró mirando a una mujer desconocida. Era alta y vestía elegantemente. Taeyong tardó un momento en reconocerla. Era la hermana de Yuta, Amanda. Se veía diferente de las fotos que él había visto de ella. Más mayor. Agotada.

—¿Quién eres? —Dijo ella.

Taeyong abrió la boca y la cerró, sin saber qué decir.

Ella frunció el ceño, mirándolo con algo como sospecha. Por supuesto que sospecharía: acababa de encontrar a un extraño en la habitación de su sobrino, un extraño que probablemente parecía un desastre.

—Soy Taeyong —logró finalmente Taeyong, poniéndose de pie—. Solo le hacía compañía a Hiro mientras su niñera estaba fuera.

Amanda desvió su mirada hacia Hiro. Algo de dolor parpadeó en su rostro.

—Gracias por cuidar de Hiro. Pero ya no será necesario. Hiro vivirá conmigo y mi madre de ahora en adelante.

El corazón de Taeyong dio un vuelco.

—¿Por qué? —Dijo—. ¿Qué quieres decir?

—Mi hermano está en coma, Taeyong —dijo, con su voz tan baja que no era natural—. Difícilmente podemos dejar solo a mi único sobrino en esta enorme casa. Él necesita familia. Es... —Su voz finalmente vaciló—. Es una solución temporal, obviamente. Hasta que mi hermano despierte —A pesar de sus palabras, su barbilla temblorosa la traicionó. Ella realmente no creía lo que estaba diciendo.

乡  JUSTE  UN  PEU  SALE  乡  YUTAE  ӁWhere stories live. Discover now