Capítulo VIII

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Seco el sudor de mi frente y dejó las pesas en su lugar, bebo agua y seco mi frente mientras observo a mi alrededor. Son las cinco y cuarto de la mañana, el gimnasio está medio vacío y agradezco, así evito miradas morbosas de algunos hombres y de vez en cuando una mujer.

No podía dormir, mi gato decidió ignorarme y darme una mirada de odio cuando pasé por su lado para salir del apartamento. Normalmente salía a correr, pero dadas las condiciones de tiempo contado que tenía para estar a tiempo cambiada, arreglada y con todo preparado para ir a trabajar, decidí venir al gimnasio, aquí había relojes en cada pared, así evitaría quedarme más de lo que debía y llegar tarde.

Decidí realizar mis rutinas con música movida que me ayudara a no rendirme tan fácil y elegí los lugares más alejados para no tener contacto con las personas que estaban en sus asuntos.

Tras cuarenta minutos, decidí que ya era hora de correr un poco, empecé lento y luego de algunos minutos, por fin moví mis piernas con velocidad, sintiendo el sudor bajar por mi frente y mi cuello, haciendo que entre mis pechos y debajo de ellos se formara una sensación incómoda.

Tenía un brasier y un pantalón hasta la mitad de la pantorrilla deportivo color negro, mis audífonos se caían de vez en cuando gracias al sudor y la botella de agua estaba por acabarse, mientras que la toalla ya estaba demasiado húmeda.

La carga laboral de ayer fue agotadora, salí de la empresa a las doce de la noche y me sorprendió que Chris siguiera metido en su oficina con sus dedos tecleando sobre su laptop.

Como siempre, perdí la noción del tiempo, observé mi reloj y eran las seis quince. Tenía que salir corriendo a mi apartamento para bañarme y maquillarme, era demasiado femenina y me gustaba verme bien siempre que podía.

Dejé la caminadora y observando algunos mensajes en mi celular comienzo a caminar luego de tomar mis cosas. No me fijé por donde iba, lo que hizo que chocara con un cuerpo, haciendo que casi cayera, pero unas fuertes manos me sostuvieron.

Levanté mi mirada y mis mejillas se pusieron rojas de inmediato, estoy segura, al ver al chico frente a mí. Sus rasgos asiáticos eran delicados, pero era alto y musculoso, rompiendo así mis expectativas comparándolo con otros asiáticos. Su piel tenía un ligero tono amarillo y su torso estaba desnudo y brillante por el ejercicio, sus músculos se flexionaron y el calor aumentó en la sala. Su sonrisa era hermosa, sus ojos estaban ligeramente rasgados y su cabello lacio era de color negro y lo llevaba muy despeinado.

—Cuidado, señorita—dijo con una profunda voz.

Sus ojos color café me analizaron de la misma forma que seguramente yo lo analicé. Se detuvo en mis caderas, luego mis pechos y sabía que al final la sonrisa sería con la intención de seducirme, pero en lugar de una sonrisa, obtuve una ceja alzada.

—Lo lamento—dije alzando una de mis cejas y cruzando mis brazos sobre mi pecho.

Su mirada cayó a esa parte y mordió su labio inferior mientras sus ojos se fijaban en los míos.

—Soy Arata. —Extendió su mano derecha en mi dirección y la tomé luego de unos segundos de recorrer sus musculosos brazos con mis ojos.

—Kate—respondí sacudiendo su mano levemente.

— ¿Solo Kate? —preguntó con diversión.

—Solo Kate—respondí con arrogancia.

—Muy bien, Kate, solo Kate—dijo el chico de manera lenta—. Un placer conocerte.

—El placer es mío. —Su sonrisa se transformó en una coqueta, mientras que su mirada me volvía a recorrer.

—Eres muy atractiva, Kate. —Fue directo al grano.

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