ENCOÑADO

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Hojeé el periódico local, echando un vistazo a los partidos de fútbol y las ferias de pueblo.

—Buenos días Rubí—contestó mi hermano cuando entró al comedor y besó mi cachete—. Rubí, por favor, sabes que no me gusta ese hábito tuyo.
El humo se elevaba delante de él, era mi primer cigarrillo.
—Lo lamento.
—Buen día.
Escuché la voz de Tom detrás de mi.
—Buenos días.—Dije serena—. Tienes café preparado.
—No me apetece café ahora—contestó sonriente.

Y así quedamos, cruzando las miradas. Con la palma de mi mano di unos golpes sobre la silla pidiéndole que viniera a tumbarse.

Volvió a sonreír. Me miraba con profundidad, sin prisas.

 —Pondré agua para el té—afirmé.

Durante el almuerzo, el sonido aullador de la tetera me anunció con su canto que había cumplido con su propósito.
—Déjame ayudarte—me estremeció su voz y sentí su mano acariciar mi espalda.
—Gracias—le dije con voz baja, cuando él se detuvo frente a mi—. Todos están encantados con tu presencia y no paran de hacerte preguntas sobre todos tus viajes y de cómo saliste de esta ciudad de locos.
Tom me sonrió amablemente.
—Bueno, de pequeño soñaba con vivir en Manhattan, no lo creía posible pero ahora estando aquí..., no sé. No quiero irme.
—Si te sirve de consuelo, aquí en Londres hay muchos imbéciles.
—Y mucha gente trastornada—dijo.
Nos quedamos en silencio y me miró vacilante.
—Prométeme que no vas a pasar el resto de tus días atrapada en esta maldita ciudad.
—¿Prometerte? ¿Por qué?—intenté hablar con un tono despreocupado.
—Rubí, no te puedes quedar aquí para siempre—no me atreví a mirarlo a los ojos así que me tomó del brazo—. Eres demasiado inteligente. Demasiado interesante. —Apartó la mirada de mí—. Solo se vive una vez. En realidad, es tu deber que sea una vida plena.
La voz de Jasper interrumpió nuestra conversación.
—Perdón, Grace llegó.
Dejé mi taza en la barra de la cocina. Y me acerqué a él.
—Tom—carraspeé la garganta—. Tú y yo no tenemos porque hacer esto, ¿de acuerdo?.
—¿Qué dices?
—Hablaremos después, ¿vale?—tomé a Tom del hombro.

Tras la visita de Grace le presenté a todos los amigos de Alonso, acabamos los cafés en silencio, ambas absortas en nuestros pensamientos mientras estábamos en el jardín.

—Me gusta.—dijo Grace.
—Sí, ya me di cuenta. Estabas embobada, sonrojándote como una niña.

Miré como Tom se dirigía a la sala, él sintió mis miradas y finalmente me miró probablemente accidentalmente pero lo hizo entonces bajé la mirada.

—Bueno, es bastante impresionante—se volvió hacia mí, hablando en un tono alegre.
—¿Impresionante?—pregunté.
—Alto, apuesto y optimista.
—Quiere controlarlo todo—fruncí la boca.
—Tú no quieres un adulador.
—Sí que lo quiero.
—No lo quieres. Además, es bastante obvio que le encantas, sin mencionar qué dormiste con él, de nuevo.
—No seas tonta.
—Escucha, tengo el instinto protector de una amiga que te quiere, y te aseguro que no es un casanova.
—¿Y qué hay de la chica?
—Reafirmé que no eres la única que se muere por los huesos de Thomas.
—En realidad lo que siento es una seria atracción sexual por Tom.
Grace sonrió entonces.
—No te has encoñado, te estás enamorando.

CANDY - Tom Holland y tú Where stories live. Discover now