Capítulo 3

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Bianca:

Los ojos me pesan cuando vuelvo a abrirlos y aunque doy en cuanto enseguida lo que sucedió, el dolor ya no se siente.

Bajo la mirada al colchón, esta con sangre seca, mucha sangre, tengo ropa limpia, lo que es un vestido corto de pijama que deja libre mi muslo vendado y para no rosarlo con la tela, intento moverme y un piquete de dolor se desliza por todo mi muslo y más cuando muevo la pierna, miro a los costados e intento mover mi mano, al hacerlo, descubro que estoy esposada de una mano contra la cabecera de la cama.

—¿Qué...?

Intento mover el brazo, pero es inútil, estoy esposada.

—No lo intentes.

Levanto la mirada y lo veo, sentado sobre el mueble cerca a la ventana, los rayos de sol cubren su rostro, pero el enseguida se levanta y camina hacia mí, por lo que veo y noto al no llevar una camisa, entiendo que es muy temprano.

—Me disparaste..

Sus ojos me observan y se detiene frente a mí.

—Tú me disparaste.

Se inclina hacia mí, su rostro queda cerca al mío.—Te dije que haría lo necesario.

Los ojos me duelen, aprieto los puños y le escupo en el rostro.

—¡Hijo de puta!

Alessandro cierra los ojos con fuerza, su expresión se vuelve oscura y estira la mano hacia dentro del cajón de la cómoda, saca un pañuelo y se limpia el rostro.

Acto seguido ábrelos ojos y me coge el cuello, aunque no lo suficiente para no poder respirar y aun así duele.

—Realmente no sabes cuándo parar.

—Te dije.—Respondo mirándole los ojos.—No me daré por vencida.

—No me retes.—Me suelta el cuello y mantiene su distancia.—Podría meterte a un ataúd y decirle que sigues viva.

—¿Y crees que va a creerte sin oírme?

Él sonríe.—Eres demasiado ingenua, Il mio cuore

—Deja de llamarme así.—Le exijo.—No soy ni una mierda tuya.

Su sonrisa se borra.

—No sabes cuánto te odio.—Le digo en la cara.—Te odio.

—No estás aquí porque necesite que tengas algún sentimiento negativo o positivo por mi.—Me suelta.

—Definitivamente negativo.

—Solo eres mi carta de cambio.—Pronuncia.—Eres lo único que vales para mí.

Sus palabras me dan igual, Alessandro mete la mano al bolsillo y saca dos cosas, primero la llave de las esposas y me libera.

Me cojo la mano y veo mi muñeca roja.

¿Cuánto tiempo he estado esposada?

¿Toda la noche?

Enseguida trato de ponerme de pie, su rostro luce furioso, me empuja, mi cuerpo cae boca abajo sobre el colchón y me inmoviliza con las manos hacia atrás, una sujetando mi cabeza contra el colchón y el otro sobre mis muñecas.

Apoya su cuerpo contra el mio, todo su peso apretándome contra la cama.

—Cálmate.—Su voz la siento en mi oído.

—Quítate.

No lo hace e intento forcejear, pero me presiona más.

—Shh..

Por Tres Meses (#2 Hijos de la Mafia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora