Capítulo cincuenta, parte dos.

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Un jadeo exaltado se escuchó detrás de ellos

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Un jadeo exaltado se escuchó detrás de ellos. Moviéndose inquieta, avanzó hasta posicionarse junto a Piper, pero sin bajar el arma.

―¿Cómo se abre? ¿Con la llave?

―No, no lo creo.

Sus ojos castaños se abrieron, haciéndola ver como una desquiciada a punto de estallar.

―No tientes más mi paciencia. Ábrela, ahora.

Piper alzó la mirada y la miró, desafiante. Sin embargo, no dijo nada. Ayudó a Riley a llegar hasta el escritorio del que se sostuvo. No se permitió sentarse sobre él. Dudaba que la madera vieja pudiera sostener su peso. Se presionó ambas manos en el muslo, manchando las palmas con la sangre que no paraba de salir. Piper se quitó el abrigo y cubrió la herida.

―¡La bóveda!

Furiosa, Piper levantó la cabeza y la miró.

―Ábrela tú si tanta prisa tienes ―volvió a centrarse en su tarea―. ¿Es que no ves que está sangrando demasiado?

―Sangrará más si le vuelvo a disparar.

Piper cerró los ojos y atragantó dentro de su boca el montón de maldiciones que quería gritarle. Le comenzó a desgastar la paciencia la frialdad en su voz, la rabia desquiciada que le veía en los ojos. Si no fuera por la bóveda, la habría matado ya, y si no fuera porque la vida de Riley era lo único que la coaccionaba, le hubiese dado el tiro de gracia hacía mucho.

Se remojó los ojos y lo miró.

―¿Puedes ponerte en pie?

Riley la tomó con fuerza de la muñeca.

―Sabes que nos va a matar de todas formas, ¿no es así?

Piper contuvo el sollozo mordiéndose los labios. Le dolía la desesperanza en sus ojos a los que nunca le vio tristeza como aquella. No sabía si era el miedo a morir o el miedo a que ella muriera. La agonía en su mirada le despertó el temor de perderlo.

Presionando las manos en sus mejillas, se le acercó para besarlo. Lo alargó tanto como el dolor en el pecho se lo permitió.

―Te amo ―le dijo. Envolvió los brazos en su cuello y lo abrazó con toda la fuerza que pudo. Se quebró en llanto cuando le devolvió el gesto con la misma desesperación que ella―. Ten fe en mí.

―No es la fe en ti lo que me falla ―al separársele, miró de reojo a Birith―. Lamento no haber podido ponerte a salvo.

―No fue tu culpa ―intentó sonreírle.

Riley cerró los ojos, evidenciando en el ceño fruncido su frustración.

―Ven ―lo tomó de las manos y lo ayudó a levantarse.

A paso lento, rodearon el escritorio hasta ubicarse frente a la pared. Le pareció que veía su oficina, pero en ruinas, una evidencia clara de que la propiedad fue construida con el plano del palacio. Le tomó la mano izquierda con fuerza y, haciendo una respiración profunda, alargó la derecha para tantear la pared. Encontró la base y el brazo de lo que debió ser un candelabro de pared. Tiró de él y la pared se abrió, soltando polvo como si una boca invisible lo hubiese soplado.

Las sombras de la Mansión Egerton [Serie La Corona 2]Where stories live. Discover now